“En definitiva, todo pasa por la gente”, dice el médico veterinario Ricardo de Izaguirre, presidente del Instituto Nacional de la Leche (Inale), al hablar sobre la necesidad de utilizar diferentes herramientas para posibilitarles a los productores lecheros no sólo el acceso a tierras, sino también a instrumentos que les permitan sostenerse y desarrollarse ante las dinámicas de un sector en el que la mitad de los establecimientos remitentes a la industria no llega a la que, según el Inale, es la superficie mínima para pensar en la sustentabilidad.
En la entrevista –por momentos una conversación–, De Izaguirre aborda el futuro de la lechería a nivel global, las oportunidades y los desafíos de Uruguay, el proyecto de una escuela de tamberos a implementar desde 2026, el lugar en el que quedaron ubicados los productores, con sus camionetas, en algunos discursos. Destacó, entre otras “muchas riquezas” del sector, “el principio de solidaridad que lo recorre en sus distintos ámbitos, ya sea en el trabajo del tambo, en los grupos lecheros, en las gremiales, en el cooperativismo, en [el Instituto Nacional de] Colonización”. “El concepto de lo colectivo opera transversalmente”, afirmó.
¿Cuáles son hoy los principales elementos para pensar el futuro de la lechería uruguaya?
La lechería del Mercosur está destinada a ser proveedora del mundo. Estamos hablando de 20, 25 años. Lo que se espera es que, para los próximos 20 años, por el crecimiento de la población, el poder adquisitivo, la concentración en ciudades y diferentes variables de hábitos, el consumo de lácteos crezca 1,5% anual. Por otra parte, el crecimiento de la producción va a ser menor; se estima que será de 1,3%.
¿En dónde estarían esos consumidores?
Fundamentalmente en Asia, en la zona de Filipinas, Indonesia… Ese es un núcleo fuerte, pero otro es África, como Argelia, Marruecos… También Medio Oriente y América Central. Aumentaría el consumo, pero sin poder proveerse de acuerdo con ese incremento. Los mayores proveedores a nivel mundial hoy son Europa, Estados Unidos, Oceanía y América del Sur. Oceanía estará estabilizada por condiciones ambientales; en Europa, por falta de competitividad, están desapareciendo productores de manera impresionante, así como los subsidios. Quedan Estados Unidos y América del Sur. Cuando digo América del Sur, hablo fundamentalmente del Mercosur. En definitiva, hay un potencial para ubicarse ahí, principalmente para Uruguay, que tiene un promedio de consumo anual per cápita de 230 litros y exporta el 70% de lo que produce. No vamos a crecer en el consumo interno. Todo lo que se crezca irá para afuera.
En cuanto a productos, el énfasis de nuestra exportación está en la leche en polvo entera. ¿Así seguirá siendo?
Sí. No porque queramos, sino porque los países compran lo que precisan. Le dan valor en sus países. China, cuando compra, compra distintas leches en polvo, con distintos componentes, para hacer quesos o los productos que, con su gente, convertirá en el destino final. Cuando hablás de productos precursores en fórmulas infantiles o de trabajos con suero, son empresas como Danone, Nestlé o Unilever, que tienen su mercado y compran ese insumo primario para su producción. La ventaja es que no nos limita a vender en la época en que, por las condiciones, el productor o el sistema productivo considera que es la de menor precio. Nosotros hemos demostrado que nuestros sistemas productivos son competitivos; podemos seguir creciendo y competir con los precios a nivel mundial.
Tenemos, entre los principales destinos de la producción láctea uruguaya a Argelia, que se ha metido en un podio en el que siempre está Brasil. Sin embargo, China, que ha sabido ser el principal destino, demuestra que es capaz de retirarse un tiempo para después volver.
Brasil ha sido históricamente nuestro mercado. Hoy su producción viene creciendo de manera importante. Argentina también. Y sí, China hace eso. De repente está comprando todo y, de un año para el otro, deja de comprar. No sabés si son los stocks, si guardó o qué, pero es un manejo que te destruye las lecherías. Estar jugados sólo a China es muy peligroso; por eso nosotros estamos en 60 mercados.
