“Incertidumbre” y “abandono” son las palabras que escogió Susana Fernández, integrante de Ni Todo Está Perdido (Nitep), colectivo que nuclea personas en situación de calle, para describir a Habitar las realidades a las que deben hacer frente diariamente. Según explicó, “la situación es no tener nada y estar sin recursos, es como estar abandonado a un clima que te lleva y te trae”.
Además, Fernández lamentó una percibida intensificación del fenómeno: la integrante de Nitep reveló que se llegó a tal extremo que este año nació un niño en situación de calle. “Son cosas que antes no pasaban” y que “no están siendo contempladas como parte de políticas sociales adecuadas”, concluyó.
De acuerdo con un censo llevado a cabo por el Ministerio de Desarrollo Social (Mides) este año, la proporción de personas en situación de calle se vio incrementada en un 48% tan sólo en los últimos dos años. En ese entonces, el ministro de Desarrollo Social, Martín Lema, reconoció la continuación de “una tendencia de 17 años donde siempre se dan diferentes aumentos”, entre los que se observan un incremento en el número de personas que consumen (91%), así como de aquellas personas que se encontraron privadas de libertad en algún momento de su vida (50%).
Asimismo, según detallaba la alcaldesa del Municipio B, Silvana Pissano, en la presentación de un mapeo colectivo del territorio realizado con la colaboración de Nitep, hacia 2022 aproximadamente la mitad de ellas residían allí. Una “Cartografía de las Emergencias” contenida dentro de dicho informe describe a Montevideo “hostil, violento [y] profundamente desigual”. Según detalla en un capítulo posterior, conformado con base en entrevistas y talleres, las personas en situación de calle deben de hacer frente a niveles de violencia “muy altos”, que componen “historias dramáticas” e “injusticias que suceden casi sin repercusión pública”.
Esto va desde la llamada “arquitectura hostil” —utilizada frecuentemente para disuadir la presencia de personas en situación de calle— hasta episodios de discriminación y violencia, que el documento expone a través de múltiples testimonios. Así, cabe preguntarse cómo inciden estas realidades en la forma en que habitan la ciudad las personas en situación de calle, así como los modos de relacionamiento que mantienen con sus habitantes.
De acuerdo con Fernández, más allá de actos de violencia individuales, “ya de por sí, la situación de calle es un hecho de violencia continua”, un “problema social y político” de carácter “estructural”. Aun así, deploró la existencia de individuos que atacan a personas en situación de calle así como determinados conflictos con algunos vecinos, y llamó a “resolver el problema disminuyendo esa posibilidad de violencia”, apostando por la “recuperación” de las personas en situación de calle, de tal manera que puedan “reafirmarse”.
Respecto de esto, así como de los altos niveles de personas en situación de calle que consumen drogas y provienen de la cárcel, Fernández explicó que, lamentablemente, la situación de calle “lleva a tener actitudes que incluso van contra ellos mismos”. “No hay manera porque no tienen un lugar para vivir, están expuestos a cosas que [a] una persona que tenga un hogar no le suceden”, declaró, al tiempo que acusó la existencia de una suerte de doble estándar. Según ella, “de la mitad para arriba de la escala social hay muchos que lo hacen y no pasa nada”.
Asimismo, y si bien reconoció que las adicciones “son un problema”, Fernández admitió que no sabría dónde empezar a tratarlos, ya que los únicos lugares destinados a su tratamiento pertenecen al ámbito privado y demandan un pago. Por último, la integrante de Nitep resaltó la incidencia de los problemas de salud mental, que a su entender “también está relacionada con la situación de calle”.
Fernández admitió que dichas realidades pueden repercutir sobre las decisiones que toman las personas en situación de calle acerca de las zonas de la ciudad que escogen para transitar o residir, aunque no fue capaz de identificar que esto les lleve a optar por no transitar por determinadas zonas de la ciudad. La integrante de Nitep reconoció la posibilidad de que una mayor presencia de servicios públicos en el centro de la ciudad pueda explicar los mayores niveles de personas de situación de calle dentro del Municipio B, si bien detalló que el problema no puede restringirse a él. “El problema no es sólo del Municipio B, el problema es de todo Montevideo y también del interior del país”, concluyó.
