“Volverás a mi huerto y a mi higuera, por los altos andamios de mis flores, pajareará tu alma colmenera, de angelicales ceras y labores”, reza la placa que acompaña la escultura de Nibia Sabalsagaray en la calle homónima de Nueva Helvecia, Colonia, ciudad donde nació y vivió hasta que a sus 18 años se mudó a Montevideo para hacer el profesorado de Literatura en el Instituto de Profesores de Artigas (IPA). Estos versos, según el texto que escribió el colectivo de familiares y amigos de Sabalsagaray, “parecen haber sido escritos para ella”, aunque el poema en cuestión es del poeta y dramaturgo español Miguel Hernández.
El texto fue leído este miércoles, en el acto por los 50 años del asesinato de la docente, en una mesa en la que estuvieron la exfiscal Mirtha Guianze, el abogado de la familia, Juan Errandonea, el médico forense Hugo Rodríguez –cuya investigación determinó que Nibia no se había suicidado, como los militares habían dicho– y Marcos Carámbula, compañero de militancia de Nibia y por entonces estudiante de Medicina. También estuvieron presentes en la apertura y en la introducción del acto Rodrigo Arim, rector de la Universidad de la República, y el historiador Álvaro Rico.
“La tuvimos presente en los momentos más difíciles, traspasó las rejas de cientos de presas y presos políticos hasta el final de la dictadura”, continúa el texto del colectivo que leyó la periodista Sofía Kortysz, quien moderó la mesa. “La hicimos feminista los 8 de marzo, porque Nibia siempre estaba en el futuro”, agrega.
Antes de que comenzara el acto, la diaria conversó con Gabriela Betancour Curutchet, prima de Sabalsagaray. Aunque tiene 36 años, por lo que nunca la conoció, dijo que Sabalsagaray “siempre ha sido una referente en todo”. En ese sentido, a pesar de militar por memoria, verdad y justicia, la historia de su prima la abordó mucho antes de que empezara a militar. Particularmente, recuerda cuando en 2010 se conoció la noticia de que iban a condenar a los militares Miguel Dalmao y José Chialanza como coautores de homicidio especialmente agravado por su causa.
A Sabalsagaray la asesinaron cuando tenía 24 años, el 29 de junio de 1974, después de que un grupo de hombres armados la secuestró del hogar estudiantil de hijos de obreros de Campomar. “A medida que uno crece lo va viendo de otro modo. Pasás a vivir más vida de lo que ella vivió, y a su vez te impacta todo lo que hizo en tan poco tiempo, lo que sabía, lo que leía, lo que militaba, lo dispuesta para los demás que estaba”, reflexionó Betancour.
Fuera del acto, el colectivo de familiares y amigos de Nibia juntaba firmas para que una plaza de camino Casavalle y Hamburgo lleve el nombre de la profesora de Literatura y militante del Partido Comunista del Uruguay asesinada.
Carámbula: “Su lucha no fue en vano”
Tanto el abogado de la familia de Sabalsagaray como la exfiscal Guianze solicitaron la declaración de inconstitucionalidad de la aplicación de la ley de caducidad en este caso. Esto sucedió en 2009 y el fallo fue votado unánimemente por los cinco ministros de la Suprema Corte de Justicia. En su momento, Guianze, quien se desempeñaba como fiscal penal de segundo turno, calificó el fallo de “muy sólido y contundente”.
En el acto de este miércoles, la exfiscal dijo que en los casos de delitos de lesa humanidad “se ha avanzado”, pero criticó que “no hay un equipo investigativo” para estos casos como sí los hay para los de delitos comunes. No obstante, celebró que se haya creado una fiscalía especializada en el tema, que está a cargo del fiscal Ricardo Perciballe.
Por su parte, Errandonea recordó que conoció a Sabalsagaray en el entorno de 1973, cuando ambos militaban en la Unión de la Juventud Comunista, y que se enteró de su asesinato por un informe que le llegó y por la prensa clandestina. “Ese tipo de noticias no salían en televisión, uno se enteraba de la caída de los compañeros por los medios clandestinos”, señaló.
En 2004, la hermana de Sabalsagaray, Estela, concurrió al estudio del abogado con el objetivo de que se “consagrara la verdad histórica y judicial de que Nibia había sido asesinada y no que se había suicidado”. “A nadie se le ocurría denunciar o citar a un militar”, indicó el abogado, por lo tanto, “encarar esa denuncia parecía un trabajo titánico”.
Rodríguez tuvo un rol clave en esto, y explicó en su intervención que la inconsistencia del relato sobre la muerte de Sabalsagaray surgía “de la propia investigación de los militares, de las fotografías de los cuerpos y de las celdas”, lo que “resultaba incompatible con el relato militar que decía haber encontrado el cadáver de la muchacha de 24 años”.
En el velorio de Sabalsagaray, Carámbula desobedeció la orden militar de no abrir el cajón y constató que las heridas en el cuerpo no correspondían a un suicidio, un dato fundamental para el posterior procesamiento de los militares.
“Nibia no pudo ver las conquistas posteriores”, expresó Carámbula, y pidió “volver siempre a pasar por nuestro corazón a los que no están”, ya que “ellos están en nosotros y seguirán estando”. “Su lucha no fue en vano. La historia se construye con muchos testimonios, con la vida de muchos militantes; que sus banderas levantadas hoy por nuevas generaciones, con nuevos desafíos, con estilos distintos, que se pueda apoyar en los valores de aquellos que nos precedieron”, reflexionó.