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Tomás, Mercedes y Manuel.

Foto: Sandro Pereyra

Mercedes Couchet Scópice y sus hijos hablan de su historia y la importancia de mantener la memoria viva

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“Siempre nos acordamos, no nos olvidamos”

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Mercedes Couchet Scópice marchó muchos 20 de mayo, pero la movilización que vivió con más intensidad fue la contramarcha por el voto rosado en 2009 por el Sí a la anulación de la ley de caducidad. La acompañaron sus hijos Tomás y Manuel, por entonces chicos, y recuerda que por primera vez la disfrutó y agarró la foto de su madre, Norma Scópice, con “convicción”. Hoy, unos años más tarde, Mercedes y sus hijos hablan de la historia que los atraviesa, la lucha de sus padres-abuelos y las propias, y la importancia de mantener viva la memoria. 

¿Tienen el registro de una marcha en particular o de la primera a la que fueron?

Manuel: De chicos no íbamos mucho. Me acuerdo la del año pasado que fue cuando llovió torrencialmente. Estaba todo el mundo con los paraguas, nos mojamos y me enfermé. 

Tomás: Yo me acuerdo una de chiquito, que hacía mucho frío. Tendría 8 años. Me sacaron una foto y terminé en la tapa de una revista.

Manuel: Eso fue una movida con Hijos. 

Mercedes: Me acuerdo de la del voto rosado. Fue la previa a la votación y fui con ellos. No sé si fue la primera vez que los llevé, pero fue la primera vez que la disfruté. Tenía una esperanza... Además fue contramarcha y me acuerdo que fue la primera vez que agarré la foto con convicción; siempre me generó bastante resistencia agarrar la foto. En esa marcha la agarré con una alegría... Y cuando llegamos al Obelisco me acuerdo que nos fuimos, y vos [Manuel] me dijiste: “¿La abuela?”. Y yo le digo: “¿Qué abuela?” [se ríe]. Era por la foto; íbamos a dejar el cartel. Después siempre me generó mucho sentimiento encontrado. El año pasado, por ejemplo, el que me insistió para ir fue Manuel.

¿A ustedes qué les genera? ¿Entendían algo en ese momento?

Tomás: Sabía para qué era, pero iba para acompañar. Era muy chico. 

Manuel: Para mí es una forma de marcar que siempre nos acordamos, que no nos olvidamos. 

¿Cómo fue el proceso de ir reconstruyendo tu historia y después transmitírselo a tus hijos?

Mercedes: Todavía estoy intentando entender mi historia. De chica, a mi abuela le decía mamá. Tenía todo como desdoblado. Mi abuela me había contado toda la historia. Me acuerdo algunos flashes y la sensación de pensar que mamá venía y tocaba el timbre. Era como una historia contada de afuera, como externa. Me acuerdo que cuando se votó la ley de caducidad fuimos con mi abuelo-mi padre, digamos, al Palacio. Era como una historia de otro, una cosa muy disociada. Cuando empezó toda la campaña del voto verde, yo me sumé y fue alucinante. La disfruté, y creo que así no hubiese tenido a mi madre desaparecida, igual la hubiera militado. Para nuestra generación fue preciosa esa campaña. Me acuerdo que iba mucho al Mercado de los Artesanos, y me acuerdo que había un librito con todos los desaparecidos. Me acuerdo que encontré a mi madre y me sorprendí: “Mirá, está mi madre” [se ríe]. Era como un descubrimiento. Cuando tuve hijos fue tratar de traer la figura del abuelo, la abuela, y empezar a hablar de ellos como el abuelo, la abuela. Empecé a contarles a ellos de los abuelos, pero también empecé a darme cuenta cómo los afectaba, que no era solo a mí. A través mío, porque todos los rayes que tiene mamá me doy cuenta que también los afecta. 

¿Y ustedes qué se imaginaban?

