En ese momento, el maestro también se animaba a plantear una autocrítica sobre los procesos: “Hay que tener humildad suficiente para aceptar que no hemos hecho las cosas de manera programada, secuenciada, y que hubo grandes cambios sociales en estas dos o tres últimas décadas. Las sociedades urbanas son diferentes, el ocio que tienen o el tiempo de ocio de los niños es menor cuando tienen obligaciones y los que tienen más tiempo quizá no lo dediquen al fútbol o a los deportes y sí a cosas que no son formativas. Antes, desde tres o cuatro décadas atrás, se podía dar naturalmente la formación de futbolistas, pero en este estado de cosas tiene que ser planificada, programada y secuenciada. Estoy convencido de eso y nosotros ahora comenzamos como un modesto aporte y tratamos de ser ambiciosos pero no utópicos. Creo que en la medida en que las cosas que proponemos se vayan afirmando, tenemos que intensificar estos aspectos de trabajar a largo plazo, tener visiones mediatas de las cosas”, reflexionó Tabárez.
El director técnico de la selección uruguaya insistía en algunos aspectos claves: “Creo que los ejemplos de planificación y estrategias deportivas debemos pensarlos, pero no esperando algo de la mente de un iluminado o mesiánico sino de gente que sea racional, que sea abierta y pueda apoyar todas las experiencias del mundo y del medio local”.
"Lento pero viene", escribía Mario Benedetti. Hablar de estrategia y de planificación y llevarlas a cabo merece un esfuerzo de equipo nada desdeñable. Será por ello que Tabárez menciona la “teoría de la irradiación” y la describe como “la generación de un foco donde se trabaja de determinada manera apuntando a que eso vaya propiciando de a poco un cambio cultural”. La idea central apunta a que los cambios en el deporte se produzcan mediante la aplicación de determinada metodología. El azar no parece buen consejero. “Hay que sacarse ciertas ideas culturales que están muy afirmadas y que en el fútbol parecen ser un rasgo muy marcado. En determinados momentos nos creemos el ombligo del mundo y eso pasa porque no tenemos una perspectiva clara acerca de lo que es Uruguay en el concierto mundial”, sostuvo el maestro en 2006.
Tal vez nadie podría hoy, al cierre de 2010, negar que éste fue un año interesante para la selección uruguaya de fútbol. Le tocó participar en un Mundial, competencia a la que no le veía el jopo desde hacía ocho años, cuando participó en Corea-Japón, allá por 2002. La expectativa estaba latente. Los avances tecnológicos anunciados para el Mundial de Sudáfrica ilusionaron a los hinchas de cualquier parte del mundo: estadios hechos a medida, televisación digital e interactiva, un despliegue que hacía creer que aquello iba a estar muy bueno de presenciar. Para encarar este contexto la diaria formó parte del mundo de periodistas que se congregaron en las ciudades sudafricanas por las que correría la globa.
No es que nos guste ponernos del lado de los “queyala”, y si lo pensás, te damos la derecha, pero el editor de Deporte de este pasquín, Rómulo Martínez Chenlo, escribió el 2 de junio de este año, en el flamante suple deportivo hecho a medida, en relación con el maracanazo: “En cada aniversario de una de las más grandes hazañas deportivas de la historia, en una sociedad que felizmente no tiene héroes de guerra sino futboleros, no hesitamos en cuestionar la validez de aquella victoria, ya sea por lo que aparentemente pudo haber deformado (¿?) para el futuro, o hasta por una excesiva cuota de azar que, sin embargo, no se desprende de un razonamiento lógico y necesario”.
Es que “Maracaná es un mito nacional, propiedad y orgullo de nuestra sociedad, que debe ser siempre festejado. La diferencia entre recuerdo, festejo y proyección radica en que se sabe, o debería saberse, que no alcanza con ponerse una camiseta celeste, cargada con glorias pasadas, para ganar nada. Es más, nunca hubo victorias por la rica herencia futbolística y sí maravillosas epopeyas futbolísticas, fruto de muy buenos desarrollos técnicos e inclaudicables esfuerzos. Es así, y todos deberíamos saberlo para seguir expectantes la evolución de esta selección, trabajada, racionalizada y casi optimizada en cuanto a rendimientos de un pequeño país con grandes logros, pero muy pequeñas posibilidades debido a las enormes diferencias que marca la geopolítica del fútbol”. La vida es proceso, y el proceso es la meta. Ésa fue la fórmula y ése fue el camino.
