En su adolescencia Santiago ya tenía clara su orientación sexual pero no encontraba en Montevideo un lugar donde se sintiera cómodo. La oferta en los 2000 eran boliches para bailar y poco más. En esos años nació la idea de crear un espacio diverso en el que la gente se pudiera expresar, un lugar al que ir en la tarde a tomar un café o comer algo, e intercambiar ideas entre pares y no tan pares. De la cabeza de ese adolescente, que años más tarde y gracias a la Ley 19.075 de matrimonio igualitario pudo casarse en Uruguay, surgió la idea de crear 11:11 Café.
“El único espacio para desarrollar la cultura LGBTI era para ir a bailar, era de madrugada, yo empecé a fantasear con un espacio para compartir la cultura gay, la cultura marica que nos atraviesa desde que somos niños. Desde niños tenemos nuestros propios referentes, nuestros libros y juegos que nos hacían sentir bien. Desde que empecé a acercarme a mi comunidad empecé a sentir la falta de espacios diurnos y de reflexión. Todo estaba en pañales, a principios de los 2000 dejó de ser tabú hablar de estos temas, entonces estaba la base, boliches en los que se desplegaba sexualidad y sensualidad, pero no había espacios culturales ni lugares en los que buscar referencias ni referentes”, dijo Santiago Bologna a la diaria.
11:11 se concretó luego de visitar Cuba, en ese viaje conoció la cultura de sentarse a tomar un café y conversar, “no me había dado cuenta de lo que podía ser como herramienta. En setiembre de 2017 armamos un carro de café que se podía atar a mi moto y empezamos a ir a eventos, el primero fue la Marcha de la Diversidad, en la feria previa de la plaza Independencia en 2017”.
Más tarde la del living de su casa se trasformó en el primer local de 11:11: “Alquilamos un lugar, una socia puso a la venta sus artesanías, y nosotros abrimos un lugar. Era una casa de puertas abiertas. En octubre de 2019 el living ya nos estaba quedando chico para la cantidad de actividades que queríamos hacer. Nuestra casa era en un segundo piso, lo que la hacía poco accesible para un montón de gente” por lo que se mudaron a un local en la Ciudad Vieja en Buenos Aires y Treinta y Tres.
El viernes 13 de marzo de 2020, día en que el gobierno declaró la emergencia sanitaria por la covid-19, 11:11 estaba en pleno funcionamiento. “La pandemia nos agarró en plena función y ese día nos cayó la noticia de que teníamos que cerrar ese día o no abrir al otro. Sin plan, sin saber qué iba a pasar, sin saber si era fake news. La verdad que fue un balde de agua fría, era lo único que podía pasar para que nos parara, porque veníamos con unas ganas y con una fuerza que nada imaginable nos podía tirar para atrás”, contó. En el tiempo en que 11:11 estuvo abierto en el local de Buenos Aires se hicieron actividades de lo más variadas, desde proyección de películas, hasta charlas sobre plantas carnívoras, pasando por presentaciones de libros y eventos diversos con drags. “En el café teníamos la política de que nadie trabajara gratis, así fuera que pagáramos 200 pesos. Tuvimos que remarla mucho desde el punto de vista económico, pero puedo decir sin miedo que no hay un artista ni emprendedor que pueda decir que en 11:11 no se respetó su trabajo”, aseguró Bologna.
Con el correr de los meses pudieron abrir en mayo en horarios más cortos, pero hasta agosto vivieron el día a día. “No sabemos cómo sobrevivimos al cierre abrupto y después abrir y remar hasta que la pandemia se desató”, contó. Sobre las medidas sanitarias dijo que fueron bastante ambiguas y quedaban a libre interpretación de los inspectores: “Estabas en manos de la persona que caía en el momento. En noviembre de 2020 la situación se había vuelto insostenible, no sabíamos qué hacer. Fue un tiempo difícil, siempre tratamos de cumplir la normativa pero era bastante contradictoria por el tipo de emprendimiento que teníamos, después la seguimos pero el verano fue difícil. Finalmente el cierre de 11:11 fue el 17 de abril de 2021. Todo lo que pasó estaba repercutiendo en nuestra salud y nos costaba ponerle buena cara al día a día. Estábamos agotados y sentíamos que estábamos traicionando la esencia del café, llegamos a un límite”, comentó Bologna a la diaria. De todas formas la idea es que el café siga funcionando como espacio de encuentro, “El café va a volver, hoy en día estamos haciendo eventos itinerantes en diferentes espacios, hemos aprendido a aceptar ayuda, y así conocí gente maravillosa que nos abrió los espacios para que hagamos actividades. El café cerró como lugar pero el proyecto sigue vivo”, aseguró. Las personas que quieran enterarse de los eventos pueden ingresar al Instagram del café: @11y11cafe o pueden llamar al 098 328 784.
“Yo sigo teniendo la barra adelante y el codo apoyado para escuchar a la gente que se quiera acercar”, concluyó Bologna.
“Fue un sector que de un día para el otro se quedó sin trabajar”
Otra es la situación de Juan Andrés Gómez, exdueño del boliche Caín, para el que la reapertura del local no es posible. “Los locales se devolvieron, así que es imposible”, dijo a la diaria. Además ahora tiene otro emprendimiento, “por el momento tampoco tenemos el interés de abrir”. Caín estuvo abierto durante 23 años y era un punto de referencia para la comunidad LGBTI. Gómez fue propietario durante los últimos cinco años, pero contó que en un principio hasta el lugar en el que estaba ubicado era estratégico. Funcionaba en la calle Cerro Largo esquina Arenal Grande: “un lugar que podía llegar a pasar desapercibido en la noche, sobre todo para el público LGBTI que quería ir sin mostrarse”.
