Este martes se realizó el lanzamiento del espacio Milorillas, una plataforma Moodle (una herramienta de gestión de aprendizaje) producto del trabajo llevado adelante por la Cooperativa Factorial de Argentina y la Cooperativa Integral Consultora. El objetivo es ampliar la interrelación entre las cooperativas de Uruguay y Argentina y dar cursos relacionados con el cooperativismo y la autogestión.
Uno de los disertantes fue Hernán Oviña, de la Universidad de Buenos Aires y del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales. En su intervención dijo que la propuesta no se trata sólo de un espacio uruguayo-argentino, sino que está abierta a otros territorios, por eso su nombre. “Hay que reforzar las identidades plurinacionales, en este caso Argentina y Uruguay, pero también hay una infinidad de territorios para fortalecer”, dijo.
Sobre la pandemia provocada por la covid-19 dijo que no es la primera crisis y “por más que nos pese, no va a ser la última”, recordó entonces la de 2001-2002 y dijo que en esa coyuntura se forjaron “muchas de las cooperativas y los proyectos autogestionados que hoy siguen adelante”. “En 2001 se planteó un rechazo global a la cultura del desvínculo del neoliberalismo”, dijo, y aseguró que la plataforma Milorillas lo que permitirá es revertir “esa cultura del desvínculo que hoy se está intentando imponer. La cultura de la colaboración es más importante que nunca. Democratizar la cultura es importante para garantizar que cada vez más personas, organizaciones y movimientos puedan involucrarse en este enorme desafío”.
Además, sostuvo que no sólo hay que pensar en las cooperativas como ámbitos laborales y productivos, sino que “vale la pena que concibamos a lo cooperativo como una columna vertebral al momento de ensayar respuestas integrales ante esta crisis”.
Oviña comentó que se está pensando en la frontera como “un territorio a habitar en común, como un dispositivo de articulación. Esas mil orillas pueden ser pensadas como un territorio fronterizo en el que nos hermanemos para producir teorías y reflexionar”. “Ampliar la educación popular es uno de los desafíos que nos plantea este contexto tan complejo; lejos del cierre de fronteras que nos pretenden imponer los estados con el argumento de la pandemia, tenemos que poder comunicarnos y articular a través de estas plataformas”, dijo Oviña.
Por su parte, Cecilia Matonte, de la Unidad de Estudios Cooperativos del Servicio Central de Extensión y Actividades en el Medio de la Universidad de la República (Udelar), dijo que, a pesar de que la realidad de los dos países es distinta, Argentina con una cuarentena obligatoria y Uruguay con una opcional, en Uruguay dejaron de funcionar los centros educativos, lo que provocó problemas en los cuidados. “A la hora de pensar en quienes participan en nuestros espacios de formación eso hay que tenerlo en cuenta, desde la planificación de los horarios hasta las condiciones de estos”, dijo.
“En Uruguay hoy estamos con una emergencia sanitaria bajo control, lo que hace más duro el análisis respecto de las condiciones sociales y económicas que genera la pandemia y este cambio de orientación en la gestión del Estado”, lo que también hay que tener en cuenta, señaló.
Para Matonte hay “una condición térmica de pandemia”, cuando las condiciones sociales y económicas “están siendo deterioradas por un montón de aspectos y no podemos adjudicar ese deterioro al efecto de la pandemia”, pero también aseguró que el coronavirus afectó al mundo, “y eso nos afecta a todos”.
Algunos aspectos que parecieron novedosos al principio ya dejaron de serlo, como por ejemplo la virtualidad: “Todo el sector cooperativo se movió hacia la virtualidad, ninguno quedó sin ese movimiento; unos lo hicieron más rápido y otros más lento porque carecían de infraestructura, pero todos se movieron hacia el frente virtual y fue unánime que todos entendieron que esa oportunidad fue abierta para garantizar las interacciones”, pero Matonte señaló que después habrá que analizar qué calidad de participación generan las comunicaciones remotas.
Pese a que las cooperativas de Uruguay y Argentina son de tamaños diferentes, “tuvieron las mismas dificultades”, comentó.
Diego Barrios, también de la Udelar, agregó que a su entender hay dos escenarios extremos: uno es el que dice que a partir de la covid-19 se inicia “una etapa de hegemonía tecnológica y es el fin de la escuela”, ese relato que plantea que hay más libertad gracias al uso de la tecnología. Para Barrios esas “nuevas libertades también traen sujeciones”, como también las tiene la presencialidad. El segundo escenario, al que Barrios adhiere, ya que considera “un poco más razonable”, es en el que “la tecnología es un instrumento paliativo que nos permite seguir en contacto”. “Me parece que la tecnología en el campo de la educación lo que no trae es novedad [...] Los formatos medidos por la tecnología son los mismos”. Barrios defendió la presencialidad, pero dijo que volver a ella “no significa volver a lo que ya se hizo”. “Uno de los problemas que criticamos en la educación cooperativa es que no desarrolla una pedagogía, sino que reproduce la hegemónica tradicional, donde se parte de que hay contenidos que se tienen que desarrollar en un espacio y un tiempo determinados, en el que hay alguien que tiene la posesión del conocimiento”. Para el docente la presencialidad sirve como un espacio de construcción y para que surjan temas emergentes.
Dijo que en la cooperación está “la construcción de un nuevo sujeto social, colectivo, un sujeto que piensa que reflexiona, pero que es colectivo y no niega al individuo. La autogestión es otro componente [que debe estar presente], y la experimentación no didactizada, esa en la que uno no sabe qué es lo que va a pasar”.
Además, dijo que debe haber coherencia entre la forma y el contenido. Como ejemplo mencionó que de la escuela lo que las personas más aprenden es a quedarse quieto escuchando a quien dicta la clase; esa es la forma, pero no el contenido.