Dicen que la historia es escrita por los ganadores. Quizá por eso recuerda a muchas mujeres notables apenas como madres, parejas o colaboradoras de varones ilustres. De allí viene, entre muchas otras consecuencias injustas, que sea necesario explicar quién fue Inés Previtali, fallecida el domingo.
Fue secretaria ejecutiva de la comisión nacional por el referéndum contra la ley de caducidad, y le dedicó durante años jornadas de más de 12 horas. Madres y familiares de víctimas del terrorismo de Estado saben bien que ese período no fue el comienzo ni el fin de su compromiso. Antes había participado en la fundación y los primeros años del semanario Brecha y en la gestación del Centro Uruguay Independiente. A la salida de la dictadura puso sus bienes como garantía para el alquiler de sedes del Frente Amplio.
Antes había sido secretaria de Liber Seregni y, dentro y fuera de Uruguay, a menudo su representante en vínculos políticos. Estuvo junto a Lilí Lerena (quien también era mucho más que una “esposa de”) en largos y tenaces trabajos de denuncia y construcción, desde una entrevista con Danielle Mitterrand hasta la difusión y defensa de las cartas del general por el voto en blanco de 1982.
Todo esto es sólo una parte de lo que hizo, mientras criaba a dos hijas y cuatro hijos, mantenía amplios intereses culturales y convertía su casa en un centro de contactos fecundos para varias generaciones.
Volvamos a historias de varones ilustres. Cuentan que Alejandro Magno vio, en la ciudad de Gordio, un famoso e intrincado nudo, que según la leyenda sólo podría desatar quien estuviera destinado a dominar el mundo. Parece que decidió resolver el desafío con un golpe de su espada, y declaró que daba lo mismo cortar o desatar el nudo.
Siglos después, Fernando de Aragón eligió el lema “Tanto monta” (tanto vale, da o importa), en alusión a la anécdota de Alejandro Magno y a sus propias ambiciones de conquista. Cuando se casó con Isabel de Castilla, la frase quedó en el escudo combinado de ambos, también en referencia al dominio por las buenas o las malas, pero mucha gente interpretó, pese al machismo, que tanto valía la reina como el rey: “Tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando”.
El 20 de octubre de 1949, El Bien Público informó que Luis Batlle y Matilde Ibáñez preparaban un baile en la residencia presidencial que iba a ser la “presentación en sociedad” para 17 jovencitas, y encabezaba la lista Inés Previtali. Desde aquel origen patricio, ella desató nudos pero también trenzó vínculos inquebrantables; supo cortar pero también unir y cuidar. Luchó para conquistar nuevos territorios colectivos y a menudo venció sin ánimo de dominio, con enorme generosidad y una refinada gentileza.
En estos tiempos se reivindica la fidelidad a las identidades sociales, sin ver a veces la importancia de que las personas cambien para cambiar el mundo. Inés no la olvidó, y a ella no hay que olvidarla.