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Danubio - Liverpool, ayer en Jardines del Hipódromo.

Foto: Pablo Nogueira

Aguafiestas

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En partido cambiante como el tiempo los negros le empataron en la hora a la franja.

Danubio había dado vuelta un partido increíble con un hombre de menos, pero Liverpool se lo terminó empatando 2 a 2 en la hora. Una mañana al rayo del sol dejó paso a un mediodía a pura agua y relámpagos en Jardines.

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Estaba todo prontito para el festejo. El día era espectacular y el marco de público, aun mejor. Los jugadores danubianos levantaron un 1 a 0 en contra con un hombre de menos y hasta los altoparlantes de Jardines cantaban las canciones de la barra e invitaban a que todos se unieran. Pero apareció el petiso Héctor Acuña, que parecería que se había reservado para marcar goles en circunstancias importantes, y dejó atrás su racha de encuentros sin convertir y empató a falta de un minuto para el final. O por lo menos fue quien lo festejó, dado que Santucho también le tiró el viaje y parece que finalmente fue Acuña el que la mandó a guardar.

Liverpool arrancó mucho mejor que su rival. Era claro con la pelota y sabía cómo dirigir sus ataques. Nada estaba librado al azar en el negriazul, sus jugadores se conocen de memoria y lo demuestran en cada minuto de juego. Por el otro lado, Carlos Grossmüller era el que manejaba a la franja, que intentó llegar con jugadas individuales de Ifrán o Recoba al arco de Castro, pero estuvieron siempre muy bien marcados por Montero o Álvez.

Rodales y Mauricio Díaz comenzaron a juntarse por derecha y por ahí surgieron las mejores posibilidades de la visita; justamente el lado que también le había explotado Defensor a Danubio en el clásico del otro fin de semana. Y por ahí llegó el 1 a 0. A los 19 minutos Julián Lalinde se anticipó a toda la defensa franjeada y definió con un suave toque para que saltaran los hinchas negriazules. Muchos de ellos perdieron el codiciado lugar que daba la sombra de la palmera de tanto festejo. ¡Qué toqueteo de Liverpool! Díaz metió un sombrero a los 40 minutos, la tocó para Lalinde y éste la pinchó para Acuña… todo al compás del “¡ole, ole!” ¿Hace falta decir que merecía el segundo? Pero comenzó a fallar en la definición y lo pagó caro cuando Recoba cambió las gambetas por asistencias.

Cuando menos lo merecía y más lo precisaba Danubio, porque ya jugaba con un hombre de menos por la expulsión de Porras, Ifrán empató de cabeza tras un centro del Chino en un tiro libre. Dos minutos después y con la misma dupla de protagonistas -pero esta vez en jugada de pelota en movimiento- Danubio pasó a ganar. Recoba dejó absolutamente solo a Diego, con un pase que viajó no menos de 30 metros. Esta vez Ifrán fusiló a Castro de derecha y contra un palo.

Si hubiera sido un partido de campito, Recoba se ponía la pelota abajo del brazo y se la llevaba para la casa. Pero tuvo que seguir, a pesar de que no podía más con su físico porque Giordano había hecho todas las variantes. Mena dijo “no importa, yo corro por vos y por todos mis compañeros”. El colombiano se puso el cuadro al hombro y a la hinchada en el bolsillo, mientras Liverpool ya no llegaba con claridad. Favaro empezó a sumar hombres de ataque en busca del gol milagroso que no se veía venir.

Un hincha danubiano gritó: “¡Terminalo que empieza a llover!”. No era Vázquez Melo, pero anticipó el diluvio nomás… No pasaron cinco segundos que cayó el gol compartido de Carlos Santucho y Romario Acuña, cuando encontró un rebote en el palo luego de un cabezazo de Lalinde. 2 a 2 y a otra cosa en buen partido.

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