Con el logo de la lista 99 y retratos del candidato a la presidencia Hugo Batalla y de otros dirigentes como fondo, Jaime Roos y su banda arrancaron a tocar en la explanada municipal el 22 de noviembre de 1989. Cabe pensar que el músico era el más convocante esa noche, y no los políticos que cerraban su campaña a cuatro días de las elecciones. Según el semanario Zeta, que era la trinchera periodística y política del Partido por el Gobierno del Pueblo, 100.000 personas lo ovacionaron.
Quizá el número haya estado inflado, pero el acto final de la campaña de ese año del Nuevo Espacio, surgido cuatro meses antes, tuvo una gran concurrencia. Fue por ese partido que Jaime Roos, a sus 36 años y con una discografía que ya incluía ese póquer compuesto por Siempre son las cuatro, Mediocampo, Brindis por Pierrot y 7 y 3, hizo público por primera vez su voto, aportó su voz en un jingle y participó en un cierre de campaña.
Jaime Roos no estaba solo esa noche; antes que él actuaron la comparsa Morenada, el tropical Conjunto Casino y el trío Las Tres, integrado por Laura Canoura, Flavia Ripa y Estela Magnone. Si viviera Batalla podría jactarse de que nunca un acto partidario de campaña tuvo tan buena música en vivo como este. Sin embargo, esa costumbre no nació ni terminó con el Nuevo Espacio de 1989.
En las internas de junio, el ex Karibe con K y ex L’Autentika Gerardo Nieto, prócer de la plena uruguaya, voz de ese himno cumbiero criollo llamado “Polvo de estrellas”, fue la figura musical principal del Agite 609, que fue un conjunto de eventos encolumnados detrás de la figura del ex presidente José Mujica y la precandidatura presidencial de Carolina Cosse. Los músicos de izquierda no han tenido mayores reparos en mostrarse con políticos frenteamplistas.
Pero no son los únicos. El domingo 23 de junio en una carpa instalada en el Faro de Montevideo, el cantante tropical El Reja (“Soltero hasta la tumba”) hizo las veces de “telonero” de Juan Sartori en su acto de cierre de campaña. Por su parte, el también nacionalista Luis Lacalle Pou apeló al rock. Antes de ganar las internas, tuvo en su acto de arranque de campaña, el 30 de marzo en el Parque Viera, a Nacho Obes, vocalista de Doberman y del jingle “Una nueva historia nacerá”.
Se trata de una actividad en la que las asociaciones de músicos y autores no meten la cuchara ya que se considera un acuerdo entre privados, donde se mezclan las convicciones ideológicas y el trabajo, algo más frecuente en actos del Frente Amplio (FA) que en el resto, y donde los montos que se pagan –de pagarse– son tan secretos como la fórmula de la Coca-Cola.
Discurso y emociones
En Uruguay la música en los actos de campaña tiene vieja data. Alba Roballo, la Negra, fervorosa legisladora colorada primero y del FA, del que fue fundadora, después, tenía a su alrededor el repiquetear de las lonjas de tambores. No cuesta imaginárselos como tronar de fondo cuando exclamó su combativo “a los blancos, ni un vaso de agua”, tras la histórica victoria del Partido Nacional (PN) en 1958.
“Los tambores siempre quedaron en la política y los colorados siempre fuimos muy afines al tema del candombe”, dice a la diaria el ex legislador Washington Abdala, otrora soldado del Foro Batllista. Recuerda específicamente a Waldemar Cachila Silva, referente principal de C1080, heredero de Morenada. “A él lo convocábamos y siempre estaba a la orden”, dijo.
Abdala, diputado de 1994 a 2004, también evoca entre los músicos que amenizaron los actos colorados a Santiago Chalar, médico minuano y destacado folclorista cuyo verdadero nombre es Carlos Paravís. También recuerda a Ronald Pais, un político colorado que, además de haber sido legislador y director de UTE, supo ser cantante dentro de ese género hoy de capa caída conocido como “melódico internacional”. De hecho, fue él quien representó a Uruguay en la competencia internacional del Festival de Viña del Mar en 1984.
Así como los tambores con el tiempo pasaron a amenizar actos de todos los partidos, la música de raíz folclórica también cruzó transversalmente las colectividades. Así, Carlos María Fossati puso su voz al servicio del PN tanto como Larbanois & Carrero en los mitines frenteamplistas.
“Si vos mirás los actos políticos en el mundo, están en caída libre”, afirma Abdala. “Imaginate esos actos con cinco oradores en los que después remata el candidato a presidente, ¡la gente se tira por la ventana!”, dice. De acuerdo con él, la música es un factor de distensión, que sirve para calentar el ambiente y a su vez insuflar optimismo. Un jingle, por caso, o es optimista o no es. Todo eso, subraya, alimenta la “liturgia” política.
