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Muestra de colonias de cianobacterias, tomadas en la playa La Balconada, de La Paloma, el 30 de enero. Foto: Ana Martínez

Excepcional proliferación de cianobacterias: alcanzó 500 kilómetros de costa, de Carmelo a La Paloma

5 minutos de lectura

Científicos alertan que el fenómeno “podría volverse más frecuente” a causa del incremento de lluvias, de la producción agroindustrial y de los embalses.

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La presencia de cianobacterias en la costa uruguaya genera preocupación a todo nivel: en la población, que con calores y soles agobiantes no debería bañarse en las playas si se divisan cianobacterias; en las autoridades sanitarias, porque pueden generar cianotoxinas capaces de causar irritaciones en la piel, afecciones gastrointestinales y pulmonares, con documentados episodios de gravedad; en la Dirección Nacional de Medio Ambiente, que en estos días destacó el beneficio que significaría recurrir a la agroecología y cambiar técnicas de fertilización del suelo que son el abono para el desarrollo de las cianobacterias; y a nivel turístico, porque además de la salud y el ecosistema, se ve amenazada una de las principales actividades económicas del país. Preocupa especialmente la extensión temporal de las cianobacterias, así como la territorial, porque el 30 de enero llegaron hasta las aguas saladas del departamento de Rocha. Si bien el evento es extraordinario, un grupo de investigadores de la Universidad de la República y de la Dirección Nacional de Recursos Acuáticos (Dinara)1 concluyó el viernes un informe, al que accedió la diaria, que advierte: “Las perspectivas a futuro indicarían que este evento extraordinario podría volverse más frecuente, ya que los pronósticos de lluvia para la región indican su incremento y las políticas de desarrollo agropecuario prevén el aumento de la producción intensiva y la construcción de embalses. Esto favorecerá el aumento aun mayor de grandes biomasas de cianobacterias y su traslado aguas abajo hacia las costas de Rocha”.

El 30 de enero, los guardavidas de las playas de La Balconada y Los Botes, de La Paloma, divisaron las manchas verdes en el agua; eso disparó una alerta y la coordinación de acciones con la Dinara, el Centro Universitario Regional Este de la Universidad de la República, la Intendencia Departamental de Rocha (IDR) y la Coordinadora de Guardavidas de Rocha. Ese mismo día, los técnicos tomaron muestras. Se relevaron 23 sitios y en 17 se confirmó la presencia de cianobacterias. La mayor intensidad se observó en la playa de La Balconada, donde había espuma de cianobacterias –mancha verde que se divisa de lejos debido a la abundancia de bacterias–, mientras que “en las piscinas rocosas del Cabito y en Los Botes se observaron acumulaciones de colonias y en el resto de las playas se observaron colonias dispersas o ‘yerba’ llegando al menos a un total de diez sitios afectados”; entre esos sitios estaban también las lagunas José Ignacio y de Rocha, y las playas Serena, Bahía Chica, Bahía Grande y La Pedrera. Al día siguiente ya no se vio espuma, y la visualización de colonias dispersas empezó a desaparecer. La bandera sanitaria se colocó el 31 de enero (no se había puesto el 30) en Los Botes y en la Laguna de Rocha. El monitoreo se extendió hasta el 9 de febrero.

La visualización en microscopio permitió identificar que se trataba del Complejo Microcystis aeruginosa (CMA), que es el productor de microcistinas, sustancias tóxicas para el hígado. Los organismos del CMA son los que suelen estar en la cuenca del Río de la Plata. Martínez explicó a la diaria que están esperando los resultados de los análisis que miden la toxicidad de las cianobacterias, pero adelantó que es muy probable que sean tóxicas porque, en general, la Microcystis que aparece en el Río de la Plata es tóxica. El informe consigna que en las lagunas de Rocha y José Ignacio se confirmó (mediante el Programa de Monitoreo de la Dinara) “que el ingreso desde el mar fue real y no potencial”.

Causas y consecuencias

“Las condiciones que más favorecen a las cianobacterias que observamos en nuestras costas son aquellas en las que hay bajo flujo de agua, altas concentraciones de nutrientes, especialmente fósforo y nitrógeno. Por esta razón, el uso masivo de fertilizantes y otros agroquímicos (por ejemplo, glifosato) que derivan a los cuerpos de agua, asociados a una producción agroindustrial intensiva, que ha favorecido enormemente la ocurrencia de floraciones y ha aumentado su frecuencia en todo el mundo”. De eso tiene mucho la cuenca del Plata, cuyos principales ríos tributarios son el Paraná, el Paraguay y el Uruguay, con un aporte del río Negro: “En estos ríos, que tienen altas concentraciones de nutrientes, y en varios de sus tributarios, se han construido al menos 70 grandes embalses”, consignan los autores, que señalan que, al quedar estancada el agua, “se dan las condiciones ideales para el desarrollo de las cianobacterias, transformándolos en inóculos aguas abajo cuando las lluvias son muy intensas”. El informe detalla que se entiende que la salinidad y la temperatura son “los principales moduladores ambientales de la distribución, diversidad, biomasa, actividad celular, producción de toxinas y formación de floraciones a lo largo de la costa de Uruguay”. A eso se suma la incidencia del viento –como ocurre este verano, en que los vientos predominantes del oeste las dispersan por el Río de la Plata, y los del sur las arrastran a la orilla–. La salinidad registrada el 30 de enero fue de 30; se trata de un valor muy alto que, aunque impide su proliferación, no las mata instantáneamente.

