Ingresá

Boxear a la delincuencia

1 minuto de lectura
Contenido exclusivo con tu suscripción de pago
Contenido no disponible con tu suscripción actual
Exclusivo para suscripción digital de pago
Actualizá tu suscripción para tener acceso ilimitado a todos los contenidos del sitio
Para acceder a todos los contenidos de manera ilimitada
Exclusivo para suscripción digital de pago
Para acceder a todos los contenidos del sitio
Si ya tenés una cuenta
Te queda 1 artículo gratuito
Este es tu último artículo gratuito
Nuestro periodismo depende de vos
Nuestro periodismo depende de vos
Si ya tenés una cuenta
Registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes
Llegaste al límite de artículos gratuitos
Nuestro periodismo depende de vos
Para seguir leyendo ingresá o suscribite
Si ya tenés una cuenta
o registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes

Editar

Cuando se habla o se escribe o se muestran los aspectos irregulares de la pelea entre Chris Namús y la catalana Loli Muñoz no se habla tanto sobre boxeo como sobre los acercamientos a la delincuencia en el deporte.

Un juez deportivo sostenía descaradamente a una competidora para que no cayera o descaradamente se interponía entre ambas contendientes para evitar que una pegara legalmente. De eso se trata este cuestionado deporte, de pegar y de esquivar, de atacar y de defender, pero el propio defensor de las leyes deportivas, el árbitro, violó esas esencias reiterada y groseramente.

Tres jurados arreglaron sus números y dieron ganadora a quien perdió y perdedora a quien ganó.

Menos subjetivo: alguien, el que organiza el espectáculo, dio la orden al cronometrista y campanero de hacer sonar el instrumento que marca el fin del combate cuando todavía faltaba un minuto. El hombre no entiende, cree que se equivocó, pero comprueba que no, que todavía falta, pero restando 35 segundos le vuelven a gritar “¡te dije que pares la pelea”. Y ante la orden del que manda, la para. El entrenador de la española agrega que, en realidad, faltó por disputar bastante más porque el reglamento dice que cuando se salta o se tira el protector bucal el tiempo debe detenerse para acomodarlo; el reloj debió estar detenido.

Estos hechos, mezclados y sumados, crean -quizás exagerando- algo así como la figura judicial conocida como “conmoción pública”. Y en esos casos, muchas veces, los jueces de turno intervienen.

Hay sospecha, ya no digamos convicción, sobre la existencia de aspectos delictivos evidentes o, al menos, hay indicios de comportamientos delictivos a investigar. Se trata o se puede tratar de delincuencia en el deporte. Puede ser que esto suceda porque alguien o varios quieren ganar dinero por vías no legales ni éticas o porque está sobrevalorado el “ganar ante todo”. O porque todo se junta.

Aliviados quedamos cuando las máximas autoridades deportivas del país procedieron con acciones convenientes y volvieron todo casi a punto cero al lograr que la federación correspondiente anulara lo mal hecho. Acá no se aplicó el “siga siga”…

Donde no hubo reacción fue, hasta ahora, en la justicia que nos rige a todos. El delito queda algo encubierto si se produce con la protección del hecho deportivo. Pero los infractores a las leyes deberían ser igualmente controlados fuera o dentro de ese ámbito.

¿Tenés algún aporte para hacer?

Valoramos cualquier aporte aclaratorio que quieras realizar sobre el artículo que acabás de leer, podés hacerlo completando este formulario.

Este artículo está guardado para leer después en tu lista de lectura
¿Terminaste de leerlo?
Guardaste este artículo como favorito en tu lista de lectura