La izquierda prefiere ver a la música en los actos de campaña como complemento o acompañamiento. Patricia González Viñoly, candidata a diputada por el sector Ir y coordinadora general de la campaña de Daniel Martínez, opina que hay cosas de la política que “no se transmiten con la palabra” y que los músicos de izquierda –que o son la mayoría o son los más proclives a expresar sus simpatías políticas– “siempre pudieron expresar esas cosas con sensibilidad”.
En sintonía, la cantante Patricia Kramer, quien hasta el 30 de junio fuera la jefa de campaña de la precandidatura de Carolina Cosse, apunta a la emoción colectiva que genera una canción: “Es el canal directo más fácil o más rápido a un montón de sensaciones. Si en un acto te pongo ‘A redoblar’ [de Rumbo, himno de resistencia a la dictadura] te dispara muchas cosas, adelante, atrás y a los costados”.
De la porteñada a lo más cool
Sea porque está más admitida en su propia liturgia o por otra razón, la presencia de músicos en vivo es más frecuente en los actos del FA que en la de los partidos tradicionales. Prueba de ello es el jingle de 2014 “Que no se detenga”. El videoclip mostraba una suerte de “We Are the World” criollo y frentista que incluía artistas tan disímiles como Mauricio Ubal, Samanta Navarro, Numa Moraes, Jorge Nasser, Eduardo Larbanois y Mario Carrero, Washington Carrasco y Cristina Fernández, Yamandú Cardozo, Pepe Guerra, Christian Cary, Mónica Navarro, Alejandro Balbis, Ana Prada, Pata Kramer y Tabaré Rivero.
Con matices, esto también se ha visto en la campaña actual. Las presentaciones de Cosse en los “agites” de la 609 se acompañaban con espectáculos en los que Gerardo Nieto, un declarado votante del FA y de José Mujica, era la figura más deslumbrante junto a otros artistas de menor difusión y conocimiento popular. La propia Kramer y Ana Prada también se han subido a cantar.
El que resultara ganador de las internas del FA, Daniel Martínez, no tuvo bandas previstas en sus actos, afirma González Viñoly. Pero lo que ocurría en las actividades sectoriales era otra cosa. Por caso, para el sector Ir tocó Niña Chicle, un muy ecléctico grupo definido por la candidata a diputada como “una banda de pibas”, y Cumbia Club, una suerte de moderna orquesta bailable en esta ola de darle un toque cool a una música no hace mucho considerada terraja.
“No ha sido una característica muy común que se organicen actos con shows musicales”, dice por su lado Roberto Lafluf, integrante del comando de campaña de Luis Lacalle Pou, hoy candidato presidencial del PN. “El único fue el acto del Viera porque era de gran porte y ahí la logística precisaba tiempo”. Lafluf se refiere al acto de Lacalle Pou del 30 de marzo en el Parque Viera ante unas 15.000 personas.
En ese evento, en el que el entonces precandidato hizo el lanzamiento oficial de su campaña rumbo a las internas, había un montón de tiempo para llenar. Los organizadores apelaron para ello a Martín Piña, un cantante de música tropical de mucho arrastre en el interior, y a Nacho Obes. Este es el vocalista de la banda de hard rock Doberman y quien le puso voz al jingle oficial del nacionalista. “A él lo contrató [el publicista] Gonzalo Moreira”, precisa Lafluf.
Moreira, director de la productora La Mayor, ex integrante de Rumbo y de Canciones para No Dormir la Siesta –que tocaron en actos del FA durante la década de 1980–, fue, justamente, el responsable de los jingles de Martínez, Lacalle Pou y Ernesto Talvi.
Precisamente, desde el comando de Talvi, ganador de la interna del Partido Colorado, afirman que no hubo una constante a la hora de trabajar con músicos en vivo. Al igual que en el caso de Lacalle Pou, cuando se celebró un acto grande, el 11 de mayo en el club Aguada, sí se contrató a una banda, “más que nada para entretener mientras el lugar se iba llenando”, dice un integrante de su equipo que no quiere ser identificado. La banda que tocó era de Colonia, la integraba uno de los amigos del hijo de un dirigente de ese departamento, y se dedicó a tocar “porteñadas” y canciones de Los Iracundos.
Tanto en el caso de Lacalle Pou como en el de Talvi hubo actos en el interior en los cuales los dirigentes anfitriones, que son quienes se encargan de la organización de los eventos locales, convocaran a músicos por su cuenta. Así, Talvi fue sorprendido por un joven violinista en Mercedes, Soriano, por tamboriles en Tacuarembó y por una banda de cumbia en Canelones.
