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Diego Forlán, José Mujica y Diego Lugano, anoche en el Estadio Centenario.

Foto: Javier Calvelo

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La celeste de fútbol se despidió con un 4-1 ante Israel en buen apronte para la Copa del Mundo.

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Un Estadio Centenario casi repleto despidió a la selección uruguaya que partirá rumbo a Sudáfrica. Una concurrencia más familiera que la que asiste al fútbol local le dio clima de luna de miel al adiós de anoche. Entre aplausos casi teatrales, el equipo de Óscar Tabárez derrotó a Israel por 4 a 1. Fue bueno en general, pero aun mejor cuando jugó con tres atrás y carrileros. Nacho González manejó como puede: a días del Mundial, su recuperación futbolística supera en importancia a cualquiera de las conclusiones que no entraron en este copete.

Esperanzador

La despedida fue una fiesta. El entrenamiento, un éxito. El 4-1, un gran resultado. Las actuaciones individuales fueron de bueno a excelente. El accionar colectivo, de primera. La posesión de pelota fue primorosa y prioritaria, como lo pidió el maestro. La pelota giró, fue y vino, siempre en poder de los de color celeste. Descubrimos o comprobamos que dimos un Nacho de ventaja en la mayor parte de la Clasificatoria Mundialista. Los carrileros Maxi y Palito fueron magníficos exponentes. Forlán fue Forlán y Abreu, el goleador de siempre. Nadie fracasó. Los goles vinieron de muy buenas acciones colectivas, generosas. Todo fue mejor de lo esperable en un amistoso. En un amistoso con peligro. También en eso, en prevenir posibilidades de lesiones, se jugó con racionalidad y sapiencia. Quedó mucho margen para la esperanza y el entusiasmo. También para la paciencia y para ahuyentar el innecesario agrande. Jorge Burgell

Uruguay salió a jugar sin pereza y con un inusual cuidado en el trato de la pelota. Sólo la Copa del Mundo sabe si fue por la liviandad que supone disputar un amistoso o porque el equipo realmente alcanzó ese piso que se extrañó durante la última etapa de la fase de clasificación.

Desde el arranque del primer tiempo se pudo apreciar una clara intención de volver la cancha ancha, con los Pereira mimetizados con las líneas. Es que los carrileros Maxi y Palito fueron salidas continuas, sacaron del freezer algunos de los mejores momentos del inicio oficial de la era Tabárez, cuando la selección le torció el brazo a una Copa América complicada jugando con el 3-4-1-2 que se vio ayer.

La fluidez pasó por los pies de Nacho González, el botón de pausa (y de play) que el equipo extrañó durante los días más complicados del larguísimo camino previo al Mundial.

La conexión funcionó a la perfección a los 15 minutos, cuando Uruguay fue por la ruta de Palito, que recibió un cambio de frente y entregó al medio. Ahí estaba Nacho, lo suficientemente suelto como para herir y lo suficientemente enchufado como para ilusionar. Puso camino al gol a Forlán tras una maniobra con sombrero y todo. El goleador definió como si el Centenario quedara a orillas del Manzanares.

Israel no mereció empatar sobre la media hora, aunque el gesto técnico del volante Refaelov sí se merecía un lugar en la ficha que congelará para siempre el partido. Lo tuvo, porque el israelí enganchó dentro del área para neutralizar a Godín e igualó el partido en la segunda situación riesgosa generada por la visita.

Sin embargo, el primer período le reservó un lugar a la justicia. Uruguay siguió desequilibrando por las bandas. Si bien Maxi profundizó más que Palito, este último tocó la pelota en la línea para el 2-1. Decir eso y omitir que Nacho volvió a ser el de Jardines con la habilitación que le abrió la puerta a la pelota sería todavía más injusto que el empate parcial que apenas sobrevivió hasta los 37 minutos.

La sensación de que el sistema inicial le cayó bien al equipo fue unánime durante los primeros 45. Y se reforzó cuando comenzó el complemento, porque Tabárez hizo tres cambios y dejó al equipo con un 4-3-1-2 que quedó asociado a los minutos más flojos. Lugano salió para que los carrileros se transformaran en laterales y acompañaran a Scotti y Godín. Lodeiro lo sustituyó y se paró como enganche, ya que Nacho González bajó para ser el extremo zurdo de una línea de tres volantes en la que el Ruso Pérez jugó por la derecha. También llegaron Eguren y Abreu. Más tarde lo harían Arévalo Ríos y Cáceres.

La chispa volvió cuando el de la Juve ingresó por González para que el equipo volviera a tener laterales volantes. Al rato, Abreu confirmó que la pelota lo busca y marcó los últimos dos goles luego de pases generosos de Lodeiro y Cavani.

El nivel del rival celeste y algunas de las dificultades que igualmente generó en una defensa que no fue demasiado exigida son algunas de las atenuantes a tener en cuenta antes de volverse hincha del Exitismo Fóbal Clu. Ilusionado y todo, compro la mesura de Tabárez.

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