En materia de género, hay diferentes tipos de programas: los que perpetúan las inequidades y los estereotipos; los que son neutrales, es decir, que no distinguen entre las necesidades de mujeres y varones, pero tampoco les hacen daño; los que son sensibles al género –reconocen que hombres y mujeres tienen necesidades diferentes– pero no necesariamente abordan el tema de la desigualdad; y los de “transformación en materia de género que tratan de transformar esas inequidades y las normas y relaciones dañinas”. Esa clasificación fue hecha por la académica india Geeta Rao Gupta en 2000, en la conferencia mundial de VIH que se hizo en Sudáfrica, y de ella habló el miércoles la socióloga Maria Lohan, directora de la Escuela de Enfermería y Parteras de la Queen’s Belfast University, de Irlanda del Norte. Con financiamiento de cooperación internacional, Lohan estuvo en Uruguay esta semana, junto a la holandesa Ineke van der Vlugt; el martes, ambas dieron un seminario para referentes de mesas territoriales de la Estrategia intersectorial nacional de prevención del embarazo no intencional en adolescentes, que se desarrolló en el Ministerio de Salud Pública (MSP), y el miércoles Lohan dio una conferencia en la Facultad de Psicología de la Universidad de la República.
Lohan subrayó que la programación de transformación de género es tan importante en programas para mujeres como para varones, pero se enfocó en ellos, porque su investigación se enfoca en los adolescentes y la salud sexual y reproductiva, y específicamente en el involucramiento de los varones en la paternidad.
A pedido de la Organización Mundial de la Salud, el equipo de investigación de Lohan hizo una revisión global sobre intervenciones dirigidas a hombres, masculinidades y equidad de género en salud sexual y reproductiva, que será publicada en estos días en el British Journal of Global Health. El estudio comprendió 462 revisiones bibliográficas de intervenciones y halló que apenas 8% usaba un enfoque transformativo de género. “Si trabajan en este campo, van a estar innovando”, le dijo al público, que en su mayoría era del área de psicología, pero subrayó la necesidad del abordaje interdisciplinario. Ese estudio identificó que las intervenciones más exitosas eran las que involucraban a varones y mujeres, a personas de múltiples niveles, con componentes de grupos individuales y desarrollados en períodos largos de tiempo, resumió Lohan.
Cambios de comportamiento
El equipo de universitarios que lidera Lohan trabaja con docentes de Irlanda desde hace cuatro años en la aplicación un programa sobre embarazo adolescente para incluir en las currículas de centros educativos, dirigido a varones de 14 años, que tiene entre cuatro y seis semanas de duración. Afirmó que tiene “un enfoque integral positivo en relación con el sexo en la educación sexual”, que apunta “no sólo a ver los riesgos sino a comprender que la sexualidad es positiva si uno está preparado y listo para ello”. El programa contiene un video interactivo (“Si yo fuera Jack”) que cuenta la historia de un chico cuya novia le acaba de contar que está embarazada, y da opciones para que los estudiantes digan qué piensa el joven, sus familiares, los de la novia, y evalúen qué hacer, barajando las tres opciones posibles: tener el bebé, tenerlo y darlo en adopción, o interrumpir el embarazo. El aborto es ilegal en Irlanda del Norte y desde este año es legal en Reino Unido, que tiene las tasas más altas de embarazo adolescente de Europa occidental.
El audiovisual es un disparador para temas que luego trabajarán los docentes en el aula; orientan a los estudiantes a encontrar información y a pensar en forma crítica. El programa se desarrolla en alianza con los ministerios de Salud y de Educación; comenzó en Irlanda, luego sumó a Irlanda del Norte y este año se extendió a todo Reino Unido. Lohan señaló la importancia de desarrollar modalidades interactivas, sensibles a la cultura y a la edad, para llegar efectivamente a los adolescentes; se apoya en la teoría psicológica de comportamiento planificado.
Por otra parte, el equipo de Lohan trabajó con varones que están presos en cárceles de Irlanda del Norte y de Escocia, que son quienes tienen las tasas más alta de infecciones de transmisión sexual (ITS) y de embarazo adolescente; actualmente trabajan con un grupo de 18 a 24 años. El objetivo inicial fue “transversalizar los servicios de salud”, y les enseñaron a las enfermeras a hacer pruebas de detección de ITS. Con los varones empezaron a trabajar en la promoción de salud y, a pedido de los directores, en Irlanda del Norte, les mostraron el video “Si yo fuera Jack”. “Les gustó mucho ver los videos y hablar acerca de relaciones, tenían un bajo nivel de conocimiento de educación sexual y gran apetito por este tipo de información, pero descubrimos que no les interesaba la prevención de embarazo no intencional: les interesaba más ser padres, tenían 18 años pero decían que a los 15, 16 también les interesaba ser padres”, transmitió. Aclaró, entonces, que muchos de los embarazos no eran planificados, pero sí intencionales. Entonces reorientaron la estrategia y empezaron a apoyarlos con la planificación de su paternidad. “La paternidad para ellos era el gancho para cambiar de vida, quizás de forma no muy realista, pero es necesario trabajar con lo que les motiva para modificar sus vidas”, explicó.