Cianobacterias

“Son bacterias fotosintéticas que habitan los ecosistemas acuáticos y terrestres. Se originaron hace más de 3.000 millones de años, constituyendo el más antiguo registro fósil de la tierra. Se postula que fue una cianobacteria ancestral quien originó los cloroplastos, transfiriendo su capacidad de realizar fotosíntesis a otros organismos dando lugar al linaje evolutivo de las plantas”, explica el informe Cianobacterias en las playas de Rocha, que agrega que estos organismos “fueron esenciales para la formación de la atmósfera actual y el desarrollo de la vida como hoy la conocemos, produciendo el oxígeno que respiramos como producto de la fotosíntesis”. El problema es la superabundancia de aquellas que son tóxicas. Según detalla el informe, las cianobacterias tienen “una gran vaina de sustancia mucilaginosa alrededor de las células”, que las protege de una serie de factores de estrés, como la deshidratación, y varias especies tienen la capacidad de formar estructuras de resistencia que les permiten “permanecer durante años en estado latente en el sedimento de los lagos y germinar cuando las condiciones sean favorables para su crecimiento”. Eso les permite, incluso, “habitar los océanos hasta las capas de hielo en los polos y los desiertos”.

El informe concluye que la presencia de cianobacterias en las playas de Rocha fue extraordinario y que no se había registrado anteriormente, al menos no lo tienen la Dinara, la IDR ni las publicaciones que usaron los autores –varios de ellos estudiosos desde hace años de estas bacterias– y que tampoco se detectó en la memoria de habitantes de playas rochenses. “Nuestra hipótesis es que estas floraciones se originaron en ambientes de agua dulce o levemente estuarina en la zona baja de la cuenca del Plata y en los embalses. Las altas precipitaciones registradas en enero en la cuenca generaron grandes caudales, que aportaron al transporte de las cianobacterias aguas abajo, mientras que los vientos con dirección hacia la costa habrían concentrado su biomasa en las playas y favorecido el ingreso de los organismos en las lagunas costeras, como la Laguna de Rocha”, explican en las conclusiones. Los autores citan que, de acuerdo con el registro del Instituto Uruguayo de Meteorología, “las precipitaciones de enero fueron récord para los últimos años, superando el evento Niño del año 1998”. Pero no hay que descansarse en que fue un año atípico: los investigadores sostienen que este evento extraordinario podría volverse más frecuente.

Además del impacto en el turismo y en la salud –piden “enfocar los tratamientos” para evitar las consecuencias de síntomas asociados al consumo o el contacto con cianotoxinas–, los autores recuerdan que el alto número de cianobacterias generan efectos negativos en los servicios ecosistémicos, particularmente en los peces, cuyo impacto ya ha sido observado en la Laguna de Castillos, todavía no a nivel de aguas oceánicas en Uruguay (Martínez aclaró que en otras partes del mundo, como en California, se ha detectado microcistina en moluscos marinos como el mejillón). “Es importante resaltar que las floraciones de cianobacterias son extremadamente nocivas y que una vez establecidas las especies que las generan en un cuerpo de agua, su recurrencia es altamente probable”, afirman, y recuerdan que “es necesaria una visión holística de esta problemática ambiental que nos permita ponderar los costos y beneficios de las actividades humanas en el ambiente y sobre otras actividades (por ejemplo, el turismo) para tomar decisiones de forma informada”.


  1. Cianobacterias en las playas de Rocha. Autores: Carla Kruk –docente del Centro Universitario Regional del Este, CURE, y del Instituto de Ecología y Ciencias Ambientales de la Facultad de Ciencias (IECA, FC) de la Universidad de la República– y Ana Martínez (Dinara, Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca), con la colaboración de Angel Segura (CURE), Graciela Fabiano (Dinara), Claudia Piccini (Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable, IIBCE), Beatriz Yannicelli (CURE), Romina Trinchin (FC), Gastón Manta (FC) y Gabriela Martínez de la Escalera (IIBCE). 

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