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Establecimiento ganadero en el departamento de Florida (archivo, junio de 2023).

Foto: Camilo dos Santos

Cancillería defendió la producción ganadera tras cuestionamiento de la Presidencia de la COP 29

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La agrónoma Cecilia Jones, excoordinadora del área de Sostenibilidad Ambiental del MGAP, reconoció el “peso” de esta producción en la emisión de gases de efecto invernadero en el país, aunque destacó políticas que se han implementado para reducir su generación.

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Leído por Mathías Buela.
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Un comunicado emitido el jueves por la cancillería uruguaya volvió a reeditar un debate que no es nuevo si se habla de la ganadería. Concretamente, la cartera rechazó una publicación realizada a través de la red social X por parte de la Presidencia de la 29° Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 29) sobre la producción de carne y el cambio climático.

La cancillería atribuyó la publicación al desconocimiento de la “importancia de la producción agropecuaria” para “atender la creciente demanda de alimentos y asegurar la seguridad alimentaria y nutricional a nivel global”. A su vez, también criticó la falta de conocimiento sobre la existencia de “diferentes sistemas productivos que existen en el mundo y su respectivo aporte al balance neto de emisiones en términos de emisión bruta y secuestro”.

La posición oficial de Uruguay, según se anunció, se comunicaría a la Secretaría de las Naciones Unidas, así como a la Presidencia de la COP 29, a través de los canales institucionales. Según supo la diaria, esto tuvo efectos inmediatos dado que este viernes se borró la publicación y se reconoció desde la COP 29 que se trató de un “error del equipo de medios de comunicación internacionales”.

Más allá de este episodio, los antecedentes de cuestionamientos similares sobre la actividad, de carácter internacional, no faltan. Un ejemplo es el informe “La larga sombra de la ganadería”, realizado por parte de la FAO (la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), en 2006, en el cual se destacó que la ganadería es una actividad que contribuye en gran medida al calentamiento global y, en consecuencia, al cambio climático, además de provocar otras consecuencias no deseadas para la salud del planeta.

“La industria cárnica es responsable de más emisiones de gases de efecto invernadero que las compañías petroleras más grandes del mundo”, se afirmaba durante la campaña Actúa Ahora de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 2020. “La producción de carne contribuye al agotamiento de los recursos hídricos y es el principal impulsor de la deforestación”, agregaba la misma publicación de la cuenta oficial de Twitter de la ONU.

Ante estas dos afirmaciones, en aquel momento la cancillería también emitió un comunicado en rechazo. Posteriormente, la publicación fue eliminada. Luego de esa decisión, sin embargo, se indicó desde el órgano ejecutivo que se informaría de lo sucedido por los canales oficiales para manifestar sus reparos con la postura de la ONU.

La ganadería uruguaya y el cambio climático

El principal gas de efecto invernadero que emite la ganadería es el metano (CH4). Esto es consecuencia de la digestión entérica que realizan todos los rumiantes. Este tipo de animales recurren a bacterias y otros microorganismos para procesar las pasturas en su estómago. Eso les permite obtener los nutrientes del pasto ingerido, pero a su vez se produce metano, que el ganado libera principalmente mediante eructos.

En el caso uruguayo, según explicó a la diaria la agrónoma Cecilia Jones, el “peso” que tiene la ganadería en las emisiones de gases de efecto invernadero es superior a la de otros países. “Uruguay cuando quiere hacer un esfuerzo en mitigación de gases de efecto invernadero tiene esa dificultad de que gran parte son parte de un proceso biológico, un proceso de producción”, destacó la excoordinadora del área de Sostenibilidad y Cambio Climático del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca.

Frente a esa encrucijada, según Jones, el país hace más de dos décadas viene realizando diferentes movimientos para reducir la “intensidad” de las emisiones. “Los cambios tecnológicos que ha habido en la ganadería hacen que se produzca mejor y con menos emisiones por kilo de carne”, apuntó.

Recordó que en los últimos años se han llevado adelante estrategias “basadas en políticas públicas y en financiamiento climático tratando de medir” los efectos a nivel de gases de la ganadería. Como ejemplo, recordó el proyecto “Producción ganadera climáticamente inteligente y restauración del suelo en pastizales uruguayos”, conocido como Ganadería y Clima (2019-2023). Esta iniciativa, que contó con la participación gubernamental y el financiamiento del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF), llevó a la creación de una guía para el diseño de sistemas ganaderos climáticamente inteligentes, que fue dada a conocer en abril de este año.

Jones detalló que ese proyecto se centró en los sistemas de cría de vacas, toros y terneros, y logró “mejorar muchísimo los niveles de producción” y, por ende, reducir el impacto a nivel ambiental basado en la “eficiencia” del proceso. “No son tecnologías súper sofisticadas, pero tienen que ver con armonizar lo que es el crecimiento de las pasturas con las demandas metabólicas de los animales; son cosas en las que se puede trabajar con gestión”, valoró la agrónoma.

¿Qué se está haciendo en el mundo?

Según Jones, en el mundo uno de los enfoques en el que se está experimentando para la reducción de emisiones es el “mejoramiento genético”. En Uruguay, el “INIA [Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria] está trabajando en disminuir la emisión de gases de metano por kilo de carne, están haciendo monitoreos y hay variabilidad entre los animales y eso es una cosa con potencial para explotar”, detalló la agrónoma e indicó que se trata de procesos en los que se busca determinar qué animales “son más eficientes metabólicamente”.

Agregó que en otros países ganaderos se está trabajando en “inhibidores de la producción de metano”. Más allá de que ya hay productos registrados con este fin, Jones reconoció como una dificultad para los sistemas de producción nacionales que el suministro de los inhibidores se dé a partir de procesos de alimentación, por lo que se desarrolla principalmente en animales que se mantienen confinados y no a cielo abierto.

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