De esta manera, Fernández reiteró la necesidad de “cambiar la imagen y la mirada que [se] tiene sobre la gente en situación de calle”. Por ello, según explicó, desde Nitep trabajan en torno a tres pilares: vivienda, trabajo y salud, y que en los últimos años derivó en la creación de una cooperativa de trabajo y la inauguración de baños públicos que puedan utilizar, entre otros.
Fernández también adelantó a Habitar la apertura de dos casas hacia fines de este mes, gracias a un convenio alcanzado con la Universidad de la República (Udelar) y el Mides, que alojarán a un total de 18 personas. El acuerdo es motivado por la filosofía de “casa primero”, que mantiene que la situación de una persona en situación de calle mejorará una vez que tenga acceso a una vivienda en condiciones, tal como insinuaba con anterioridad Fernández.
“Hay una situación de calle que se hace como muy fuerte en el tiempo”, notó, por lo que, a su parecer, “se va perdiendo una dignidad, que es por lo menos decir: 'Bueno, voy a ocupar un terreno para tener una huerta' o 'Cuatro palos y un techo'”. Esto explica, entre otras cosas, el porqué no optan por organizarse e integrarse a movimientos de ocupación de tierras.
Es el arraigo de dichas realidades lo que para ella deriva en la pérdida de hábitos, así como de “posibilidades de ver hacia adelante, [de] cómo se puede cambiar”. “Uno también se va entregando y prácticamente muchos se dejan morir: es una forma de ir dejándose morir, ¿no?”.
El sociólogo Gabriel Tenenbaum explicó a Habitar que existen registros de desplazamientos de “migración interna” dentro de la ciudad y Uruguay “en relación con el riesgo que puede correr la vida de una persona o de una familia”. En particular, entre aquellos segmentos de la población más vulnerables, que carecen de vínculos con la comunidad, como por ejemplo, aquellos que egresan del sistema carcelario, algunos de los cuales integran la población en situación de calle.
De esta manera, factores como la violencia y el narcotráfico inciden en las formas de relacionamiento y desplazamientos urbanos. Así, de acuerdo con el sociólogo, “ciertas áreas y espacios” de Montevideo, San José y Canelones se fueron transformando en “focos problemáticos”, producto de migraciones de espacios con altos niveles de criminalidad, particularmente aquellos vinculados al mercado de drogas ilegales.
Consultado respecto de la distribución y el desplazamiento de personas en situación de calle en la ciudad, si bien reconoció no recordar estudios que lo demuestren, Tenenbaum consideró que entre ellos predomina el uso de espacios vinculados a “la posibilidad de hacer algún dinero” así como la “sobrevivencia”.
El sociólogo atribuyó la presencia de una gran proporción de personas en situación de calle en los alrededores del Centro de Montevideo a su calidad de sitio del “movimiento de la economía y la circulación del dinero”, aunque no necesariamente dentro de él, optando por “lugares de protección” en bienes públicos como la rambla o incluso la propia naturaleza, explicó.
Asimismo, el sociólogo percibió la existencia de diferentes “estrategias de defensa” que les permitan planificar “algún tipo de reacción ante una posibilidad de riesgo, de ser violentadas de alguna manera”, que describió como “a veces [...] bastante racional”.
A pesar de ello, Tenenbaum calificó a un desplazamiento del tipo “migración interna” a nivel global como “muy difícil”, puesto que, en su opinión, “lo que perdura en términos más globales del uso de la ciudad es el vínculo con la sobrevivencia”. “Puede ser una migración hacia otro centro, obviamente comercial, pero la veo más difícil”, concluyó.