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Instituto Pasteur. (archivo, junio de 2009)

Foto: Javier Calvelo

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Academia y sector productivo deben interactuar para conocer demanda y poder innovar.

El proceso de innovación debe interactuar entre el sector productivo y la sociedad, para lo que se requiere la vinculación del ámbito privado con el académico, según interpretó la subsecretaria de Educación y Cultura, María Simon, subrayando la importancia de “conocer lo que se demanda”. También aseguró que Uruguay busca “dar un salto de calidad” en su producción, siguiendo el ejemplo de algunos rubros que ya lo lograron. Analizando un estudio sobre el sistema de innovación aplicado en México, se criticó la aplicación de modelos de países desarrollados a los latinoamericanos, soslayando la brecha que los separa.

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Editar

Estos conceptos fueron vertidos durante un seminario realizado en la Facultad de Ciencias Económicas, donde se presentó el trabajo “El sistema nacional de innovación: instituciones políticas y desempeño. ¿Hasta qué punto son útiles los modelos de políticas de innovación de la OCDE?”, elaborado por un grupo de investigadores que incluye a los expertos uruguayos Gabriela Dutrénit y Martín Puchet, radicados en México.

En la apertura, en la que también participaron el decano, Rodrigo Arim, y el prorrector de Investigación de la Comisión Sectorial de Investigación Científica, Gregory Randall, Simon aseguró que la cartera a su cargo y el Gabinete de Innovación buscan “lograr la interacción de la innovación con el sector productivo y la sociedad”. Subrayó que el gabinete está integrado, además del Ministerio de Educación, por los de Ganadería, Industria y Economía, además de la OPP, debido a la “importancia que tiene la innovación en el desarrollo productivo”. “Nos enfrentamos a una necesidad de cambio de pendiente”, graficó Simon, enfatizando la necesidad de que la innovación sea acoplada a la demanda, dado que “sólo los estímulos económicos no alcanzarían”. En particular, destacó el relacionamiento de la academia con el sector productivo, para saber “qué es lo que se demanda” desde las sociedades y los mercados. Por último, evaluó que “el país quiere dar un salto de calidad” y que también “ha demostrado, en algunos sectores, que se puede”, mencionando en ese sentido el software y las industrias culturales.

Test vocacional

En lo que refiere al trabajo presentado, Dutrénit lo ponderó como “el resultado de varias evaluaciones sobre el sistema de innovación mexicano, que se vienen llevando a cabo desde 2006”, y particularmente al estudio realizado para la Organización para el Desarrollo Económico y la Cooperación (OCDE). Pero antes repasó brevemente los “problemas económicos y sociales” que afronta México, que a su entender “son infinitos”: reducida tasa de crecimiento económico en los últimos 20 años (3% anual); baja competencia y “comportamientos monopólicos”; ingresos fiscales muy dependientes del petróleo; desplazamiento a manos de China en el mercado estadounidense, del cual también depende mucho. Además, señaló el peso en la economía de rubros tradicionales que permiten exportar bienes de bajo valor agregado y recordó que es una sociedad “altamente desigual”, con un nivel de pobreza que trepa al 60% de la población, y de pobreza extrema del 20%.

Pese a ello, matizó que hay algunos resultados positivos, como la reciente recuperación de la estabilidad macroeconómica; el desarrollo de subsectores con un importante potencial asociado a la incorporación de tecnología; y la visualización de “casos de desarrollo tecnológico” en ciertas áreas, aunque de forma “muy incipiente”.

En el ámbito científico, lamentó la “reducida comunidad científica”; el bajo presupuesto destinado a él (0,4% del PIB); la “concentración geográfica e institucional de las capacidades”; y la distorsión en la estructura de incentivos, “que no sabe para dónde apunta”.

Puchet se refirió al marco institucional, respecto al cual evaluó que muchas modificaciones observadas a nivel “micro”, tanto en empresas como en instituciones, generaron “procesos virtuosos de diálogo” entre el sector productivo y la investigación. Sin embargo, criticó que, “por un lado, hay una red de agentes con un sistema de organización muy amplio”, y, por otro, “es muy vertical”, al depender de las decisiones de la Presidencia. “Muchas veces esta estructura jerárquica se contradice con cosas que se van gestando en el interior de los centros y de las empresas”, apuntó.

Dutrénit lamentó que en los últimos años no hubiera aumentos presupuestales destinados a investigación, desarrollo e innovación; y si bien aumentó la participación privada en esas áreas, el sector público sigue siendo el de mayor inversión efectiva.

Por otra parte, recordó que “las condiciones iniciales en ciencia y tecnología que tienen los países desarrollados son más sólidas” que en Latinoamérica, por lo que pueden focalizarse en la innovación; esta región, recomendó, debe enfocarse en la “generación de conocimiento de base”. En esa línea, fustigó “la copia de diseños” por organismos multilaterales que “no observan las características particulares de Latinoamérica”.

No obstante, se mencionaron impactos positivos del sistema nacional de innovación, como las “mejoras en las condiciones del entorno”; el reordenamiento del presupuesto; el apalancamiento de los recursos y fondos; y la contribución a la consolidación de las inversiones privadas. “El reporte de México no está tan mal”, sostuvo la autora, que, no obstante, propuso incrementar el gasto de 0,4% a 1% del PIB, asignar montos adicionales para los nuevos instrumentos y alinear los incentivos a las políticas de ciencia, tecnología e innovación.

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