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Miguel Sierra.

Foto: Mara Quintero

Miguel Sierra, presidente del INIA: “La orientación principal es la producción sostenible de alimentos saludables”

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El nuevo presidente del instituto dedicado a la ciencia, la tecnología y la innovación en materia agropecuaria habló del impacto que causó que en 2024 no recibieran transferencias de recursos del gobierno y los planes para este período.

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El Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) es una persona jurídica pública de derecho privado creada en 1989 (Ley 16.065) para “generar, adaptar y transferir tecnologías y conocimientos que respondan a las necesidades y a la realidad del sector agropecuario y del Uruguay”, dice en su web. El instituto coordina con el Poder Ejecutivo a través del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) y funciona en sinergia con las gremiales agropecuarias, que participan de su gobernanza.

La Junta Directiva del INIA está conformada por cuatro titulares: dos representantes del MGAP, que ocupan la presidencia y vicepresidencia del instituto, y dos representantes de las gremiales agropecuarias (un cargo es rotativo entre la Asociación Rural del Uruguay y la Federación Rural y el otro rota entre Cooperativas Agrarias Federadas, la Comisión Nacional de Fomento Rural y la Federación Uruguaya de Centros Regionales de Experimentación Agrícola).

El ingeniero agrónomo Miguel Sierra fue designado como presidente del INIA y asumió –venia del Senado mediante– el 19 de marzo, por lo que lleva poco más de un mes al frente del organismo. Es egresado de la Universidad de la República (Udelar) y tiene una maestría y un doctorado en Tecnología de Alimentos por la Universidad Politécnica de Valencia.

Trabaja en el INIA desde 2010, cuando retornó de España, y se ha desempeñado como director de Relaciones Corporativas, gerente de Vinculación Tecnológica y gerente de Innovación y Comunicación. En diálogo con la diaria, Sierra habló sobre los desafíos que plantea esta nueva responsabilidad, los estrechos vínculos entre tecnología y producción agropecuaria y el plan estratégico para 2025-2030.

Tu designación para dirigir el INIA siendo funcionario es parte de la política de este gobierno de nombrar cuadros funcionales de carrera para que estén al frente de los organismos, en lugar de poner a personas de afuera.

Sí, se habló eso, y en ese sentido se buscó en varios departamentos del ministerio y en varios institutos si había gente de la institucionalidad que pudiera hacerse cargo de estas responsabilidades, porque se les iba a dar prioridad. Tienen el histórico y el acumulado y se veía como muy positivo, para no arrancar de cero. Mi experiencia acá en la Junta Directiva es que a alguien externo le lleva un año, un año y medio, entender dónde está parado.

¿Cuáles son los ejes del plan estratégico 2025-2030, teniendo en cuenta las prioridades que marcó el ministro Alfredo Fratti: el riego, la garrapata y la tasa de procreo bovino?

Hay un grupo técnico que está elaborando ese plan y luego ese documento se envía a la Junta Directiva y le daremos la aprobación final. En esos tres ejes que nombraste vamos a jugar fuerte. Como marco general, el INIA va a tener una orientación que sigue siendo la principal, que es la producción sostenible de alimentos saludables. Y ahí hay tres paradigmas que el INIA tiene que integrar de forma creativa, que son la intensificación sostenible: producir más con el menor impacto ambiental, fundamentalmente utilizando biotecnologías, las tecnologías digitales, y el tema riego y agua. Luego hay toda un área que estamos trabajando que es la de transiciones agroecológicas, que implica impulsar la disminución del uso de agroquímicos y combinar sistemas más resilientes con producción de plantas y animales. También se está haciendo con los consumidores y los productores, porque la movida agroecológica también es social, no es sólo agronómica. Después hay otra área que queremos desarrollar que es la bioeconomía circular: generar bionegocios y todo lo que está relacionado a la producción de alimentos. Puede ser desde vacunas hasta bioinsumos, el aprovechamiento de lo que antes eran residuos para hacer compostaje, para hacer energía, para hacer cosméticos. Abrirnos un poco a ese eje es fundamental. A toda la dimensión de bioeconomía le vamos a dar un impulso, a los bionegocios, porque queremos que las estaciones experimentales del INIA sean campos de innovación y no sólo de investigación, que se instalen empresas con I+D [innovación+desarrollo]. Y el tercer eje de trabajo es hacer una organización más efectiva, con procesos transparentes, en la que se mejore el clima laboral, en la que se dialogue de forma permanente con los gremios y con los trabajadores en búsqueda de las mejores soluciones entre todos.