Como a la historia no la escriben sólo los ganadores de las internas, circula en Youtube un video que muestra a Julio María Sanguinetti a sus 83 años intentando no desentonar tirando unos pasos con la banda Géminis, un grupo de plena, en un acto en Flor de Maroñas en junio. En el Faro de Punta Carretas, siete días antes de las internas, Juan Sartori fue precedido por la actuación de Olvidate, una banda de cumbia cheta/pop/símil Rombai, y El Reja.
Convicciones y plata
“Había tipos que eran colorados y que no estaban dispuestos a cobrar. Había tipos identificados filosóficamente y que les hubiera resultado ofensivo decirles que se les pagaba. Ahora, había tipos más profesionales, bandas de covers, que sí cobraban”, cuenta Abdala. Según sus recuerdos, a mediados de los años 90 la Asociación General de Autores del Uruguay (Agadu) “comenzó a saltar” y los políticos empezaron “a hacer las cosas como correspondía”. Por caso, los colorados adquirieron entonces los derechos de una canción de un teleteatro brasileño que estaba de moda –no recuerda cuál– para pasarlo en las previas.
Hay diferencias entre las personas consultadas acerca de si se debe pagar a los músicos o no, o sobre su compromiso con la causa. Sí hay coincidencias en un punto: aseguran no saber –o no quieren decir– cuánto se paga por acompañar al candidato.
Ni en Agadu ni en la Asociación Uruguaya de Músicos (Audem) tienen idea de costo, cachets, aranceles o amor a la camiseta. No es una época particular de zafra para ellos, a menos que se dediquen a los jingles. Los presidentes de ambas organizaciones sostienen que se trata de un acuerdo entre privados. “Tengo entendido que la mayoría va por afinidad política”, sostiene el titular de Audem, Osmar Miranda.
“No es algo que controlemos. Eso es algo que compete más al responsable del grupo y a sus integrantes”, apunta por su lado Alexis Buenseñor, presidente de Agadu. En cuanto al uso de temas como cortina de campaña, no es algo que merezca objeciones a menos que haya una negativa expresa del autor. Buenseñor recuerda que el argentino Diego Torres prohibió expresamente que se usara su “Color esperanza” como cortina musical de campaña en todos los países de habla hispana.
Si bien no hay registros que lo avalen, todo indica que la música tropical es la más solicitada en estos actos. Tampoco han recibido estas asociaciones denuncias de mal uso de canciones por parte de los autores.
“Nosotros contratamos gente y nunca le preguntamos a nadie si son blancos o no”, subraya Lafluf, del comando de Lacalle Pou. No todos concuerdan. “Los músicos tienen que ser de izquierda, porque no se trata sólo de pagarle a un artista. Hay algo que construir”, señala por su lado Patricia González Viñoly. Ella resalta que a los músicos se les paga y que no hay que pensar de otra manera, por más frentistas que sean. “El amor a la camiseta está de más, pero los alquileres se pagan con dinero. Es un enorme error buscar que eso se haga de forma militante”.
Patricia Kramer, por su lado, coincide en que no se sube a cantar a los actos del FA alguien que no sea del FA. Pero ella, particularmente, siempre actuó de forma “militante”. “No sé los demás. Yo a veces no pido para mí pero sí para los músicos que vienen conmigo, o cubrir la nafta”.
Varios artistas ponen el corazón y otros la billetera. El 26 de octubre de 2013 Gustavo Serafini, más conocido como El Gucci, puso su música y su carisma al servicio del FA, en la llamada Primavera FA en el parque Rodó. “Defendé tu bandera”, dijo el cantante tropical en un video que aún está en Youtube, en la cuenta FrenteAmplioTV. Al mes siguiente, el sábado 16, estaba en el Palacio Peñarol, poniendo también su música y su carisma al servicio de Unión para el Cambio, nombre con el que se conoció al orgullosamente derechista Partido Uruguayo en un maratónico show de 12 horas con casi más gente arriba del escenario que debajo de él.
De Springsteen a Los Iracundos
La música siempre ha adornado y decorado la política y a los políticos en campaña. Es un fenómeno universal. Bruce Springsteen tocó para Barack Obama en Estados Unidos y en Argentina La Mancha de Rolando hizo lo mismo para Cristina Fernández (además de poner el grito en el cielo cuando Mauricio Macri usó su canción “Arde la ciudad” para festejar su triunfo en las elecciones porteñas de 2011). En Ecuador, antes de que el efímero presidente Abdalá Bucaram fuera destituido por “incapacidad mental” en febrero de 1997, tras apenas seis meses de gobierno, en sus actos de campaña se vio acompañado por los uruguayísimos Los Iracundos, surgidos en Paysandú en los años 60, y que hasta hoy son ídolos absolutos en el Pacífico sudamericano.