“Izquierda auténtica” son las dos palabras que utilizan Unidad Popular (UP), el Partido de los Trabajadores (PT) y el Frente de Trabajadores en Lucha para definirse en contraposición con el Frente Amplio (FA). Tras algunos intentos fallidos, de cara a este proceso electoral concurrirán en una alianza conjunta que encabezará Gonzalo Martínez, militante del Movimiento 26 de Marzo, quien dialogó con la diaria.
¿Cómo terminan por confluir en esta alianza electoral?
En realidad, todas estas organizaciones han venido teniendo su propio proceso de gestación y desarrollo en el ámbito de la izquierda. Algunas fuimos parte del FA, como algunas de las que integran la UP; otras nunca lo fueron. Sin embargo, las definiciones políticas de cada una de estas organizaciones nos han llevado a ir confluyendo en el ámbito social, fundamentalmente este año pasado, a partir de lo que fue la reforma de la seguridad social del gobierno. A partir de esta lucha fue también madurando la idea de que era necesario que esa confluencia social también tuviera una expresión político-electoral. A partir de una serie de reuniones y, sobre todo, de la coincidencia en movilizaciones y en posturas políticas, se entendió que era posible. Todas estas organizaciones hemos estado vinculadas y próximas desde el punto de vista político durante algún tiempo. No siempre se llegó a los acuerdos finales, pero sí hubo aproximaciones, y la propia vida y el desarrollo de la lucha política llevan a madurar y a superar las posibles diferencias. En este caso se entendió que lo que había eran matices y eso podía ser perfectamente dejado de lado.
¿Qué era lo que no estaba madurado?
Lo que es el trabajo político-electoral, allí había algunas diferencias. Después, diferencias que podían ser desde el punto de vista político en el plano internacional sobre los procesos progresistas en América Latina y también diferencias en el plano sindical, porque hemos tenido experiencias distintas. Esas diferencias, luego de haberse expresado durante algún tiempo, concluimos que no son determinantes y que nos permiten transitar de forma conjunta. Eso es lo que estamos iniciando en esta etapa. Hay un objetivo bien importante, que es la reconstrucción de la izquierda en Uruguay, porque una de las lecturas en las que coincidimos todos es que la experiencia del progresismo ha sido muy perjudicial para el desarrollo de una opción de izquierda revolucionaria en Uruguay. En buena medida, el progresismo se ha convertido en un freno para el desarrollo de la lucha de la izquierda en nuestro país.
¿Te referís a que el ala progresista del FA se ha convertido en un freno?
Claro, no encontramos ni los principios ni los valores históricos de la izquierda en las políticas llevadas adelante por el FA; en definitiva, quien compra al FA por revolucionario está comprando algo que no es así en el fondo. Esto no quiere decir que no haya gente de izquierda en el FA, por supuesto que la hay, están en esa contradicción dentro del FA, pero su conducción y el rumbo hegemónico demuestran que se han volcado hacia el centro e incluso a la derecha. En el tema de la seguridad social es bien evidente; los principales dirigentes del FA defienden las AFAP, están en contra del plebiscito, están a favor del aumento de la edad para jubilarse y, al parecer, se niegan a brindar una jubilación más digna para los que cobran las jubilaciones mínimas. Si vamos al plano de los derechos humanos, la ley de impunidad ha seguido vigente, el FA tuvo la mayoría parlamentaria en todos sus períodos y no la eliminó. Si uno mira lo que es en el plano económico, [Danilo] Astori diseñó un cumplimiento del pago de la deuda externa que ningún otro gobierno ha podido sostener con tanta fidelidad. Hay muchos ejemplos en distintas áreas que sostienen y reafirman que el FA se alejó de un rumbo transformador revolucionario de izquierda y adoptó una postura progresista conciliadora con los intereses del gran capital.
Vos mismo decías que hay gente que considerás de izquierda dentro del FA. ¿Por qué no apostar a ese trabajo desde adentro para sacarlo de ese lugar al que entienden que entró?
El 26 de Marzo, por ejemplo, un espacio fundador del FA, avizoró con anterioridad este proceso e intentó generar correlaciones de fuerzas, por ejemplo, con la Corriente de Izquierda, y eso no fue posible. La correlación de fuerzas primó hacia las tendencias centrodemócratas como las que finalmente conducen al FA. Otro hecho muy interesante es que con esas organizaciones que son más de izquierda dentro del FA coincidimos en el plano social, como lo hacemos con estas otras alianzas que integran el espacio político-electoral. Por ejemplo, hay un par de sectores del FA que apoyan el plebiscito y, sin embargo, van a contrapelo de las decisiones de sus dirigentes. A nuestro entender, la incoherencia está en ese lado.
Dentro de la UP hay maoístas, marxistas-leninistas más clásicos, de todo un poco. ¿Qué los une?
Hay una reivindicación de los principios históricos de la izquierda: el antiimperialismo, el anticapitalismo, la autodeterminación de los pueblos, la necesidad de impulsar un proceso de liberación nacional y de socialismo. Esos son los grandes paraguas y las grandes referencias que nos identifican a todos. Después hay, por supuesto, particularidades y matices en función de las corrientes ideológicas de cada organización.
El PT, por su parte, es trotskista, ahí hay varias diferencias.