Además, con respecto a China, se ha sumado su relativamente nueva política arancelaria con los lácteos de Australia y Nueva Zelanda.
Ellos tienen arancel cero, mientras que nosotros tenemos un arancel de 10%. Bienvenido si podemos hacer un acuerdo como ese, porque tenemos que tener todas las aperturas que se pueda. En América Central tenemos, por otra parte, limitaciones sólo desde el punto de vista sanitario, porque ellos compran en países libres de aftosa sin vacunación. Son negociaciones que seguramente tengamos que hacer, aunque en el sector lechero y ganadero uruguayo, después de la aftosa, decir que no vas a vacunar es como mostrar el diablo. Fue terrible.
De medios y actores de visión urbana se suele escuchar “2002”, así, a secas, y alcanza para saber que se hace referencia a la crisis de hace un cuarto de siglo. Pero cuando habla alguien desde la ruralidad, se le escucha siempre “2001”.
Es que fue terrible. Fue muy duro. En el caso de la lechería, valía poco el ganado, valía poco la leche, y el endeudamiento que tenía el país era muy fuerte. El sector lechero le venía vendiendo a Brasil, vino la devaluación de Brasil en 1999 y hubo una serie complejidades. Pero la aftosa destruyó predios. Después hubo una aftosa cardíaca en terneros. Fue necesario hacer terapia a las familias porque no querían salir de los establecimientos.
De vuelta en lo que se prevé como futuro del mercado internacional: a partir de eso, ¿cómo se puede pensar, hacia adentro, la lechería uruguaya?
Primero hay que ver las limitantes. Tenemos limitantes estructurales, por el tamaño de las empresas. El Inale considera que, para que el presupuesto familiar y el presupuesto del establecimiento o, dicho de otra forma, para que no compita la comida de las vacas con la comida de la gente [en el establecimiento], necesitamos una producción de por lo menos unos 2.000 litros por día. Podría decirse que son necesarias más de 100 hectáreas. Hablo de productores remitentes, porque en quesería el fenómeno distinto. En el caso del remitente, se necesitan más de 100 hectáreas o 100 vacas produciendo en un promedio anual por encima de los 20 litros (cada una). Eso es más que la producción promedio que hoy tenemos. Si bien hay producciones de 27 litros, una producción de 20 litros promedio es muy buena. Por lo tanto, estamos hablando de una superficie mínima de 100, 130, 150 hectáreas para los predios. Hoy la mitad de los predios [lecheros] del país no llegan a esa superficie. De los 1.900 productores remitentes, la mitad no tiene la superficie mínima. Ahí la herramienta es Colonización.
“Una de las cosas que tendríamos que apoyar es a la comunidad, que es la que se organiza y fomenta actividades”
Sería el acceso a la tierra, a escala, pero en una cuenca lechera que quedó concentrada en departamentos que son los que tienen uno de los menores promedios de hectáreas por establecimiento productivo. ¿Hay mucho margen para crecer dentro de la cuenca misma? En Florida, por ejemplo, está el caso de la estancia en Timote, que hoy, como colonia Reglamento de Tierras de 1815, tiene más de 20 establecimientos lecheros, pero con un tiro largo hasta la planta de San Ramón, pasando muchos kilómetros sin tambos, porque quedó un poco lejos de la cuenca histórica.
Esa es una discusión. Y es una discusión que tenemos desde la época de nuestra juventud, sobre si el método es la raviolera; si es comprar extensiones y dividirlas. El impacto de María Dolores, más allá de la división, es la cercanía con la educación, con la salud. En el caso de la colonia Reglamento de Tierras 1815, desde el punto de vista productivo anda excelente, con una cantidad de litros superior a la que calculábamos previamente. Ahí se han organizado en cómo llevan a los gurises a los centros educativos, pero con los años se viene el tema de la atención en salud para la gente mayor. Una cosa es cuando estás cerca de la educación, de los centros de salud, de las posibilidades de que los gurises practiquen deportes en equipos y de un montón de actividades que cuando estás en el medio del campo no tenés. Creo que una de las cosas que tendríamos que apoyar es a la comunidad, que es la que se organiza y fomenta actividades. En el caso de María Dolores se está cerca de una escuela agraria, de un liceo, de un hospital ¡y de la estación de servicio! En la colonia 1815 tienen que hacer 40 kilómetros para llegar una estación de servicio [N. de R.: 40 kilómetros al norte está Sarandí del Yi, en el departamento de Durazno, y hacia el sur y el sureste, los surtidores más cercanos están a unos 80 kilómetros, en Chamizo y Florida]. También es importante que haya electricistas, mecánicos… Esto de María Dolores es otra forma, porque además de los establecimientos está la producción de forraje. Se puede dar más superficie, pero si se da la posibilidad de comida, se está haciendo lo mismo; producir comida y poder llevarla, en los hechos, hace crecer el establecimiento.