¿Cómo se financia el INIA y cómo piensan financiar ese plan en particular?

La principal fuente de financiación es el cuatro por 1.000 del adicional del impuesto a la enajenación de bienes agropecuarios [Imeba], un porcentaje similar debe venir de Rentas Generales, eso estaba en la ley original. El aporte de Rentas Generales podía ir desde el monto del Imeba para arriba, pero a partir del gobierno de Luis Lacalle Pou se puso como tope el propio monto del Imeba. En 2016 se había hecho un acuerdo con el entonces titular del MGAP, Tabaré Aguerre, de fijar ese monto de rentas generales en 600 millones de pesos, eso quedó. Eso hasta el año pasado se había cumplido. Pero, en 2024, de esa parte no vino nada, vino sólo el Imeba y con retraso. La parte que tenía que aportar Rentas Generales de 600 millones de pesos actualizados no vino. Entonces, el compromiso es que este año la van a pagar en seis cuotas, desde enero a junio, y en otras seis cuotas para cumplir con lo de 2025. Al final serían 12 cuotas de 100 millones de pesos cada una.

Además, hay otras formas de financiamiento. El INIA compite por fondos nacionales, a veces proyectos en ANII [Agencia Nacional de Investigación e Innovación] y también en proyectos internacionales, en todas las redes: Fontagro, que es la red de entidades similares a INIA de Iberoamérica, Procisur, que es la red de institutos como el INIA del Cono Sur, la Fundación Bill Gates y otras entidades. Ahí es a cambio de proyectos, fundamentalmente para financiar infraestructuras, equipamiento y equipos técnicos o contratar gente postdoc [después del doctorado] o maestranda [cursando una maestría] que haga los proyectos.

¿Y qué pasa con el ámbito privado?

Por una parte los tenemos en la gobernanza y aportan a través del Imeba, y, a su vez, hay instrumentos de ANII, como redes, alianzas, en las que generalmente la ANII financia 70% y 30% tienen que aportar los privados. Ahí tenemos experiencia con los sectores agrícola, citrícola, lechero y ganadero.

¿Qué impacto tuvieron en el INIA esos 600 millones de pesos que no llegaron en 2024?

Hubo que recurrir a reservas; eso implicó atrasar inversiones, provocó un clima de incertidumbre institucional, porque que no te den la parte de presupuesto de Rentas Generales es una señal fuerte. Que el gobierno te dé esa señal, cuando estamos diciendo que queremos apostar al aumento de la productividad del país, a un agro inteligente, competitivo, sostenible. Eso hoy, si no se basa en ciencia, tecnología e innovación, no tiene asidero, es una frase vacía. Que no llegara esa partida nos generó no sólo complicación operativa, sino también en lo conceptual: nos aportó un poco más de incertidumbre a lo que el mundo ya está aportando.

Pensando en las iniciativas de los productores y en los eventos genéticos que ustedes generan para adaptar variedades al medio, ¿los productores van un paso delante del INIA o el INIA va un paso adelante de los productores?

