Sentada en la silla del histórico dirigente sindical José Pepe D'Elía –“un acto de provocación”, reconoce después–, Abigail Puig, militante de la Federación Uruguaya de Empleados de Comercio y Servicios (FUECYS) recibió el jueves a la diaria en la casa de su sindicato por la calle Río Negro. En esta segunda entrega del ciclo de entrevistas a las nuevas integrantes del Secretariado Ejecutivo de la central sindical, se empiezan a notar los matices entre las cinco.
¿Qué te llamó a la militancia sindical?
No fue por un problema, sino una decisión ideológica después de la crisis de 2002, que fue para mí la época más removedora. Yo sabía que podía ser complicado, pero también soy de la etapa nueva del movimiento sindical, que goza de varios de los aspectos que nuestros compañeros creían que generarían mayor organización –la ley de libertades sindicales, las horas sindicales, el descuento por planilla–, y así fue. Cuando llegué a FUECYS había más afiliación, pero no tantas por día. Me enamoré de lo básico: de pintar un pasacalle, de ayudar a escribir discursos y comunicados. Lo único que me preocupa es cuando me toca a mí.
¿Por qué?
Cuando escribo para mí me sale todo al revés. Por ejemplo, previo al acto del 1º de mayo andaba con una libretita encima donde me iba apuntando ideas, frases, y cuando llegó el momento de traducir eso al papel me tranqué.
Y el día del acto se te entreveraron las hojas.
Sí. Se me traspapeló una hoja que tenía cosas más vinculadas a la actividad privada –la ley de insolvencia patronal, el Día del Trabajador de Comercio y Servicios– y me olvidé de decirlas. Después pedí disculpas. Nadie se enojó, creo.
Fuiste la única que hizo una autocrítica del movimiento sindical.
Hubo algunas cuestiones personales que jugaron en relación con la violencia hacia la mujer. Tengo mujeres muy cercanas que están atravesando momentos complicados, y claro que es algo que nos puede pasar a cualquiera, pero a veces las reacciones del otro lado no ayudan en nada y, además, preocupan. También se me cruzaron otras cosas por la cabeza, como mi abuela, que había sido dirigente sindical y me decía que era una tarea muy ingrata y hostil. Eso hoy lo veo. En la caja del súper entro a las 7.30 y a las 15.30 estoy saliendo, mientras que acá sabés cuándo entrás pero no cuándo te vas. No digo que haya que tenerle contemplación al dirigente sindical –por el contrario, hay que exigirle–, pero tampoco entrar en la zona del agravio. Hay días en que eso llega a desanimarte muchísimo. Pensé muchísimas veces en irme.
Sin embargo, seguís acá y hoy integrás el Secretariado Ejecutivo. ¿Qué significa para vos?
Los últimos ocho meses fueron brutales, todo muy vertiginoso. Creo que siempre hay que pedir ayuda y refugiarse en los compañeros y compañeras que tienen más experiencia. También porque los lugares son circunstanciales. Es decir, más allá de la construcción de direcciones sindicales y de grandes dirigentes, en algún momento se tiene que dar un paso al costado.
¿Cuál es la señal?
No lo vinculo con perder una elección ni con quedar como alternos, como les pasó a cinco compañeros cuando entramos. Pero hay una realidad: si uno realmente quiere generar cambios en el movimiento sindical, hay compañeros que van a tener que ir haciéndose a un costado para que otros asuman. El tema es que estemos convencidos de que es por ahí; y no veo que sea así.
¿Por qué pensás que se dio finalmente?
Hubo varios factores. Por un lado, compañeros como Fernando [Pereira] e incluso Fabio [Riverón] acá en FUECYS y otros que empujaron para que esto ocurriera. Pero también una presión en los últimos dos años desde lo social, porque lo importante es reconocer que no llegamos sólo por una cuestión de capacidad –siempre hubo mujeres con capacidad–, sino porque hubo una discusión previa. No es sólo meritocracia. A mí la cuota es un mecanismo que no me gusta, pero tengo que reconocer que incluso en FUECYS hemos tenido que utilizarla. Yo quiero que sea un vehículo, no un fin.
¿Qué puede cambiar la presencia de un tercio de mujeres en el Secretariado Ejecutivo del PIT-CNT?
Un tema clave es la inclusión, porque el congreso resuelve que hay más compañeras en la Mesa Representativa y en el Secretariado Ejecutivo, pero se comete un error grosero cuando se convoca a los ámbitos de discusión y no se las considera o cuando alguien ejerce violencia contra ellas o intenta menospreciarlas y no lo atendemos. Así no hay un cambio posible.
¿Tenés propuestas para un movimiento sindical más paritario?
Trabajar fuertemente con las compañeras reconociendo que venimos de atrás, seguir insistiendo en los temas culturales y hacer fuerte hincapié en que los compañeros entiendan que las cláusulas de género no son de las mujeres, sino que las tiene que llevar en alto todo el PIT-CNT.
¿Con qué prioridades entrás al Secretariado Ejecutivo?
Quisiera que algunas cosas se discutieran con más horizontalidad, que seamos más fraternos, y darles el lugar a los compañeros que saben, que están y que vienen haciendo determinados procesos. Me parece mejor distribuir las tareas y no intentar estar en todo.
Ficha | 33 años de vida y 12 de militancia sindical. Tuvo un “pasaje fugaz” por el gremio del IAVA. La inspiró a la militancia su abuela; a sus padres “no les hacía gracia”. Arrancó a trabajar en Ta-Ta y ahora es cajera en Macromercado. Cree que es buena escribiendo y es aficionada a la fotografía.