Pero no son los únicos instrumentos.
Hay otros, porque hay, también, diferentes situaciones. Está el productor que envejeció, que no va a seguir y queda en la casa, pero en el predio se puede producir forraje para llevarlo a otro vecino. También existe otro instrumento, que es la radicación del tambero. Si el predio que arrendabas o el del vecino se vende, Colonización lo compra y te lo arrienda. De repente, tenés 50 hectáreas y se arriendan al lado otras 30, otras 40, y Colonización compra esas hectáreas y se pasa a ser colono. Hay detalles a pulir, a manejar, porque es un instrumento que los productores no han tomado tanto, pero es una manera en la que podés arrendar y tiene la ventaja de que te quedaste ahí. Te quedás ahí, donde los botijas ya van a esa escuela y está el tractorista, el vecino; no te vas de la zona. Cuando se creó la colonia 1815, se formó una comunidad entre gente que no se conocía y que quedó lejos de sus pagos; hubo un desarraigo, sin toda la logística alrededor. Es espectacular cómo se genera cultura, radicación y se lleva vida al campo. Es espectacular, pero a costo del lomo de la gente.
Hay que poner énfasis, entonces, en sostener o posibilitar comunidades.
Si lo vemos, en quintiles, por cuánto se remite, el 20% de los productores, es decir, el quintil de los que remiten menos, representa algo más del 2% de la remisión. El segundo quintil remite el 5%. El tercer quintil remite el 10%. Hasta ahí estamos en el 17% de la remisión con el 60% de los productores. El siguiente 20% de productores, el cuarto quintil, remite el 19% y el quintil más alto produce el 63%. A este último quintil, industrialmente no me lo desampares; se precisa para que la industria produzca. Ahora, si pensamos en los primeros quintiles, me podrías decir “¡ah, pero no movés la aguja!”. Para generar cultura, para que las zonas vivan, no me desampares los quintiles de abajo. El sector tiene que tener sustentabilidad económica, ambiental y social. En definitiva, todo pasa por la gente. El otro componente que tiene es el sistema gremial y cooperativo.
Una política pública. Conaprole fue creada por ley como medida ante un escenario que había llevado, poco antes, a la creación de la Asociación Nacional de Productores de Leche (ANPL), que reclamaba por el precio de la leche. Y fue un conflicto que, si uno se mete en el contexto, más allá de que se podría hablar sobre la participación de productores o empresarios de mayor poderío económico o sobre las inequidades y la explotación de trabajadores naturalizadas por entonces y por muchos años más, en gran medida tenía como protagonistas a productores familiares que en sí eran, y son, trabajadores con sus medios de producción. ¿Puede pasar que a la izquierda uruguaya le haya costado o le cueste todavía, culturalmente, al menos en su discurso hegemónico, ver al productor familiar en general y al tambero en particular como un trabajador con sus medios de producción?
Al tambero no tanto, porque es visto como un paisano de botas de goma que está todo el día al mango.
Pero si tiene una camioneta de 30.000 dólares, esa mirada se diluye de inmediato.
Pero eso es que la gente precisa.
Lo paso a otro frente: en 2017, Ernesto Murro, siendo ministro de Trabajo y Seguridad Social, en el encuentro nacional de peones de tambos comentó, casi a modo de advertencia ante los trabajadores, que más del 60% de los productores lecheros tenía menores ingresos que más del 60% de los trabajadores de la industria láctea. Sin embargo, parece que, en aquello de los significados que hay para los significantes, esos productores quedan por fuera de lo que, desde un discurso que se percibe como predominante en la izquierda, se concibe como “trabajador”.