Es un proceso dinámico y depende del área y los temas. En algunos aspectos, el INIA va adelante, en otros hacemos seguimiento de productores que son más innovadores. Hay que tener en cuenta también que ahora los productores tienen otras fuentes de información, circulación en las redes sociales, asistencia a ferias; los proveedores de insumos también permanentemente están trayendo nuevas tecnologías a Uruguay. Entonces, es un entorno mucho más competitivo y desafiante. Pero depende del área, en algunas estamos adelantados. A su vez, una cosa importante es que el INIA tiene que velar por los impactos a mediano y largo plazo con una visión sostenible. Todo lo que era la política de rotación de cultivos con pasturas, cuando vino el paquete de la soja, que era cultivar soja sobre soja, el INIA dijo “¡ojo! Ese modelo no es sostenible, están destrozando los suelos, extraen muchos nutrientes, van a dejar los suelos compactados”, y fue lo que pasó. A veces vienen paquetes que están muy impulsados por marketing e impulsos empresariales potentes, y el INIA parece como conservador, pero en definitiva es porque está velando por que los sistemas sean sostenibles a mediano y largo plazo y no sólo en la productividad del corto plazo. Algunos productores en esos casos te ven como lento, como que no te adecuás, pero más que eso es que tenés una visión distinta o complementaria y estás velando por la sustentabilidad. En otras áreas, sin duda, hay productores que han experimentado y traen tecnologías que a veces nos dicen “me hubiera gustado que se hubiera arriesgado el INIA y lo hubieran hecho en las estaciones experimentales antes que nosotros”. Pero es un sistema dinámico. Todos los institutos de investigación en algún momento, en algunas tecnologías, la corren de atrás, porque los propios productores son los primeros que a veces prueban nuevas tecnologías. No me preocupa estar en alguna atrás. Si estamos en todas, sí me preocupa.

Pero a la larga los productores parecen ir incorporando las tecnologías desarrolladas por el INIA, viendo las variedades de arroz que se producen, por ejemplo.

Sí, es heterogéneo. El arroz sí, hoy más del 70% de las variedades que se plantan en Uruguay son del INIA; la última es INIA Merín, la pusimos incluso en la evaluación de impacto de INIA de los 20 años, es un caso de éxito. Hay también casos de cebadas: el INIA tiene mucha colaboración con la industria maltera, las cebadas que utiliza esa industria en Uruguay las generamos nosotros. En el sector frutícola hay variedades que INIA trae del exterior y adapta a Uruguay, y a su vez sistemas de control biológico de plagas que se crearon acá con la Facultad de Agronomía: feromonas, conjunción sexual. En el citrus se están creando nuevas variedades, incluso están siendo demandadas por actores internacionales. En lechería trabajamos muy bien en contacto con la red tecnológica láctea y todo un sistema de gestión inteligente del pasto. La ganadería es un sistema que tenemos que mejorar en el aspecto de adopción de tecnología, y ahí queremos articular mucho con el Plan Agropecuario. Está entre los ejes que planteó el ministro, que es aumentar la tasa de procreo vacuno.

¿Qué es lo que está pasando con la procreación bovina?

Hoy tenemos una tasa promedio de Uruguay de 65%: cada 100 vacas que se preñan, nacen 65 terneros. Ahí hay un problema, es una tasa muy baja. La apuesta del ministro con el Plan Agropecuario es a una gestión más inteligente del pasto para que, cuando está en la máxima demanda de la vaca, esté la disponibilidad del pasto para dar ese shock de energía que permita que la vaca se reproduzca.

El INIA es una entidad descentralizada, y estuviste recorriendo todas las estaciones experimentales del interior del país.

Eso fue lo primero que nos planteamos, teniendo en cuenta lo que está impulsando Fratti, de un gobierno de cercanía. Estuvimos en Treinta y Tres, Tacuarembó, Salto, La Estanzuela, en Colonia, y Las Brujas, en Canelones. Hoy en el INIA somos 745 funcionarios, de los cuales 94% están en el interior del país en esas cinco estaciones, 590 son efectivos y tenemos unos 149 investigadores, de los cuales 90% o tiene doctorado o está en camino de tenerlo, que es un porcentaje alto en América Latina. Cada estación tiene un foco de atención, aunque a veces abarca todos los temas, pero, simplificando, Treinta y Tres tiene mucho foco en arroz y sostenibilidad, Tacuarembó en carne y forestal, Salto en citricultura y horticultura protegida, La Estanzuela en lechería, cereales, ganadería intensiva, y básicamente Las Brujas es horticultura y la unidad de biotecnología.

