Todavía no se sabe si las vacunas que se están desarrollando a nivel mundial cumplirán, o no, con el cometido de prevenir el contagio de covid-19 en quienes la reciban, pero al evaluar los daños sanitarios, sociales y económicos que puede causar la pandemia y las cuarentenas, muchos países no dudan en asegurarse sus dosis. Uruguay es uno de ellos.
Álvaro Delgado, secretario de Presidencia de la República, anunció este martes que a partir de la decisión del presidente Luis Lacalle Pou, la cancillería uruguaya inició las comunicaciones oficiales para suscribirse al mecanismo de compra por anticipado de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Delgado lo presentó como un procedimiento de la OMS y su filial panamericana (OPS) “para suscribir un acuerdo entre varios países para hacer un pool de compra de vacunas” (ver recuadro). “Se adelanta a cuenta de un determinado pago que va a salir del Fondo Coronavirus; se suscribe un compromiso ‒la mayoría de los países de Latinoamérica lo va a hacer‒ para tener preferencia en la elección de la vacuna una vez que esté validada”, detalló, y agregó que de esta forma Uruguay no tendrá que negociar con cada laboratorio. Dijo que con esto se busca “poder inmunizar a la población de riesgo, que es lo más importante; estamos hablando de cerca de 20% de la población en la primera etapa”.
Aclaró que la suscripción a esta compra se hace en acuerdo con el Ministerio de Salud Pública (MSP), que creó una comisión con el Grupo Asesor Científico Honorario y con la división de Epidemiología del MSP. Ante la consulta de los periodistas, Delgado respondió que Uruguay destinará 2.500.000 dólares “para reservar la prelación en el uso de las vacunas” y que se piensa comprar unas 750.000 unidades (aclaró que se prevé la inmunización con dos dosis).
Futuro incierto
Para que una vacuna o cualquier otro fármaco sean seguros, tienen que haber pasado la fase 3 de la investigación. En la búsqueda de medicinas hay una primera fase, llamada “preclínica”, en la que se experimenta la respuesta inmunitaria en animales y, si resulta exitosa, se pasa a la investigación clínica, es decir, en humanos. En esa área está la llamada fase 1, en que los ensayos se hacen en una pequeña muestra de personas adultas –por lo general menos de 100– para evaluar la seguridad del fármaco y su respuesta; si el resultado es favorable, pasa a la fase 2, en la que la investigación se hace sobre un número algo mayor de personas que tengan la condición que se busca superar y se prueba su eficacia y seguridad; la fase 3 comprende a varios miles de personas sobre las que se evalúa la eficacia y, tal como reseña la OMS, son ensayos aleatorios y doble ciego, es decir, los participantes en el estudio no saben si recibieron la vacuna real o un placebo (una sustancia inocua que quien la ingiere cree que es beneficiosa). Recién entonces se puede decir si la vacuna es efectiva y segura. El proceso se completa en una cuarta fase, que es cuando el fármaco es recibido por millones de personas y se pueden detectar efectos adversos que no habían aparecido en el suministro más restringido.
En la versión del 27 de agosto del documento “Preguntas frecuentes sobre las vacunas candidatas contra la covid-19 y mecanismos de acceso”, la OPS aclaraba que “una vacuna que llega a la fase 3 no necesariamente indica que es mejor que una vacuna en la fase 1 o la fase 2”.
Según una publicación del 2 de octubre de la OMS sobre el panorama de vacunas candidatas para covid-19, hay 151 vacunas en evaluación preclínica y 42 en evaluación clínica. De esas 42, hay diez que están en la fase 3. Sus fabricantes son: Sinovac (de China), Wuhan Institute of Biological Products/Sinopharm (China), Beijing Institute of Biological Products/Sinopharm (China), Universidad de Oxford/AstraZeneca (Reino Unido), CanSino Biological Inc./Beijing Institute of Biotechnology (Hong-Kong), Gamaleya Research Institute (Rusia), Janssen Pharmaceutical Companies (compañía belga, filial de la estadounidense Johnson&Johnson), Novavax (Estados Unidos), Moderna/NIAID (Estados Unidos), BioNTech/Fosun Pharma/Pfizer (Estados Unidos).
En el documento mencionado, la OPS aclaraba que en promedio, el desarrollo de una vacuna solía llevar diez años, pero que la pandemia de covid-19 hizo que las instituciones y desarrolladores aceleraran ese proceso y aspiren a contar con vacunas en un plazo de 12 a 18 meses. La OMS estima contar a fines de 2020 con resultados preliminares de los ensayos de vacunas en la fase 3 pero aclara que “es poco probable que las vacunas precalificadas por la OMS estén disponibles para entonces”.
Covax
Por medio de la OPS, Uruguay participa anualmente en compras conjuntas de vacunas y de esa forma accede a un mejor precio. Ahora la OMS, junto con la Alianza Mundial para las Vacunas y la Inmunización y la Coalición para la Promoción de Innovaciones en pro de la Preparación ante Epidemias, lanzó la iniciativa Covax, que busca que los países que se suscriban adelanten fondos que permitan acelerar el desarrollo y la fabricación de vacunas y garantizar el acceso equitativo. A cambio, la OMS garantiza que los países accedan a dosis para al menos 20% de su población y que sean entregadas tan pronto como estén disponibles.