Manuel: De chico como que no le daba mucha bola. Al principio era como que no tenía abuelos y después cuando crecí me fui interiorizando más. 

Tomás: Para mí fue normal. Cuando era chiquito era como normal no tener abuelos y a poco que iba creciendo te iban contando cosas. Vas sabiendo poco a poco.

Manuel tiene 18 años, juega al fútbol en Sudamérica y empezó el primer año de Facultad de Ciencias Sociales. Piensa seguir Ciencia Política, dice. Tomás tiene 15 años y va al liceo 63. Todavía no se decidió por ninguna rama pero le gusta el arte. Mercedes tiene 48 años y es docente de inglés en un colegio y trabaja en la Comisión Sectorial de Enseñanza de la Universidad de la República. Estudió Ciencias de la Educación en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.

¿En qué cosas se reconocen en ellos?

Mercedes: Todos dicen que yo soy parecida a mi madre. El hermano de mi padre dice que Manuel es muy líder, como mi padre. 

Manuel: Alguna vez me dijo que siempre era el que reclutaba a los amigos para que se sumaran a la causa.

¿En el fútbol sos un poco líder?

Mercedes: Es capitán. 

Manuel: Sí, siempre era el delegado o cosas así. 

Mercedes: Y Tomás, con el arte, porque mi madre cantaba mucho. ¡Y él canta todo el día! [risas].

Manuel: Tenemos la guitarra de ella. 

Mercedes: Yo no tenía mucha conciencia de chica, pero esa guitarra la atesoré. Era lo que tenía de mi madre. Después para mí fue re importante que cuando ellos fueran a aprender guitarra usaran la de mi madre. La rescaté, la mandé a arreglar. Para mí fue como un tesoro que guardé toda mi vida. A los ocho años le pedí a mi madre-abuela para aprender guitarra. Y yo no sé si no quería que tocara la guitarra o qué, pero me dijeron que no habían conseguido profesor y terminé aprendiendo arpa. La guitarra es algo que tengo pendiente.

Foto: Sandro Pereyra

¿Y cómo ven el proceso de traspaso de memoria y el compromiso de los más jóvenes?

Manuel: Yo creo que ahora a esta edad como que se empezó a tomar más en serio. Cuando éramos más chicos hablábamos de dictadura y nadie sabía nada. En el liceo nunca di nada. Veía que el profesor nombraba algo y nadie tenía ni idea. Ahora tengo pila de amigos que se están sumando, que van a la marcha, que ahora con las redes suben cosas. Ahí me siento identificado. La última vez fueron pila de amigos. Me acuerdo que salí del liceo, y salí antes, y pila de compañeros salieron antes, y me acuerdo de ir en el ómnibus y que iban varios compañeros. 

¿Han militado en alguna organización?

Manuel: En el liceo, nunca. Lo que pasa es que ahora no es muy fuerte el gremio del liceo. Una amiga que estaba en el gremio me contaba que eran dos o cuatro, que nadie participaba.

Mercedes: Yo iba al Clara Jackson y cuando terminé cuarto de liceo estaba la campaña del voto verde, que fue en el 87. Teníamos un profesor milico que nos acusaba de proselitistas porque militábamos con escarapelas. En quinto dije: “quiero ir a liceo público”. Entonces me cambié y me fui al IBO. Cuando llegué al IBO, dije: “Me tengo que conectar con la agrupación filo tupa”. Ahí quería militar, no lo dudé. Se mezclaba la adolescencia y la efervescencia de la militancia, entonces me metí a militar en la agrupación independiente, y en un grupo de base del MLN [Movimiento de Liberación Nacional]. Después se fue al carajo el Frente Juvenil [del MLN] y cuando entré a la facultad intenté ir a una asamblea, pero me pasó un poco lo que le pasó a Manuel en el liceo. No quiero que mi vida pase por acá, esto del reunionismo eterno, el dejar todo por la militancia. Voy al comité del Frente Amplio. Al principio iba con cierta resistencia, pero ahora me siento parte, voy con gusto, lo disfruto, pero es una militancia como bien independiente. En mi opción de estudio, en realidad, estuvo presente la idea de que quiero hacer algo, militar desde otro lugar. Y bueno, desde lo que estudio, mi trabajo, desde este lugar es que aporto.  