¿Debería haber más estaciones de este tipo?

Hay que hacer inversiones muy potentes para crear estaciones; el desafío es coordinar más con la UTEC [Universidad Tecnológica], con la Udelar y con UTU y hacer un sistema más virtuoso de todo lo que es ciencia, tecnología e innovación vinculada a lo rural y al interior. Va más por ahí que por crear más estaciones. Complementar, potenciar esa red más sinérgica.

Recientemente se presentaron los resultados de un estudio de impacto sobre las investigaciones de INIA, ¿qué conclusiones se destacan?

Sí, tuvimos una revisión en 2011 y ahora la segunda fue en 2024. La primera conclusión es que si el INIA no existiera habría que crearlo, pero también decimos: “Ojo con dormirse en los laureles”. El peor escenario es la autocomplacencia o pensar que tenemos que hacer lo mismo de ahora en más, eso sería un error. El entorno ha cambiado mucho desde que se creó el INIA, así que hay que saber jugar en esta nueva cancha. Los problemas ambientales tienen una importancia muy relevante, estamos en un mundo de la ciencia de datos, la inteligencia artificial; tenemos que fortalecer ese componente, estamos en un sistema de ciencia y tecnología más complejo. Además, ha cambiado el territorio, la institucionalidad, se ha creado la UTEC, está el Instituto Pasteur, el Clemente Estable, está la UTU, entonces el INIA tiene que jugar con un sistema mucho más complejo de lo que era en su creación. El desafío es colaborar en ese entorno. A nivel de inversión, el retorno nos dio de 1,18 a 1,25 dólares por dólar invertido, y estamos a nivel del IRTA [Instituto de Investigación y Tecnologías Agroalimentarias] de Cataluña, de su similar de Francia, del de Chile, es un retorno comparable al de otros. Pero hay que mejorar en muchos aspectos. Hay también una señal que tenemos que analizar, porque vieron que la productividad en Uruguay en los diez últimos años estuvo bastante estancada como promedio, hubo sectores que dispararon más que otros. Hay múltiples explicaciones, una es que en los últimos diez años hubo tres años de sequía muy importantes; otra, que hay tecnologías que generan los institutos como INIA o la Udelar, pero faltan actores de transferencia de tecnología, que están débiles en Uruguay, que hacen la conexión con el sector productivo, que son ellos los que mueven la productividad. Las tecnologías, desde cuando se empiezan a crear hasta que impactan, pasan entre 12 a 14 años: se genera la línea, se forma gente, se crean los laboratorios, la estructura, se publica, se genera un producto tecnológico, se protege, se comercializa, se adopta y se hace un uso satisfactorio. Todo eso en promedio lleva entre 12 y 14 años en el agro. Y hay un tema mundial, que se está viendo, y es que la tasa de rendimientos es decreciente, la puesta de energía, inversión y tecnología no tiene los resultados que tenía hace unos años, los saltos de productividad cada vez son más complejos. Ahora se abre una ventanita con la inteligencia artificial y la biotecnología, pero es un fenómeno en todo el mundo, está costando que la productividad dé un salto.

¿Además de preparar el plan estratégico, están pensando en el presupuesto quinquenal?

Sí, estamos afinando la puntería, viendo dónde vamos a poner énfasis desde el INIA. Eso lo tenemos que coordinar con el MGAP ahora en mayo; eso luego se presenta al gobierno, el gobierno presenta su presupuesto en junio y se discute hasta setiembre en el Parlamento. En eso estamos trabajando. Es muy importante que el grupo interno aporte una propuesta base, pero que tenga validación con actores de las gremiales, de la academia y de los decisores de política pública. Ese proceso tiene que ser muy participativo.

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