La gratitud, el azar y la lección
No fue la hermandad latinoamericana ni la admiración a Forlán o la contagiosa garra charrúa. Tampoco el ordenado estilo de juego, el eficaz planteo táctico o las memorables locuras de Abreu. Lo que me llevó a hacer fuerza por la celeste en Sudáfrica 2010 fue mi gratitud hacia el maestro Tabárez, ese uruguayo a quien los hinchas de Boca le debemos el ansiado título argentino de 1992.
Aquélla no fue una consagración cualquiera: nos permitió terminar con una sequía de 11 años sin vueltas olímpicas en el fútbol local, una carga insoportable para un club que ostenta tener “la mejor hinchada del mundo” y a “la mitad más uno” de los habitantes de Argentina entre sus simpatizantes. El maestro hizo realidad aquel sueño, que se cumplió cuando los bosteros estábamos al borde de la desesperación. Por eso, en nombre de la gratitud, muchos optamos -otros ingratos no lo hicieron- por guardar silencio cuando una década después, bajo su mando otra vez, se nos escapó un campeonato que teníamos casi en el bolsillo. El fútbol también hace estas cosas.
“¡Pobre maestro! No se merece esto”, me dijo resignado un compañero, hincha de Boca, por supuesto, con quien vimos el memorable Uruguay-Ghana en Buenos Aires. Fue luego de que Suárez cometiera aquel penal que la historia dirá que fue indispensable, y que al terminar estrellado contra el travesaño ratificó lo que decía Julio Cortázar sobre que el azar hace las cosas muy bien.
Por eso gritamos y nos emocionamos al ver la cara desencajada de alegría del maestro -con su boca siempre torcida hacia un costado- tras el penal errado que le devolvió la vida a la celeste, mediante la chance de una definición desde los 12 pasos. De alguna forma, no pudimos dejar de ver en aquel rostro la misma alegría que cuando el maestro dio -y dimos- la añorada vuelta del 92 en La Bombonera. Quizás para él hayan sido sensaciones bien distintas. Y está bien que así sea.
Con la posibilidad descartada de un cruce ante Argentina, jugué todas mis fichas al equipo del maestro. Ante Holanda primero, para ir por la gloria, y con Alemania después, para quedar en el podio. No se pudo. Pero de la mano de Tabárez, Uruguay dejó en claro una cosa: es cierto aquello de que algunas derrotas son más dignas que hasta la propia victoria. Y ésa fue la lección del maestro en Sudáfrica 2010.
Sebastián Lafón, desde Neuquén, Argentina.
Mirá que arranca…
A poco de partir a África, el director técnico de la selección uruguaya describió al equipo en entrevista con la revista Vadenuevo.com.uy: “Nos vamos a basar en un grupo de futbolistas que ya ha competido en las eliminatorias, que ha participado en la renovación generacional, que se da por el simple paso del tiempo y al que los entrenadores de la selección no debemos entorpecer. Muchos jugadores han cumplido en estos cuatro años todo el proceso que debe cumplir un futbolista que se destaca en el medio local. Aunque se dice mucho que todos juegan en el exterior, yo recordaría que Fernando Muslera, Walter Gargano, Jorge Fucile, Ignacio González, los jugadores juveniles que estuvieron en la sub 20, Luis Suárez, Edinson Cavani, Martín Cáceres, eran todos de este medio cuando empezamos el proceso. O sea que no es que no hayamos tenido en cuenta a jugadores de este medio, lo que sucede es que acá un buen jugador, un talento, es un emigrante en potencia. Es cuestión de tiempo”. Consultado acerca de un posible pronóstico mundialista, el maestro contestó: “Siempre hay alguna sorpresa, pero ninguna sorpresa ha ganado la Copa del Mundo, porque hay aspectos que siguen pesando, y no es sólo ir a jugar partidos. Para ganar hay que tener una experiencia deportiva, un respaldo histórico que pocos países tienen. Nosotros lo tenemos proveniente del pasado, pero no sé si actualmente contamos con ese respaldo como para llegar a ser una sorpresa” (ver El Mundo Hecho Pelota del 28/05/10).