Las diferencias son conocidas producto de nuestros orígenes ideológicos. Siendo sabios conocedores de las diferencias que tenemos, ponderamos las coincidencias, y esa es la fortaleza de esta alianza: ponderar los elementos de unidad, que son los que nos permiten avanzar. Por ejemplo, las lecturas en el plano internacional sobre el papel y el respaldo que se les pueda dar o no a las experiencias progresistas de América Latina. Ese es un caso muy evidente, en algunos casos hay quienes han refrendado medidas impulsadas por los gobiernos progresistas y, de repente, otra de las organizaciones no lo han hecho.
Cuando hablás de la síntesis que hacen, mencionás el plebiscito contra la reforma de la seguridad social. ¿Cómo ves a las organizaciones sociales y políticas en relación con este tema? Hubo una votación dividida en el PIT-CNT.
El gobierno, cuando asumió, anunció que iba a implementar la reforma de la seguridad social. Ese camino quedó medianamente solapado con la LUC [ley de urgente consideración], que se llevó todas las atenciones. De todas formas, ahí ya estaba establecida la conformación de la Comisión de Expertos, en la que todos participaron, y ahí ya está la señal más clara que se puede haber tenido en este plano. Participaron las AFAP, participó el movimiento sindical, participó todo el espectro político parlamentario. Una vez que se conoció el contenido, el campo popular empezó a analizar y a preguntarse qué hacer. Ahí es cuando la ATSS [Asociación de Trabajadores de la Seguridad Social] impulsa su proyecto alternativo y se empiezan a aglutinar y a confluir fuerzas diversas del campo popular, tanto en el plano social como político-partidario. Las primeras organizaciones políticas que respaldan el proyecto alternativo de la ATSS son las que hoy integran esta alianza electoral. Posteriormente, cuando aparece la papeleta, aparece el respaldo de las otras organizaciones políticas que hoy están en el marco del FA, no al proyecto alternativo, a la papeleta.
Con la correlación de fuerzas que hay en el Parlamento, ¿no estaría destinado a naufragar ese proyecto?
Desde el Parlamento se podría haber hecho mucho más visible el punto de vista político, se podría haber dado a conocer en detalle las medidas y también se podría haber generado una propuesta plebiscitaria, con un marco de respaldo mucho mayor que el que finalmente tiene el actual plebiscito. El FA perdió una oportunidad, además de los 15 años de gestión, de tener un marco más popular para transformar la seguridad social.
Hablando de la correlación de fuerzas en el PIT-CNT, que estaba dividido en tercios, ¿cómo negociaron para terminar con esta papeleta?
Nadie puede desconocer que en el PIT-CNT se expresan también las propias corrientes que tiene el FA, y en esa expresión se llega justamente a ciertas propuestas en el plano sindical. Allí hubo una fuerte resistencia en su conjunto. En una primera etapa casi todas las corrientes tuvieron reparos con la idea del plebiscito, pero en la medida en que esto se fue incrementando y fue levantando temperatura, se empezaron a dar señales claras hacia afuera y la presión se fue incrementando. Obviamente, dentro del Partido Comunista hubo fuerte resistencia, porque el tema de las AFAP es un parteaguas para muchos dirigentes del FA.
¿Por qué considerás que es un parteaguas?
Porque sería dejar en evidencia la complicidad del FA durante 15 años al no haberlo quitado y al mantener el sistema mixto y la privatización de la seguridad social. Después, porque las AFAP fueron un financista destacado en la administración frenteamplista, porque financiaron muchas de las inversiones y de los proyectos que el FA proponía y que hacía con base en endeudamiento o préstamos. El propio [Yamandú] Orsi, siendo intendente de Canelones, llevó adelante muchas obras con plata de las AFAP. Imagino que eso debe ser una parte de la explicación por la cual Orsi se opone al plebiscito.
Concretamente en lo programático, ustedes tienen la propuesta de generar un salario mínimo nacional vital. ¿Cómo funcionaría?
Es multidimensional. Por ejemplo, si el Estado desarrolla una política de vivienda accesible a los trabajadores como nosotros proponemos, se paga una cuota mensual equivalente a 10% del ingreso. Eso es una cuota que no altera el ingreso familiar y [con la que] la persona puede hacer frente a las finanzas y sus necesidades. Esa es una forma de fortalecer y dignificar el salario de forma indirecta, porque le asegurás el derecho a la vivienda sólo con 10% del salario o el ingreso familiar. Lo mismo pasa en otras áreas, con el tema educación, con el tema salud. En la medida en que el Estado cubre de forma total esos derechos, el salario se fortalece, y si a la vez les quitás el IVA a los productos de la canasta básica, les estás sacando una carga impositiva a los trabajadores. Con todo eso fortalecés el salario.
Si garantizás esto, tenés que asegurarte de que sean viviendas de calidad, que la educación sea de calidad, lo mismo con la salud. ¿Cómo lo hacés?
El hecho de poder asegurar una política educativa de calidad pasa en buena medida por darle 6% del PIB a la ANEP y la Udelar y 1% a la investigación. ¿Cómo se hace eso? Reordenando el gasto social en otras áreas, por ejemplo, en el Ministerio de Defensa, o poniéndole un impuesto a la educación privada. Vos podés reorientar y fortalecer la educación pública. Lo mismo pasa con la salud pública, cuya privatización fue habilitada por el Sistema Nacional Integrado de Salud. En el caso de la vivienda es evidente: en Uruguay la política que más vivienda construye en este país es el cooperativismo, estamos hablando de más de 3.000 viviendas por año. Si nosotros destináramos más presupuesto, podríamos estar hablando de más viviendas por año que las que hay en la actualidad y que no quedaran en suspenso como pasa hoy.