El concepto que encierra la frase“bancarse ser segundos” comenzó como una extraña consigna de los 90, impulsada por aquellos pibes argentinos de casaca naranja con vivos blancos y azules. Aquel equipo de Cebollitas, que a diario llegaba por tele abierta, ingresaba al vestuario tras perder la gran final y protagonizaba una verdadera sesión de psicoanálisis al ritmo de una recordada canción. Una vez sentados frente a frente en el vestuario, cada jugador comenzaba una autocrítica para luego concluir que dimensionar, procesar y tolerar el fracaso también es salir campeón. ¡Cómo la pisaba el Colo, número 9 de aquel equipo, por favor!
¿Segundos de qué?
Muchas veces los premios otorgados por diversas instituciones carecen de autoridad moral cuando se trata de votos de “especialistas” anónimos, aunque en esta oportunidad se convocó a los lectores de una revista que es propiedad de uno de los grupos más importantes de Reino Unido.
La revista inglesa World Soccer desde 1982 hace participar a sus lectores para elegir cada año, entre otros, al mejor equipo y al mejor técnico del fútbol mundial. La elección del mejor equipo no discrimina entre clubes y selecciones. Tal vez por este criterio la selección uruguaya se quedó con el segundo lugar, ya que existen unos anormales que en la mañana del domingo destrozaron a Santos 4-0 en lo que se suponía que era una final del mundo de clubes. Pero no hablemos de Barcelona porque, simplemente, ya es obsceno.
El equipo catalán se llevó 44% de los votos mientras que la selección uruguaya obtuvo 25%, relegando al tercer lugar a Porto y Santos, que apenas llegaron 6%. Se puede pensar que el “efecto Suárez” haya influido en la alta votación de los ingleses, pero hay motivos más que válidos para sostener ese porcentaje.
Para muestra de ello, el maestro Óscar Washington Tabárez quedó a sólo dos puntos porcentuales de Pep Guardiola, que alcanzó 33% de los votos, en la elección del mejor director técnico del año. Allá lejos, con 10%, se ubicó Sir Alex Ferguson, el histórico entrenador de Manchester United.
¿Qué hicimos para merecer esto?
Este 2011 fue mágico. Al despegue que significó el Mundial de Sudáfrica 2010 se sumó la espectacular Copa América en Argentina y el comienzo notable de las Clasificatorias Sudamericanas para el Mundial de Brasil 2014.
Atrás quedaron las grandes actuaciones de los menores de 20 y 17 años, que metieron a Uruguay en los Juegos Olímpicos de Londres después de más de 80 años y un segundo puesto a nivel mundial, respectivamente. Pero estas destacadas actuaciones juveniles no suman para el famoso ranking FIFA, que es objetivo y bien estructurado, a pesar de provenir de la multinacional del fútbol que a veces da la sensación de que no siempre se caracteriza por los manejos cristalinos.
Uruguay es el equipo que en 2011 cosechó más puntos de todos los que cotizan en esta especie de bolsa de valores llamada Ranking FIFA. Pero a pesar de esto no está primero, sino cuarto, y además tiene su explicación numérica y razonable.
El Ranking FIFA se construye con un indicador que es el resultado de una sencilla multiplicación de los siguientes factores: puntos obtenidos, importancia del partido (en este punto influye si se trata de un partido amistoso, por la Clasificatoria Mundialista o por la Copa América), fuerza del contendiente (lugar que ocupa en el ranking) y fuerza de la confederación (coeficiente que valoriza a cada continente y que surge del promedio de puntos obtenidos por partido disputado por los países del continente en los últimos mundiales).
O sea, en cada partido las selecciones suman la friolera de puntos que desprende el producto de esos indicadores. A su vez, dichos puntos se promedian por la cantidad de partidos disputados mensualmente para luego cerrar el puntaje anual.
Producto de la gran Copa América disputada por la celeste, se cosecharon muchos puntos, ya que se les ganó a equipos bien ubicados en lo alto del ranking y, a su vez, en un torneo en el que el valor del indicador “importancia” incluso supera a la propia Clasificatoria Mundialista. Esto, sumado a que la fase final de la Eurocopa será en 2012 y, por lo tanto, los equipos de esa zona del mapamundi han multiplicado por un coeficiente menor en dicho rubro, llevó a que Uruguay quedara primero en 2011, superando al primero indiscutido, España.
