El agua es un recurso que todos necesitamos y que se relaciona directamente con la salud ambiental. Guillermo Chalar y Carla Kruk, científicos de la sección Limnología del Instituto de Ecología y Ciencias Ambientales de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República, dictaron el año pasado el curso Agua para la Salud Ambiental y Humana. En ese marco, entre otras actividades, tomaron muestras de agua y del suelo en tres puntos del arroyo Malvín y las analizaron. En los tres puntos encontraron una gran cantidad de coliformes fecales y la presencia de parásitos arqueamebas del género Entamoeba. Las infecciones por parásitos pueden producirse tanto por ingesta como por contacto cutáneo. Se presentan síntomas como dolor abdominal, pérdida de peso, fiebre o anemia, pero otras veces pasan desapercibidas. El estudio constató una importante incidencia de enteroparásitos en la población cercana al arroyo.
Chalar señaló que para la gente “no hay una relación entre calidad ambiental y calidad de vida”. Entiende que en la medida en que “no hay problematización”, tampoco surgen alternativas. “Siempre afecta más a la gente de menores recursos, porque los que juegan al lado del arroyo Malvín y van a buscar la pelota al agua son los gurises de bajos recursos”, marcó.
El científico recordó que en la actualidad ya hay conflictos por el agua. Cree que es fundamental la voluntad “conservacionista” y de “planificación” de los usos del territorio y los recursos naturales, acompañados de una “visión política” de darle importancia a la calidad del agua.
Río Negro: más nutrientes a los cursos de agua
Chalar también formó parte de un grupo de investigación en el río Negro. Apuntó a que en esta superficie acuática “no ha habido grandes cambios”, lo que observa a lo largo del tiempo es lo mismo: deterioro de la calidad del agua y un aumento de la intensidad de los eventos de la floración de cianobacterias. Aclaró que la situación es variable porque depende de las cuestiones ambientales, y que a partir de este punto se pueden notar diferencias entre un año y otro. “Pero se debe más que nada a las condiciones meteorológicas”, agregó.
Sin embargo, uno de los factores de cambio ha sido el uso de la tierra, sobre todo en la cuenca alta del río Negro. “Podés ver cómo se ha intensificado la parte agrícola y, a raíz de eso, trae como consecuencia más aporte de nutrientes a los cuerpos de agua y más problemas en las floraciones”, señaló. Antes se utilizaba el sistema de ganadería extensiva sobre campo natural y ahora nota un aumento en los “campos con mejora”. “Mejora le dicen cuando fertilizan, fundamentalmente con fósforo, y utilizan glifosato para matar malezas”, explicó. Luego, cuando llueve, las sustancias se dirigen al agua.
Chalar cuenta que en los embalses del río hay una situación de nutrientes “intermedia”. “No llega a ser una concentración altísima de nutrientes, como hay en otros sistemas. Por ejemplo, en la cuenca de Santa Lucía, donde tenemos el doble o triple de la concentración de nutrientes, pero son sistemas turbios y con mucha mezcla”, dijo. Explicó que para entender la floración de cianobacterias es necesaria la combinación de tres factores: disponibilidad de nutrientes, disponibilidad de luz y un tiempo de residencia prolongado en el agua. Esta situación suele darse por los embalses.
“Si tenés tiempos de residencia intermedios, un aporte de nutrientes constante y una tasa de retención de permanencia del agua intermedia, de 28 o 30 días, es el momento ideal para las floraciones”, agregó
Intoxicación por cianotoxinas
En Uruguay hay dos casos confirmados de intoxicación aguda por cianotoxinas. El primer caso se produjo en el embalse de Salto Grande en 2007: un adulto deportista. El segundo caso fue en Montevideo, en las playas de Carrasco y Malvín en 2015. Una niña de 20 meses presentó síntomas gastrointestinales y fallas graves en el hígado. Requirió un trasplante por hepatitis fulminante por cianotoxinas. Los diagnósticos primarios fueron equivocados en los dos casos. Les decían que era estrés y hepatitis autoinmune. Uruguay no implementa un registro por casos de afectación de salud por exposición a cianobacterias, y las cianotoxinas no están incluidas, de forma directa, en el Reglamento Bromatológico Nacional.
La investigación Producción, nutrientes, eutrofización y cianobacterias en Uruguay: armando el rompecabezas fue presentada en abril de este año y se encargó de recordar la situación. Fue llevada a cabo por científicos de la Udelar, el Instituto SARAS, la Asociación Ivy y el Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable.