En la víspera del campeonato del mundo, el futbolista Daniel Baldi publicó su libro Mi mundial. Sobre el final del prólogo, Diego Lugano escribe: “‘Mi mundial’, ¡qué título! Yo, ahora, en cuestión de un mes, me juego el mío; ese mismo mundial que todos ustedes están esperando y haciendo fuerza para que nos vaya bien”. El flamante capitán celeste repasa su carrera futbolística recordando sus desventuras y sus alegrías: “A lo largo de mi carrera deportiva, sobre todo en las inferiores, tuve un sinfín de compañeros mucho más dotados que yo para el fútbol; sin embargo, nunca llegaron a Primera […] Pero el fútbol es así; muchas veces cruel, injusto. ¡Infinidad de veces no se llega! Y eso es lo preocupante, y ahí es que nos unimos con Daniel por la misma causa: ¡hay que estudiar!”. Lo dijo el capitán.
Ya en Sudáfrica, el equipo sabía que le tocaba viajar por el país africano para disputar los partidos. Calavera no chilla, y mucho menos cuando se sabe que de 200 selecciones que reúne la FIFA sólo 32 disputarían el Mundial 2010. Kimberley, Ciudad del Cabo, Rustenburgo y Pretoria fueron sede para los celestes.
Lo dijimos
A solamente dos días del debut ante Francia, Tabárez dijo que tenía en su cabeza y en los papeles el equipo que arrancaría jugando el torneo que un mes después nos tendría a todos con una sonrisa de oreja a oreja. Nueve futbolistas eran previsibles, dos estaban en duda. Fernando Muslera, Diego Lugano, Diego Godín, Maximiliano Pereira, Diego Pérez, Álvaro Pereira, Ignacio González, Luis Suárez y Diego Forlán eran fijos. Pero quedaban dos vacantes. ¿Quiénes las ocuparían? Nuestro periodista estrella empotrado en la mismísima ciudad de Kimberley se la jugó el 9 de junio en el tercer número de El Mundo Hecho Pelota por Mauricio Victorino y Egidio Arévalo Ríos. Esto quedaría confirmado en el debut, el viernes 11 de junio, cuando Uruguay igualó sin goles ante Francia. Sobre el cotejo destacó que “Francia no jugó un gran partido, pero mostró potencialidad y equipo, lo que no quiere decir que Uruguay haya jugado uno malo, y no sólo mostró velocidad y buena técnica en desplazamientos rápidos -muy rápidos- que no estamos habituados a resolver, sino que por momentos estuvo a punto de rematar el partido a su favor” (ver El Mundo Hecho Pelota del 14/06/10). Lo negativo de este encuentro fue la expulsión de Nicolás Lodeiro, que en sus primeros 17 minutos en un Mundial de mayores vio el cartón rojo.
“Ahora hay que pensar en lo que dejó este partido y en el valor de este punto como arranque. Da la sensación de que no es malo, pensando que fue el inicio ante el vigente vicecampeón mundial. El tiempo dirá, pero seguro no siempre, casi nunca, un equipo puede hacer lo que quiere. Enfrente hay otro y también juega, y a veces como Francia, y resulta un rival de gran peligro”, contaba el Chenlo desde el estadio Green Point. El primer juego pasó. La mira estaba puesta adelante.
Blanca y ardiente
Con un punto adentro se venía el choque ante los locales. Que el fútbol ya no es como el de antes, que Tabárez no da el equipo, que tiene que jugar Mengano o Sultano, que Pepito está peleado con el técnico. Todo este palabrerío sin sentido y que lo único que hace es llenar hojas en blanco quedó enterrado el miércoles 16 de junio, cuando la celeste -ese día completamente de blanco- goleó 3-0 y dejó sin aliento a los sudafricanos que estuvieron en el estadio Loftus Versfeld de Pretoria.