Hace unas semanas José Nino Gavazzo fue condenado por el asesinato de Julio Castro. ¿Qué evaluación hacen del avance en materia de verdad, memoria y justicia? ¿Qué es lo que esperan a futuro?

Manuel: Con tal de decirte que yo le conté a mamá lo de Gavazzo y se sorprendió...

Mercedes: Descreimiento. Me acuerdo del voto rosado... En el libro Ley de caducidad, un tema inconcluso se explica muy bien cómo se fue girando ese bloque progresista y favorable a un juzgamiento, cómo se fue quebrando, cómo el Frente Amplio (FA) quedó con responsabilidades. Esa sensación de que acá la responsabilidad es nuestra, del FA, de la izquierda. También está presente esta cosa de que la mitad del país [no votó para anular la ley de caducidad] y dentro de esa mitad, mucha gente de izquierda cree que está bien que no se juzguen. Es una sensación de que nosotros mismos estamos frenando el proceso. 

Manuel: Si no se hizo hasta ahora, creo que con este gobierno va a costar un poco más. 

Mercedes: Esa sensación de que tus propios compatriotas, tu sociedad, tu país te está negando el derecho a la justicia. Más allá de mi historia, empezar a cambiar el lugar de víctima a sujeto de derecho y decir: me están negando mi derecho. Tampoco tengo fuerza para pelearla, apenas me da fuerza para estar un poco entera. Tengo esa sensación de por qué tengo que ser yo la que esté [luchando], ya bastante tengo con mi historia como para además tener que hacerme cargo de llevar adelante un proceso, aunque sé que también lo tengo que hacer. Me parece injusto que los que sufrieron tengan que estar poniéndose al hombro ese proceso, cuando en realidad esto es de toda la sociedad. 

Memoria viva

“Siempre intenté reconstruir mi historia yo. De chica, a pesar de no tener mucha conciencia, iba juntando retacitos y los iba armando como un rompecabezas”, dice Mercedes mientras pasa las hojas del álbum de fotos que armó. Las primeras fotos son del casamiento en la clandestinidad de su madre, Norma Scópice, y su padre, Gustavo Couchet, en la misma casa donde ahora viven. Enfrente vivía la prima de Gustavo, que era amiga de Norma. Él militaba en el MLN y estuvo preso en 1968 en la cárcel de Punta Carretas. “Se ve que estaba toda esa aura de los tupas y mi madre se enteró que el primo de la amiga estaba preso, se fue a la cárcel haciéndose pasar por la novia y ahí empezaron”. En 1972, Norma y Gustavo se bajaron de un ómnibus en Bulevar Artigas y Burgues. Él es reconocido por una patrulla de las Fuerzas Conjuntas y lo asesinan. Al tiempo, Norma, que también militaba en el MLN, se fue con Mercedes a Buenos Aires. En 1974 dio su testimonio ante el Tribunal Russell, en Roma, para denunciar las violaciones a los derechos humanos en Uruguay. En noviembre de 1976 un grupo de hombres armados entraron a su apartamento en Buenos Aires. Norma saltó por la ventana que daba a un pozo de aire. En el piso, según cuentan varios testimonios, gritaba el número de teléfono de la casa de sus padres en Montevideo. Se la llevaron y continúa desaparecida. Mercedes volvió con cuatro años a Montevideo a vivir con sus abuelos.

¿Siempre quisiste quedarte acá?

Mercedes: Sí, nunca se me ocurrió vivir en Buenos Aires.

Manuel: Aparte tiene un arraigo con esta casa. Siempre dice que se quiere mudar, pero no se muda ni loca.

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