El informe subraya que “en lo que va de este siglo, el sistema productivo agrícola-ganadero ha aumentado su intensidad e incrementado su eficiencia, incorporando prácticas de conservación de suelos”. Sin embargo, las cargas de nutrientes exportadas hacia los ecosistemas acuáticos han aumentado “significativamente” y la eutrofización –exceso de nutrientes en un ecosistema acuático– “se ha instalado” como un problema ambiental. Se remarca que estos procesos han traído “consecuencias negativas” y “a gran escala” para la potabilización de consumo humano, las actividades recreativas y la biodiversidad acuática.
De las cianobacterias al espacio
Luis Aubriot también forma parte de la sección Limnología del Instituto de Ecología y Ciencias Ambientales de la Facultad de Ciencias. Actualmente forma parte de un proyecto de la Comisión Sectorial de Investigación Científica de la Udelar que busca desarrollar herramientas de teledetección de cianobacterias por satélites. “Pasamos de las cianobacterias al espacio”, comentó, riéndose. Seleccionaron 14 embalses que debían ser monitoreados el mismo día que pasaba el satélite. Se trabajó con imágenes gratuitas de la Agencia Espacial Europea. “Fue realmente una maratón, bastante intensa”, señaló.
Aubriot, Andrea Soma y Sylvia Bonilla también presentaron esta semana una publicación sobre el río Santa Lucía: Investigación en ciencias ambientales y contaminación: el transporte molesto de fitoplancton se ve reforzado por el alto flujo en el río principal de agua potable en Uruguay. “Permitió conocer en momentos hidrológicos diferentes del río que había un transporte de organismos nocivos, como son las cianobacterias, y otro plancton también nocivo, que se daba en condiciones no esperables, digamos”, apuntó. Manifestó que el origen era externo al cauce del río, estaban siendo “importados de otros ambientes de la cuenca”.
Tuvieron que ir a la cuenca para evaluar qué estaba pasando en los embalses. “Como análisis primario, ya dan la pauta de que estos embalses de producción están en muy malas condiciones, con altísima conecntración de nutrientes, y que también tienen, en muchos casos, floraciones de organismos que pueden llegar a ser nocivas o son, en algunos casos ya confirmados, nocivas”, señaló. Cuando aumenta el agua, por las precipitaciones, la sustancia termina circulando en cañadas, arroyos y ríos que terminan en la fuente de agua potable de la ciudad.
“Hay un peligro latente ahí”, alertó Aubriot. Uno de sus estudiantes, Bernardo Zabaleta, mediante un algoritmo está buscando detectar los “puntos calientes” de la cuenca, es decir, las zonas con mayor cantidad de cianobacterias o clorofila A. Entiende que esto puede servir para la gestión, tanto para la Dirección Nacional de Medio Ambiente como para la Intendencia de Montevideo. “Uno tiene que detectar cuáles son los embalses más críticos y poder evaluar en el lugar, de forma más detallada. Estas herramientas permiten cerrar un poco el problema y localizarlo”, manifestó.
“Estamos teniendo siempre como lugar prioritario la cuenca de Santa Lucía porque es estratégico, por los problemas que tiene de calidad de agua, para conocer cuáles son sus riesgos más en detalle”, comentó. Señaló que también es un espacio clave porque está en discusión cuál va a ser la futura fuente de agua potable, la fuente alternativa o fuente adicional. “Es necesario aumentar la cantidad de agua para evitar momentos de escasez, que han existido y existen”, indicó. Aspira a que la cantidad del agua no “sea peor que la que tenemos” y que no provoque “un problema peor”.
El científico manifestó que uno de sus “temas pendientes” es trabajar sobre el efecto de herbicidas en cianobacterias en el agua. “Hay cianobacterias que los utilizan como nutrientes, por ejemplo al glifosato, para obtener fósforo”, explicó. También destacó que otros tipos de herbicidas pueden ser inhibitorios del crecimiento de las algas. Volvió a remarcar que su objetivo es “conocer” los factores que están generando las floraciones de cianobacterias masivas en “los grandes embalses” del país. “Pueden provocar efectos muy importantes, con altas toxicidades, pero a su vez pueden llevar esa floración hacia el Río de la Plata, como ha pasado, por ejemplo, en el verano de 2019”, expresó.
“¿Vamos a tener más agua para seguir desperdiciándola, o la idea es tener mejor agua y cuidarla?”, se preguntó Aubriot. Considera que esta discusión es necesaria. Desde su visión hay dos caminos. Usar mejor el recurso, no gastar tanta agua, entender que no es utilizable como si fuera gratis. O seguir con la mentalidad de “yo uso agua y ya está”. Consideró que hay países que se toman “más en serio” este asunto.