En sólo cinco minutos se compactaron las mayores emociones en el partido entre aurinegros y bohemios que cerró en la noche de ayer la 2ª fecha del Torneo Clausura, por ahora liderado exclusivamente por Defensor Sporting y Tacuarembó. Ayer Peñarol antes que nada tenía que ganar para no perder pie en la carrera por el segundo certamen de la temporada y lo hizo. Terminó jugando el encuentro con soltura, sin mayores sobresaltos, aunque esa imagen final no es del todo fiel con lo que en realidad sucedió en el césped del Centenario.
Durante el primer tiempo el encuentro fue muy parejo, abierto, aunque ambos equipos carecieron de la profundidad necesaria para abrir el marcador. Diego Aguirre varió con respecto al equipo que había puesto en la cancha en la primera fecha ante Miramar y la cosa de entrada no le resultó. Los aurinegros carecieron de desborde, arma primordial en el sistema de juego del coach mirasol, y cuando ofendió fue siempre por el medio, donde el inquieto volante Luis Aguiar jugó un buen partido e incluso fue el autor del empate, ese que abrió las puertas de la victoria. Wanderers, por su parte, ofreció orden, aplicación y el talento del volante zurdo Maxi Rodríguez, joven valor que seguramente seguirá trabajando en el exterior en muy poco tiempo.
Tras la paridad de los primeros 45 minutos fueron los bohemios los que se pusieron en ventaja con un cabezazo del experimentado delantero salteño Walter Guglielmone, que tocó con la bocha a la red un centro preciso del mencionado zurdo Rodríguez. El festejo de los wanderistas y el catatonismo de algunos hinchas carboneros fue muy breve. Porque ese gol inicial fue seguido de la igualdad que anotó Aguiar, que después de una buena asistencia quedó cara a cara con Nanni y definió muy bien.
Pero la vorágine goleadora no paró ahí. Después de una rápida jugada de contragolpe que se inició con un quite del zaguero Guillermo Rodríguez y prosiguió con una veloz carrera del argentino Martinuccio, la bola le llegó a Juan Manuel Olivera, que con la majestuosidad de un obelisco giratorio metió un quiebre y sacudió desde afuera del área un tremendo zurdazo que se metió bien pegado junto al palo, dejando desahuciado al arquero bohemio. Olivera, que había entrado poco en juego, volvió a demostrar que pese a su robustez no es ningún tronco, sino que es capaz de aportar desde otros lados de la cancha más allá de su natural presencia de área dada su corpulencia.
El festejo del segundo gol aurinegro, el último de la noche, dio paso a otra fase del partido. Ya completamente descomprimido, el equipo de Aguirre empezó a jugar mucho más suelto, aprovechando los enormes espacios que dejó Wanderers, que tímida e infructuosamente salió en busca del empate. En ese rato, que en realidad fueron casi 30 minutos de partido, Peñarol pudo haber aumentado la cuenta y los bohemios dispusieron de alguna escasa opción, pero parecía que esos cinco minutos de vértigo en los que llegaron todos los goles se habían quemado todos los cohetes. Y así fue. Wanderers pagó su impericia defensiva y se fue triste del Centenario, mientras que Peñarol con esos dos piñazos oportunos tumbó su primer muñeco en el Clausura.