Cultura
Hágase el rock & roll
“-Si sabés de alguien que precise un cantante... -¿Qué tipo de cantante sos? -Canto de todo. -¿A quién te parecés? -A ninguno”. Éste fue parte del diálogo que mantuvo Marion Keisker, la mujer que trabajaba en Memphis Recording Service -luego Sun Studio-, con un botija de 18 años que cayó con su guitarra acústica y cuatro dólares, con la intención de grabar dos canciones para sorprender a su madre el día de su cumpleaños. La señora del estudio probablemente pensó que se trataba de un cantante con exceso de autoestima, o de ésos que le dan color para venderse. Cuando el muchacho empezó a cantar en la cabina de grabación, Marion se dio cuenta de que había algo en él, pero quedó por ésa. Con la guitarra al hombro, un disco de acetato con su atesorada grabación y cuatro dólares menos, el joven Elvis Aaron Presley abandonó el lugar. Pero volvería.