Demostrando por qué es el director técnico, Tabárez movió fichas y plantó un cuadro que le dio unos resultados espectaculares. Jorge Fucile -que salió lesionado en el minuto 71- ingresó por Victorino y Edinson Cavani por Ignacio González. Forlán puso dos y Palito el restante para el delirio del puñado de uruguayos que estaban allá y de la mayoría que se había quedado acá. Fue la primera victoria en un Mundial luego de casi 20 años. La anterior había sido el 21 de junio de 1990, cuando Tabárez también era el jefe de la selección.
El Chenlo no sólo nos relataba los partidos desde la sede mundialista, sino que también se atrevió a contar intimidades. Sin duda, entre esos relatos íntimos el que ocupa el primer lugar del ránking es el siguiente: “¡No saben, no se imaginan los cancanes negros que me mandé! No son de lana, son de lycra gruesa, y al momento que estoy escribiendo esto aún no me los puse, pero como me dijo la Pujol, si Julio Bocca se los pone y nadie le dice nada, ¿por qué Chenlito no? […] Quedo solo para ponerme el artefacto, che, no es para tanto, y entonces aparece una duda no prevista: ¿las dos costuras van para adelante o para atrás? SMS urgente para que me den respuesta a tal interrogante. Y si las dos costuras van para atrás, entonces esa difícil tarea de enrollar la pieza para que quede bien. Y bueno, la subida final no es fácil, señores, ustedes, damas, ya lo sabrán. Terminado el trámite siento que son calentitas, y vamo' arruca. Me gustó” (ver El Mundo Hecho Pelota del 17/06/10). Cerrá y vamos. Uruguay noma’.
Tacos y adentro
Cuatro puntos ganados y un solo partido para asegurarse el primer puesto. Los cambios volvieron a aparecer: Victorino entró en la oncena titular por Diego Godín para enfrentar a México, que se tenía mucha fe para ganarnos. Pero viste cómo es esto. El convencimiento real de un grupo puede más que el chamuyo, que según la Real Academia Española “tiene el propósito de impresionar o convencer”, pero imaginate que no lo logró con 11 tipos que se pusieron la blusa celeste.
Luisito Suárez convirtió el único tanto y a festejar. “La gran victoria ante los mexicanos en el Royal Bafokeng de Rustenburgo terminó poniendo el sello de aprobado, que pretenden y exigen los burócratas del utilitarismo que sólo dejan pasar a los ganadores, al largo y pensado proceso de trabajo de las selecciones nacionales pergeñado y ejecutado por Tabárez y su equipo. Seguro que en el proceso macro, el que arranca en 2006 y sigue -¿o ahora tendrán dudas de si sigue?- al inmediato, el de la planificación y ejecución del plan y la estrategia para clasificar primeros, habrán pasado metas y sueños, como esta clasificación a la segunda fase del Mundial con dos victorias, un empate y cero gol en contra, pero mucho más seguro es que la idea era generar un estilo y una forma de trabajo que se sistematizara y se perpetuara de modo tal que Luis Suárez, Cavani, Lodeiro o Cáceres, entre otros, hubieran empezado en preselecciones juveniles sin saber o pensar que unos años después iban a estar jugando, ganando y gozando en un Mundial” (ver El Mundo Hecho Pelota del 23/06/10).
¿Fácil? ¿Quién dijo?
“¿Acaso alguien pensó que llegar a octavos era cuestión de decir ‘vamos’ y alguien te iba a decir ‘pase, señor’?”, se preguntaba Jorge Burgell. Y la respuesta fue negativa. Nada iba a ser fácil. Y menos después de ver el trámite del partido ante Corea del Sur por los octavos de final en el estadio Nelson Mandela de Port Elizabeth.
