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El jugador del Cruzeiro de Brasil Diego Renán (d) disputa el balón con Christian Núñez (i), del Nacional de Uruguay, durante un partido de la Copa Libertadores de América, ayer, en Belo Horizonte (Brasil).

Foto: Efe, Paulo Fonseca

Y sin embargo vive

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Nacional la pasó mal en el Mineirão pero la serie no está cerrada: 3-1.

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Los únicos diez minutos que Nacional jugó de igual a igual ante el Cruzeiro ayer por la noche en Belo Horizonte le sirvieron para dejar una luz, igualmente, tenue, de esperanza, de cara a la revancha que se jugará la semana próxima en Montevideo.

El gol que metió Regueiro maquilló un resultado que de acuerdo con cómo se desarrolló el encuentro podría haber sido mucho más abultado, si nos guiamos por lo que hicieron un equipo y otro en el enorme campo de juego en el que el Cruzeiro es local. Con la cancha totalmente en bajada después de un primer tiempo muy malo, los tricolores salieron a atacar en la segunda parte, y hasta donde pudieron lastimaron a los brasileños.

Tras un par de acercamientos profundos llegó el gol, un pequeño oasis en un partido que durante la mayor parte del tiempo fue una pesadilla para Nacional. La planificación de varios días del técnico Acevedo se fue al tacho casi de movida. Cuando el encuentro todavía no se había armado el incisivo delantero Thiago Ribeiro empezó su terrible faena goleadora, luego de aprovechar un mal cierre de Coates y tocar con sutileza la pelota hacia la red. La ventaja tempranera del rival desconcertó a Nacional, que en el primer tiempo la corrió siempre de atrás. Tal como se esperaba, el Cruzeiro manejó muy bien la pelota cuando fue al ataque, hizo ancha la cancha, pero lo curioso fue que los tres goles de los azules mineiros llegaron en jugadas por el medio del ataque, bien en la zona de influencia de los zagueros centrales. La segunda incursión goleadora de Thiago Ribeiro fue un cabezazo a las espaldas de Lembo, y la tercera, una definición de fuera del área tras un pase frontal.

La inexpugnabilidad tricolor en la Libertadores sucumbió ante las virtudes ajenas pero también a causa de los errores propios. La faena defensiva, vital en una instancia como ésta, fue deficitaria. Sería injusto endilgar a un jugador fallas puntuales, cuando, visto el panorama general del partido, los errores fueron numerosos y colectivos en la mayoría de los casos. Además de no defenderse bien, Nacional falló la mayor parte del tiempo en la otra premisa que se había planteado antes del encuentro: la tenencia de la pelota. Salvo un breve lapso luego del segundo gol y los mencionados primeros 10 minutos del segundo tiempo, los tricolores fueron ineficientes cuando tuvieron el balón en su poder. Matute no jugó bien, y el plan B fueron bolas largas al sacrificado Regueiro, que permanentemente fue al matadero contra los zagueros rivales, aunque gracias a esa persistencia llegó el descuento. Tras la salida de la cancha de Varela sobre el final de la primera parte por una lesión muscular ingresó el Viruta Vera, que anduvo en las mismas que Regueiro, ya en el segundo tiempo cuando Nacional pasó a jugar con dos arriba. Igualmente dentro de lo desparejo del trámite, el 3-1 final fue casi un premio para un equipo que más que jugar padeció el partido. El gol de visitante le dejó al equipo de Acevedo un pequeño tanquecito de oxígeno para el desquite que se jugará el miércoles próximo, probablemente en el Parque Central, escenario más propicio que el Centenario a la hora de meterle algo de presión a un equipo acostumbrado a jugar con las tribunas bien alejadas. Pero, realmente, la sensación que quedó tras el primer enfrentamiento de la llave es que la tarea de levantar este muerto será dura para Nacional. Es sabido que el Cruzeiro baja en su rendimiento cuando sale de su feudo y que el próximo partido se planteará bajo condiciones distintas a las de ayer, aunque mucho tendrá que variar para que haya un equipo uruguayo en los cuartos de final de la Libertadores.

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