Para más del 50% de los productores lecheros, quizás el 60%, el trabajo es un autoempleo. Se emplean a ellos mismos.
Autoempleados que se manejan en términos de miles de dólares, ya sea por lo que van a tener que cultivar, comprar, lo que se va a romper, etcétera… Miles y miles de dólares para tener posibilidades de sostenerse un semestre más, o un año, año y medio, en un esquema en el que el vehículo, la camioneta, juega un rol.
La precisan para el establecimiento y para la familia. Tienen que moverse por la caminería rural todos los días, llevar a los gurises a la escuela, y todo lo que surge todo el tiempo en un tambo, porque vino una tormenta y se cortó la luz, hay que ordeñar y tenés que solucionarlo rápido porque el ordeñe no se puede postergar mucho; y así un montón de cosas que surgen todo el tiempo en un tambo. La precisan. Si no, la quedan. Cuando algo se te rompió, tenés que tener herramientas para poder salir y ver cómo solucionarlo. Es clave en el establecimiento y en la forma de vida en el medio rural.
Parece existir, también, otra dimensión en las características de muchos tamberos: la necesidad de invertir y seguir invirtiendo en el establecimiento, en muchos casos postergando la posibilidad de unas vacaciones. En charlas con algunas familias productoras siempre surge que, incluso en el caso de tomarse unos días de vacaciones, es como que nunca dejan de estar en el establecimiento.
Nuestro sistema productivo y la cultura lechera uruguaya, frente a la neozelandesa, tiene una diferencia muy grande. Tenemos un esquema en el cual, si saliste un día, no la pasás bien. Porque el hilito en tal lado y las vacas que se pueden cruzar para el silo, ¿y la vaca vieja que estaba para parir habrá parido? Y todo así. Estás deseando volver porque sentís que necesitás volver. En parte se debe a que todo lo tenemos atado con alambre. El productor lechero tiene ese inconveniente, pero tiene una riqueza genial: sabés hacer de todo. El productor lechero es biólogo, economista, veterinario, agrónomo, electricista, mecánico... Es carpintero, labrador y genetista. Es máster en relaciones humanas. Es un labrador, conocedor de los ritmos de la naturaleza. Sabe del tiempo y de los tiempos. Ese saber hacer de todo y defenderte es una escuela de vida espectacular, sobre todo para la gurisada. Cuando me retire del Inale, me gustaría hacer un estudio, porque estoy convencido de que los botijas que se crían en los tambos son, en gran medida, botijas seguros.
¿Por qué?
Porque son gurises que tienen la amplitud de ver salir el sol, que el sol se pone, que hay tormentas, pero siempre hay un amanecer. Son botijas que saben lo que es hacer nacer un ternero y saben lo que es morir. Son cosas que están viendo todos los días. En el sector está ese inconveniente de estar siempre atado, pero con aquella riqueza de saber hacer de todo y también de saber que precisás de la mano del otro. ¡Que siempre estás necesitando de la mano del otro! Un componente que hace a la fortaleza de nuestra lechería está en que el principio de solidaridad recorre al sector en sus distintos ámbitos, ya sea en el trabajo del tambo, en los grupos lecheros, en las gremiales, en el cooperativismo, en Colonización; el concepto de lo colectivo opera transversalmente. La solidaridad es una de las riquezas. Y hay muchas otras. Recién hablaba de los botijas seguros. En las familias de esos productores chicos, que no salen, la mayoría de los gurises estudian. En los últimos años, la mayoría estudia. Y son unos botijas con una fortaleza de saber para dónde van, que es increíble. La confianza y el esfuerzo son espectaculares. Pienso ahora en una gurisa que es ingeniera agrónoma, hija de colonos que no tenían para pagarle los estudios, que se bancaba los pasajes vendiendo huevos en la facultad. Así hizo la carrera. Y mirá que capaz que la mayoría no estudia algo directamente relacionado con la producción. Así hagan Derecho u otra cosa, en la carrera que hagan es muy difícil que abandonen. Es una forma de vida y de trabajo que no podemos perder.