¿Por qué no somos primeros? Porque el ranking tiene “memoria” y considera los últimos cuatro años de actuaciones de manera ponderada, disminuyendo el peso del puntaje de cada año a medida que pasa el tiempo. Aún no tenemos ese colchón de puntos que nos deje arriba, pero quién te dice lo que pueda ocurrir dentro de un tiempo... A este ritmo es posible. Es de lo poco que se puede pronosticar con certeza y justicia en el marco de la FIFA. Aprovechemos.
Atrás quedaron los amistosos en una inexplorada parte de Europa allá por marzo, cuando caímos en Estonia y superamos a la República de Irlanda. En mayo, en el primer gran partido del año, perdimos en buen partido ante Alemania en un coqueto estadio de Sinsheim, en lo que fue la revancha del tercer puesto del Mundial.
Para preparar la Copa América casi vencemos a la Holanda subcampeona del mundo, pero un cocazo tulipán en la hora nos sacó la posibilidad de recuperar el Bastón de Nasazzi. ¿Recuerda? Aquel galardón que se obtiene al vencer al circunstancial poseedor del Bastón que se otorgó de manera virtual luego de la primera final del mundo, en 1930. Desde ese momento, cada poseedor del Bastón (Uruguay fue el primero) lo pone en juego en cada partido, y esa tarde de miércoles tuvimos la posibilidad de homenajear al Mariscal en el mismísimo Centenario, ya que Holanda tenía el galardón en su poder; hoy está en manos de Dinamarca.
También previo a la Copa América nos vengamos de los estonios, venciéndolos en Rivera con goleada incluida. Luego vino la reciente Copa América, una gran victoria ante Ucrania a domicilio, el comienzo de la Clasificatoria sudamericana y el partidún en Roma con victoria frente a Italia. Nueve partidos por los puntos que duelen, invictos. ¿Qué más se puede pedir?
Lo que viene
Para 2012 sólo está confirmado un amistoso con Rumania en Bucarest el 29 de febrero. Algún puntito podemos arrimar al ranking, pero cada vez que se menciona ese país con lengua de origen latino, lo que lo hace sonar familiar al oído, a pesar de no entender un pomo lo que hablan, no se puede sino recomendar dos pelis: Bucarest 12:08 y La noche del señor Lazarescu. Se habla de otro partido a confirmar en Moscú para mayo, posiblemente el 25, y en junio vuelve la Clasificatoria con esa doble fecha de local ante Venezuela y Perú en la que nunca pudimos quedarnos con los 6 puntos.
A fines de julio comienzan los Juegos Olímpicos de Londres, en los que Uruguay estará presente como en las hazañas de Colombes y Amsterdam. Un equipo sub 23 con tres refuerzos mayores será la agenda de discusión de los programas deportivos de nuestro bendito país. Ojo. Te cambio pelo a pelo y sin chistar la vacía discusión de si llevar a Abreu para despedirlo o a Suárez, que vive a la vuelta del estadio en Londres, antes que a la sepultada polémica de los jugadores “con hambre” largamente establecida en Uruguay, sostenida desde la época de Cubilla por muchísimos medios y opinadores. Esa discusión, que con muchísima virulencia Fernando Niembro revivió en la vecina orilla con sus recordados diez minutos de discurso posdebacle de Santa Fe. Esa discusión de los jugadores de acá, de los que tienen hambre. Esa discusión del “que se quede allá”, utilizando las palabras de ese sujeto que posee un bigote que parece mimetizarse con sus pensamientos. Esa discusión que en Uruguay se instaló justamente después del Mundial de Italia 1990, cuando a este entrenador que hoy es reconocido como uno de los mejores del mundo lo echaron para que llegara Luis Alberto Cubilla, autoproclamado en una entrevista de Atilio Garrido, hoy gerente de Tenfield, en la que decía algo así como que “los jugadores que juegan en el exterior vienen a pasear y no se esfuerzan porque tienen mucha plata” y sostenía que él prefería a los de acá, a los que tienen hambre.
Puf, ya está. Disfrutemos de esto que tenemos.