Gómez contó que en estos más de 20 años hasta cambió la manera de nombrar a estos lugares, que pasaron de ser “boliches gay” a “lugares diversos”. “Uruguay ha avanzado en eso, por eso el boliche gay pasó a estar de modé, no tenía sentido y nadie quiere que sea como un gueto”. Las particularidades de Caín eran la oferta de espectáculos y la cantidad de pistas de baile que hacía que pudieras pasar de un espacio a otro y tener una experiencia diferente. “El público apreciaba que tuviera muchos sectores, porque te aburría la música en uno y había dos o tres más, o estabas cansado de bailar y había un pub, era difícil aburrirte adentro de Caín”, dijo.
El boliche tenía un staff fijo de 15 personas más un grupo de entre cinco y diez relaciones públicas que variaba según el momento, pero también había artistas que se presentaban: “Caín tenía otra particularidad, nunca ibas a ver el mismo show dos noches, fueras cuando fueras siempre ibas a ver algo distinto. En los últimos tiempos incluso trajimos artistas desde el exterior como drags de Paul Rudd, bailarines de Showmatch, o artistas de Ecuador o Brasil, incluso trajimos un DJ de Australia. A veces los tragos también cambiaban según la propuesta, había artistas plásticos que hacían pintura en vivo, o intervenciones colectivas. Cada noche tenía su particularidad y había mucho trabajo creativo”, comentó.
Caín cerró sus puertas en diciembre de 2020, pero durante ocho meses funcionó como pub. En diciembre cuando las autoridades fijaron como hora de cierre las 12.00 “fue imposible”, dijo Gómez, ya que “no es lo mismo pagar el alquiler trabajando como boliche que trabajando como bar”. Aseguró que mucha gente pensaba que el lugar era de ellos porque estaban hacía muchos años, pero en realidad tenían tres alquileres. Gómez contó que a esta medida se sumó el miedo de la gente ante el aumento de los contagios: “Las personas dejaron de salir, por lo que no había más chance de seguir abiertos, además se sumó la incertidumbre, porque si te dicen: 'Durante tres semanas va a parar’, esto se aguanta, pero cuando no se sabe y ya viene de varios meses así es muy difícil seguir pensando en el futuro”.
El empresario dijo que en el correr de los meses se contactaron con el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social para saber qué hacer para presentar un protocolo para poder abrir como boliche, llegaron a reunirse en Presidencia con la secretaria de Álvaro Delgado, junto a los colectivos de fiestas electrónicas. “Siempre hubo una buena predisposición para escuchar y entender la situación, pero no hubo una solución, hasta que hace unos meses salió un subsidio para los empleados del sector de 7.000 pesos por mes. Entre el cero y el 7.000 hay gente que pudo pagar la luz, por ejemplo, con esa plata. Nunca hubo una medida paliativa hacia el sector”, ni por parte del gobierno central ni de la Intendencia de Montevideo (IM).
“Fue un sector que de un día para el otro se quedó sin trabajar, muchos siguieron como bares, calculo que les ayudó que tuvieran locales propios”, piensa Gómez.
En la actualidad abrió otro emprendimiento que se llama Holy Bar y no está enfocado exclusivamente al público LGBTI, pero sí tiene dos personas que antes trabajaban en Caín; piensa dar espectáculos con dos drags, además de incorporar a un DJ para pasar música. Sí tiene pensado producir fiestas para el público LGBTI una vez al mes o cada dos meses, que no se va a llamar igual que el boliche pero va a tener la misma impronta.
Con relación a la comunidad dijo que si bien era un emprendimiento económico, no encontraron el apoyo necesario durante la etapa en la que fueron pub, porque era un espacio libre de discriminación: “Caín era una empresa que cuando se quedó sin clientes tuvo que cerrar”, dijo, pero aclaró que ese sentimiento es fruto del dolor, porque “un emprendimiento es casi como un hijo; cuando uno decide cortarlo, por más que pasamos por un proceso, es doloroso”.
Otra dificultad que ve Gómez es la competencia entre los locales nocturnos bailables; si bien destacó que tienen buen relacionamiento con otros boliches, en el rubro hay mucha competencia y no se logra crear un circuito que atraiga a más personas.
“Esto le pasa a todo el sector de la noche, que es un poco territorial, entramos en una falsa competencia”, dijo, y opinó que sería bueno que esto cambiara para poder darle una mayor oferta al público nacional e internacional.
Brujas Bar era un restaurante en Maldonado propiedad de tres mujeres, dos hermanas y su madre. Bruna Grieco comentó a la diaria que si bien antes del 13 de marzo de 2020 ya venían con la idea de cerrar, la pandemia les dio el toque de gracia. Como otros locales, los primeros días cerraron y después volvieron a abrir, pero, como los testimonios anteriores, la reglamentación que hacía que tuvieran que cerrar a las 12.00 fue el punto de quiebre. Las tres mujeres lograron conseguir otros empleos, pero Grieco dijo que lograron permanecer un poco más porque eran dueñas del local y no tenían que pagar alquiler. Brujas Bar cerró el 31 de abril de 2021.