A todo esto, me gustaría subrayar que, cuando hablamos de tierra con destino a la producción lechera, hablamos de acercar la oportunidad de transformar el suelo en alimento. Hablamos de llevar el calor del esfuerzo humano a la soledad del campo, donde el trabajo transforma la potencialidad escondida. La transformación del pasto a leche exige acompañar procesos que requieren la radicación. Eso es sinónimo de familia, escuela, salud, de desarrollo humano, y de servicios esenciales de rutas, transporte, talleres y saberes. Son policlínicas, centros educativos y recreativos, junto a la oportunidad de trabajo. También es un tema relevante el de la convivencia con la naturaleza.
Esto de que, en la práctica, se aprende a hacer de todo no suprime la necesidad de formación...
Vamos a lanzar, para el año que viene, un trabajo de formación; una escuela de tamberos. Es junto con Colonización y las gremiales. Y es importante remarcar que cuando hablamos de gremiales, las gremiales lecheras no son sólo de reivindicación. Hay toda una serie de apoyos que hacen las gremiales, con campos de recría, con campos de forraje, los campos de verano; es espectacular. Como en Florida, que tiene 80 funcionarios y es un ejemplo. Las gremiales hacen aportes en varias áreas. En algunas zonas la gremial lechera es la que brinda el servicio de compra de insumos en conjunto. En cuanto a esta escuela de tamberos, en la colonia que lo solicite, sería con una serie de módulos que van desde la cría de terneros, la mastitis, la calidad de leche, la reproducción, la inseminación, el manejo del pasto, la reserva forrajera y el balance de la dieta, a temas como la gestión, para que si mañana vas a agarrar un predio o llegás en sociedad, tengas la capacidad de gestionar y manejar todo eso porque te formaste en eso. Le da otra valorización al trabajo, lo que requiere formas de contrato distintas. Estamos copiando lo que hace Nueva Zelanda, donde la familia ofrece el servicio integral del trabajo en los predios. Pensamos instrumentarlo en jornadas que empiezan sobre las 9.00, al mediodía comemos unos chorizos y a las tres de la tarde quedamos libres; una vez por semana. Se haría junto con la UTEC [Universidad Tecnológica], la UTU, la Facultad de Veterinaria, Conaprole, y pensamos también contar después con la Facultad de Agronomía.
En las entrevistas con programas de agro, los técnicos, entre otros actores de la actividad, suelen insistir en “los manejos”. En la escuela de tamberos uno de los módulos hace foco en la gestión. ¿También van por ahí los manejos?
En producción tenés una serie de pilares: alimentación, genética, sanidad y manejos. El manejo es cómo, precisamente, manejás esos recursos. Puedo saber mucho de nutrición animal o de alimentación, pero en cómo manejo esos recursos está la diferencia. Y la gestión es esa gestión y la gestión económica. Hoy hablábamos de las necesidades de las familias. Yo, sinceramente, tiemblo cuando la gente va al Prado, se entusiasma, y de repente alguien que no lo necesita se aparece con un tractor y te muestra la cabina... ¡Cuantos menos fierros tengas, mejor! Además, te mataste en cuotas. Hablamos de la relación de lo que podés gastar, qué es lo que te va a producir y en qué plazo. En sí, tenemos un problema con que el sector está endeudado a corto plazo. Incluso muchas veces el que arranca un tambo lo hace con 30 o 40 vacas, pero para arrancar a producir tenés que hacerlo con unas 100 vacas; hay que financiarlo.
¿Qué posibilidades reales hay de hacerlo?
El Banco [República]. Créditos. Pero antes de la parte financiera, está lo de los arrendamientos. El 50% de la tierra es arrendada y con plazos cortos. Precisamos un mínimo de diez años. Ahí le hemos planteado al MEF [Ministerio de Economía y Finanzas], para pensar cómo hacemos para entusiasmar al dueño del campo para que arriende por diez años. No podés hacer efluentes, riego ni cambiar la máquina, porque no te podés desarrollar si no tenés estabilidad en eso, porque además el banco no te va a dar la plata.
Existe ahí una limitante para producir, pero también está la dimensión ambiental.
