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Plataforma petrolera P-57, en el astillero Brasfels en Angra dos Reis, estado de Río de Janeiro, la primera de una nueva generación con la que la petrolera Petrobras pretende explotar las enormes reservas que descubrió en aguas muy profundas del Atlántico. (archivo, octubre de 2010)

Foto: Efe, Marcelo Sayao

Orden y progreso

4 minutos de lectura
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América Latina tiene un futuro prometedor, pero con diversos desafíos.

Luego de la crisis, el mundo se enfrenta a un nuevo orden económico con grandes oportunidades para América Latina y el Caribe, subcontinente que probablemente “disfrute de un entorno externo favorable sin precedentes”, según el estudio “¿Una región, dos velocidades? Desafíos del Nuevo Orden Económico Global para América Latina y el Caribe”, del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Sin embargo, no todos los países tendrán el mismo desempeño: algunos deberán usar la bonanza para mejorar la “gestión macroeconómica y financiera” a fin de evitar el sobrecalentamiento, y otros deberán garantizar la sostenibilidad fiscal y aplicar políticas comerciales innovadoras para lograr un crecimiento más rápido.

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Ataque de pánico

El análisis se basa en el supuesto de que la economía mundial seguirá transitando un proceso de reequilibrio caracterizado por la progresiva adecuación de las cuentas fiscales en los países industriales y el ajuste en sus cuentas corrientes, en contraposición con una reducción del excedente de los saldos en cuenta corriente en las economías emergentes, sin interrupciones importantes en el comercio internacional. No obstante, advierte que los ajustes en la producción, el comercio y el capital a nivel global implican otros riesgos que “no pueden ser ignorados”, como el aumento del proteccionismo comercial, guerras cambiarias y/o una nueva ola de pánico financiero.

Cambios en los motores del crecimiento mundial, del comercio, los flujos de capital y en la arquitectura financiera internacional son algunas de las características de este “nuevo orden económico”, que difiere sustancialmente del que existía previo a la debacle financiera global, en 2007.

Así lo asegura el estudio del BID, coordinado por el director ejecutivo del Instituto Ceres, Ernesto Talvi, y el economista principal del organismo, Alejandro Izquierdo, que añade que la economía mundial “se enfrenta actualmente a un proceso de recuperación de dos velocidades”, en el que los países industrializados crecen lentamente y los emergentes, a un ritmo mucho mayor. “El aumento de los precios de los productos básicos, la importancia adquirida por los mercados emergentes en el comercio internacional -particularmente de Asia- en detrimento de los países industriales, las bajas tasas de interés mundial y el exceso de ahorro que ahora se canaliza hacia los mercados emergentes están preparando el escenario para importantes oportunidades y desafíos en América Latina y el Caribe”, caracteriza el informe.

Pese a ello, advierte que la situación de la región no es uniforme sino que existen dos tipos de comportamientos entre los países. Para ello (como lo planteara Talvi en algunas conferencias en Uruguay) el informe distingue dos casos paradigmáticos, México y Brasil, argumentando los motivos por los que estas economías tuvieron resultados tan diferentes ante la crisis, y colocando a los demás países de la región en el “grupo brasileño” o el “grupo mexicano”, según sus características.

Los estados que forman parte del “grupo brasileño” son exportadores netos de productos básicos, con una exposición de su comercio internacional a los mercados emergentes y baja dependencia de las remesas de los países industrializados, por lo que “están muy bien posicionados” en dicho nuevo mundo, donde los emergentes son “el motor del crecimiento”. Se espera que este grupo crezca en el período 2010-2011 a una tasa de 4,4% anual, siendo principalmente los países sudamericanos. “La otra cara de la moneda” la representa el “grupo mexicano”, cuyos miembros comparten lazos comerciales en bienes y servicios más fuertes con los países industrializados, son importadores netos de productos básicos y tienen una alta dependencia de las remesas, por lo que “no están tan bien posicionados para hacer frente al nuevo entorno global”. Esta agrupación crecería en promedio 2,7%, según el estudio, y está formado fundamentalmente por los países centroamericanos y del Caribe.