Rómulo nos lo contaba así: “Fue un partido duro, terrible, sufrido y estresante, en el que los celestes no pudieron fortificar su triunfo a través del buen juego y la excelente capacidad de neutralizar el juego rival, como lo habían hecho antes, sino que lo debieron hacer rescatando del último bolsillo de los sueños aquel nunca desechado argumento de los dientes apretados, ganas y el mapa de la utopía” (ver El Mundo Hecho Pelota del 28/06/10).
Suárez otra vez apareció y puso el 1-0 parcial, a los ocho minutos del primer tiempo. Pero Lee Chung Yong empató y nos hizo sufrir que ni te cuento. El salteño, que estaba intratable, volvió a convertir a falta de diez minutos y nuestra cabeza voló más que nunca. “Maxi, Lula, Paco, María, todos tal vez recordarán entonces aquel tema del Pitufo Lombardo y el Choncho Lazaroff que se llamaba ‘Eterno soñador’ y que decía: 'Es natural que se contagie la emoción… Es natural, en Uruguay, ser un eterno soñador'”, imaginaba el Chenlo.
The Uruguayan Show
Si te contara cómo fue el partido ante Ghana por los cuartos de final te estaría subestimando. Así que voy a utilizar las palabras de Marcelo Tasistro en El Mundo Hecho Pelota del 05/06/10 para que se te vuelvan a poner los pelos de punta: “Yo quedé vivo de milagro. Abrazado al tremolar de la bandera. Se me escapaba el alma cuando metieron ese cabezazo y el botija Suárez la manoteó en la línea y el Uruguay entero quedó paralizado. Un estado de nervios casi similar al filo del túnel blanco y esa luz al final, puntual que nos espera. Muslera hipnotizó la guinda y pegó en el travesaño. Del infierno al cielo en un santiamén. Y otra vez me pareció escuchar como en la escuela: ‘Si el pampero la acaricia, la acaricia...’. Después, miles de muchachos salieron como locos para todos lados, desenfrenados, con los corazones en las manos en homenaje a la fantasía inaudita del Loco Abreu, un imprescindible, salvando distancias, como dijo Bertolt Brecht. […] Y no hay caso. La vieja camiseta del alma otra vez haciendo historia. La magia ahí, picando en el pasto del imponente Soccer City, allá en la lejana África”.
Pudo haber sido… y fue
Holanda se nos puso en el camino en la semifinal. Fue en Ciudad del Cabo. Perdimos 3-2, pero la sensación que nos quedó fue de las más lindas luego de ver caer a una selección. Ellos se pusieron 1-0 arriba pero Forlán, que a esa altura estaba intratable, empató. Nuevamente los europeos convirtieron para pasar a ganar en pocos minutos 3-1. El Mono Pereira descontó y tres millones metimos presión contra el arco holandés en los últimos dos minutos. “Fueron 120 segundos mágicos de corazones bombeando el milagro que no fue, pero que ya había sido, el fútbol uruguayo como modelo de selección había vuelto a nacer. Ellos reconquistaron la ilusión imperecedera de su pueblo, y eso no sé si no es casi como salir campeón mundial” (ver El Mundo Hecho Pelota del 07/07/10).
Se puede, claro que se puede
Alemania fue el último rival de un Mundial inolvidable. Perdimos el partido que siempre decimos que no nos gusta jugar, pero los muchachos dejaron todo. El enviado de la diaria en el último suple, del 12 de julio, resumió el campeonato y la nueva forma de ver y sentir el fútbol, aquella que en 2006 el maestro empezaba a enseñar: “Uruguay hizo un gran Mundial y no sólo porque el equipo que apareciera en la cancha -jugaron los 20 futbolistas de campo- lograba buenas presentaciones y le hacía partido a cualquiera, sino que además fortificaron la idea de que aun perdiendo, cuando a uno no le da el naipe para superar a un antagonista que en ese momento, en la coyuntura de los 90 minutos, se presenta superior, uno puede quedar con un buen sabor de boca y pensar, sentir, que a veces cuando se pierde también se gana. Se gana en ilusión, en empatía y en convicción, pero fundamentalmente se gana en la eterna cuponera de los sueños”.