Es que es difícil pedirle a un productor que haga tales inversiones si no sabe si va a estar ahí. Volviendo a lo financiero, el sector es de los que hacen más aportes tributarios en el país. Unos 225 dólares por hectárea, por todas las inversiones que continuamente está realizando. Duplica, triplica y más a la mayoría de los sectores. En lo crediticio, necesario para el desarrollo productivo, ya sea ganado, pasturas, reservas, maquinaria o instalaciones, desde el Inale se trabajó junto con Conaprole en un proyecto en el que la flexibilidad era el tema: no aportar más del 4% de la remisión para el pago por servicio de deuda. La variable está en cuándo lo terminás de pagar. Hoy Conaprole lo está haciendo con el Banco República, con el nombre de FFIEL [Fideicomiso Financiero para el Financiamiento de Inversiones de Establecimientos Lecheros]. Estamos pensando en recurrir a algún instrumento de ese tipo también frente a los problemas climáticos o para afrontar problemas de precios.
Hoy usted se detenía en la relevancia de los sistemas gremial y cooperativo para los productores y para el sector en general. Algo dijo ya sobre las gremiales. En cuanto al sistema cooperativo, ¿cuánto influye en las posibilidades del productor de sostenerse en el sector?
El sistema cooperativo es una de las características del sector que ha permitido la sustentabilidad de un montón de productores. Paga por igual a todos los productores. Las empresas privadas que llegan suelen ir por los productores más grandes. No es lo mismo que llegue una cisterna de 20 productores de 1.000 litros que que llegue cargada de un solo establecimiento, recorriendo menos en rutas y caminos, con los 20.000 litros de una sola calidad, porque el productor tiene mejores posibilidades de invertir recursos para la calidad, y las empresas estén muy concentradas en el crecimiento de los productores. Sin embargo, el sistema cooperativo está continuamente apoyando la investigación, la extensión, los diferentes trabajos, además de la provisión de insumos y la financiación. Y el gran componente es que el sistema cooperativo es el 75% de la leche y de los remitentes. Fue el que decidió en su momento volcarse a la exportación, y hoy es el sostén, cuando vemos, por otra parte, dificultades en un montón de empresas. En el litoral, sobre todo, las empresas queseras, con el valor del queso que ha pasado a ser prácticamente un commodity y con la tecnología del grano en la zona, la producción lechera del litoral es la que más ha sufrido en este período.
En una competencia por la tierra con la agricultura, que va por los mejores índices Coneat...
El sector puede competir con eso, pero ahí volvemos al tema del arrendamiento. Un agricultor no tiene necesidad de arrendamientos por plazos más largos, pero el productor lechero sí.
La ANPL impulsó la solicitud de extensión del plazo para la compra de campos, algo que fue aprobado en la anterior gestión del BROU. Es una herramienta que, por lo visto, se mantiene en el actual período.
A esa herramienta tendríamos que agregarle algún otro componente. Es muy útil para sumar un campo, pero para el total, para instalarse, se vuelve muy difícil. En el sector tenemos el Fogale [Fondo de Garantía Lechero], que pensamos usarlo como garantía para determinados niveles de productores, fundamentalmente para inversiones de crecimiento del predio, y con menores niveles de interés. Por menor consumo de leche fluida, este fondo viene disminuyendo. Son de los temas que hemos estado trabajando con el MEF.
Hay un tema con varias aristas y que desde hace mucho las gremiales plantean como un problema estructural: el relevo generacional. Entre diferentes razones, está el hecho de que quien se retira no siempre tiene margen para ese relevo. Esto se da, además, en un contexto en el que, de los que se inscriben en Colonización y cumplen con el perfil de colono, sólo un porcentaje mínimo accede.
En general pasa que el productor trabaja toda la vida y, cuando se quiere jubilar, vende el ganado, las existencias, se compra una casita en el pueblo y arrienda el campo para tener una rentita, porque la jubilación no le da. Ahí está la necesidad de ver que, si tenemos un instrumento como Colonización y las diferentes herramientas de las que hemos estado hablando, y podemos lograr conceder tierras o facilidades de acceso, gente hay para la lechería. El otro componente es que no se te acobarden. Eso estará dependiendo, en parte, de qué instrumentos logramos para hacerles el trabajo más fácil.