Lo que tenemos en común

Pese a las diferencias entre regiones, todos los países del continente deben aprovechar el escenario alentador para enfrentar “desafíos de larga data” que son comunes a todos: elevar la calidad de la educación, reducir la informalidad y aumentar la productividad. Si no se atienden estos aspectos “el crecimiento no puede ser sostenido y la región seguirá dependiendo de los caprichos del contexto internacional”.

Cambiasso

El nuevo orden mundial está caracterizado por la reasignación de la producción y la demanda mundial desde los países industrializados hacia los mercados emergentes, que tienen una alta propensión a consumir los productos primarios y se han convertido en el motor de la economía mundial; un cambio sustancial en el comercio de América Latina y el Caribe hacia los mercados emergentes; la reasignación del ahorro mundial hacia los mercados emergentes y una nueva arquitectura financiera internacional marcada por innovaciones para proporcionar liquidez en tiempos de crisis a los mercados emergentes.

El crecimiento mundial de la demanda se ha desplazado notablemente en favor de las economías en desarrollo, que actualmente representan 75% del crecimiento de la demanda mundial, frente al 50% precrisis. Se espera que la tendencia continúe verificándose debido a las proyecciones de crecimiento a mediano plazo para los países industriales y los emergentes. Este cambio implica una mayor demanda de los bienes producidos por los países del grupo brasileño, mayormente primarios.

Por otra parte, se advierte que pese a la caída registrada en los flujos de capitales hacia la región a raíz del colapso financiero de 2008, la recuperación ha sido veloz, “alcanzando un récord histórico de 266.000 millones de dólares en 2010”.

Sin embargo, ese aumento de liquidez presenta “un nuevo disfraz: los flujos de IED [Inversión Extranjera Directa] no son los predominantes”.

Mientras que en 2006 un tercio de las entradas de capital eran flujos financieros (no IED), actualmente éstos representan más de la mitad (55%). “Este cambio en la composición de los flujos de capital sin duda planteará más problemas macroeconómicos en la región, ya que implican mayor presión sobre el tipo de cambio real, y [...] provocará un rápido crecimiento del crédito”, proyecta el trabajo.

En la misma línea, al distinguir los flujos de IED entre ambos grupos de la región, se observa que la participación del cluster mexicano sobre el total de la región cayó 10 puntos, desde el 39% registrado en 2006 al 29% en 2009, “en línea con las expectativas favorables del grupo brasileño en el nuevo orden global”.

Respecto de la nueva arquitectura financiera internacional, el trabajo menciona cambios sobre un conjunto de innovaciones para apoyar a los mercados emergentes en tiempos de liquidez sistemática, haciendo “probable que reduzca la percepción del riesgo de la región” y que las entradas de capital cobren aun más impulso.

Dos caminos

El diseño de las políticas económicas ante esta nueva coyuntura mundial es diferente según los grupos brasileño y mexicano. El estudio advierte que las grandes entradas de capital, junto con los precios de las materias primas, generarán “inevitablemente” en el cluster brasileño “problemas relacionados con el sobrecalentamiento, la apreciación del tipo de cambio real y rápido crecimiento del crédito”. Por ello, los retos de estos países pasan por “evitar políticas fiscales laxas que ejerzan una presión indebida sobre la demanda agregada”.

Asimismo, apunta que estos países se pueden enfrentar a un juego de política monetaria muy complejo, en el que las políticas estándar de aumentos de las tasas de interés pueden no ser eficaces al provocar consecuencias no deseadas como atraer aun más ingresos de capital. “Las políticas contracíclicas macroprudenciales pueden desempeñar un papel importante, no sólo en términos de mantener los riesgos bajo control, sino también en términos de influir en la demanda agregada”, sostuvo.

En contraste, los países del grupo mexicano deberán apuntar a una política fiscal en términos de sostenibilidad, en vez de gestionar la demanda agregada. Enfatiza que estas naciones deberán corregir progresivamente sus balances fiscales, deteriorados para mitigar los efectos de la crisis, para generar un crecimiento sustentable.

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