Para entender ese efecto se tienen en cuenta dos aspectos. Primero, los impactos sobre el comercio exterior y la especialización de los países latinoamericanos, y segundo, la posible repercusión sobre la capacidad de los países de captar flujos de IED. La entrada de China como potencia global altera las condiciones que determinan la especialización productiva y la posibilidad para los países de integrar los circuitos que organizan las empresas transnacionales. Bittencourt, investigador de la Red Mercosur y del Departamento de Economía (Decon) de la FCS, dijo que un primer elemento a considerar guarda relación con las políticas chinas que inciden sobre el comercio y la inversión en América Latina (AL).
Un cuento chino
Si se piensa en China como primer captador de inversiones entre los países en desarrollo, se podría presumir que minimiza la posibilidad de captar inversión por los países de AL. Pero en definitiva, advirtió Bittencourt, no hay evidencia de competencia en la captación. “Los escenarios son diferentes: los dos crecen con sus determinantes de captación propias", concluyó. Hay evidencia, señaló el investigador, de una mejora en el posicionamiento de exportaciones mexicanas y brasileñas en los diferentes tipos de productos, hacia segmentos de calidad media y alta. El estudio refiere a indicios de cierto ajuste en mejora de calidad de productos regionales, cediendo los espacios de más baja calidad a los productos chinos. "Si ese ajuste se produjo, puede querer decir que las posiciones de mayor calidad son más fáciles de sostener. Hay señales de que la mayor parte de este comercio, que está organizado por transnacionales, está destinando algunos segmentos de mayor calidad en Brasil y México, y no en China”, afirmó. La mitad de la IED en 2009 y 2010 fue captada por países en desarrollo, proceso favorecido por la crisis de los países desarrollados, que redujo los flujos de inversión entre éstos, que era el motor de la transnacionalización productiva. China, en los años '90, protagonizó un salto importante de crecimiento de la inversión, en correspondencia con una fase de planificación industrial aplicada en ese período. Por su parte, AL, en la segunda mitad del mismo período, recibió un flujo importante de IED a través de procesos de privatización. Desde el año 2000 los movimientos son parejos en la capacidad de captar inversión. México, Colombia y Uruguay superan el desempeño medio del subcontinente, mientras que Brasil y Chile superan la media y nivelan con China. AL supera a China recibiendo más del doble de IED. Pero la tendencia, tanto en China como en AL, es hacia resultados decrecientes respecto de los años 90 y de otros países en desarrollo.
El estudio da cuenta, a modo de cierre, de que existe un rol diferente de la economía China frente al mundo en desarrollo, y esto se analiza partiendo del stock de IED sobre el PIB. El mundo en desarrollo converge hacia una participación creciente de captación de IED, superando el 30% del PIB. Por su parte, el crecimiento económico chino no se basa en la captación de IED, que es decreciente y se ubica en un 10% del PIB. “China no es una economía central típica, no es la mayor generadora de innovación, no acumula capacidad tecnológica, y en definitiva es un país pobre con una economía dual. Estas características no son de una economía central siguiendo el modelo centro-periferia. Es una economía heterogénea y con una estructura similar a la de los países latinoamericanos”, enfatizó. Sin embargo, la escala y velocidad de su crecimiento hacen que ocupe un rol central, pero no con las características históricas. Vale la pena reflexionar, apuntó Bittencourt, en torno a una teoría nueva que complemente las visiones clásicas sobre centro y periferia para comprender los efectos del desarrollo de China.
Actualmente existe una política activa de apertura comercial concentrada en estrategias de promoción de exportaciones industriales, con la adhesión a la Organización Mundial de Comercio (OMC) cumpliendo un rol fundamental en las estrategias de largo plazo. Un relevante instrumento es el de las llamadas Zonas Económicas Especiales (ZEE), regiones que se mueven en el tiempo y se constituyen en distritos con un conjunto importante de beneficios fiscales para las exportaciones industriales. Hacia estas regiones se dirigen las transnacionales, que conforman “Parques Industriales”, con lo que el núcleo de las exportaciones chinas se estructura en torno a ZEE.
Otras estrategias chinas orientadas a la promoción de exportaciones -remarcó Bittencourt- son la reducción de impuestos a las exportaciones, el aumento de garantías y financiamiento, programas de fomento de la ciencia y la tecnología de alcance masivo, y medidas para contrarrestar la crisis internacional. Por otro lado, las políticas productivas y la administración de la promoción científico-tecnológica tienden hacia la descentralización a gobiernos regionales, aunque el gobierno central mantiene el liderazgo en la promoción de tratados de libre comercio.
Las políticas IED están asociadas a la incorporación de tecnología y no al ahorro, “dado que China tiene un 40% de tasa de ahorro desde los últimos 40 años”, agregó el investigador.
La magnitud de los excedentes se origina en el dualismo de la economía china, “en los 800 millones de chinos con salarios muy bajos que presionan sobre la elevación de salarios en los sectores urbanos". La captación de IED no surge entonces de la intención de captar ahorro externo sino de incorporar tecnología. De ahí la idea de agrupar empresas, extranjeras y locales, en Parques Industriales en las mencionadas ZEE, organizándolas mediante políticas públicas que permiten transferir tecnologías de unas firmas a otras. “Tienen sectores y regiones diferenciados según hacia dónde captar inversiones y con qué tipo de instrumentos”, resumió.
La estrategia global de China desde los años 90 se orientada a la reducción de excedentes de reservas internas. El país necesita colocar estos recursos financieros y lo hace de dos maneras: comprando bonos del Tesoro de EEUU y, recientemente, promoviendo la IED en el exterior.
A nivel microeconómico tiene objetivos concretos, como obtener nuevas tecnologías, materias primas y energía, e invertir donde pueda haber complementariedad con exportaciones chinas sofisticadas. Lo más destacable para Bittencourt es que están establecidos los objetivos, las reglas y, a su vez, las inversiones en el exterior cuentan con apoyo financiero y logístico. Hay una Comisión de Desarrollo y Reformas que organiza las reformas económicas y define en torno a cuatro aspectos: materias primas, exportaciones tecnológicas chinas, y cualquier adquisición y fusión que aumente la competencia china en el exterior.
Acumulación nacional
Desde 1995 se registra en China una reducción del capital extranjero. Por ello se adoptaron medidas para continuar captándolo; por ejemplo, facilitando los mecanismos de aprobación, especialmente para proyectos en sectores públicos, y reorientándose hacia determinadas regiones. “Esto significa acciones para ir incorporando o creando ciudades donde no las hay, regiones industriales donde no hay nada. Es por eso que cuando un sector crece a un 15% quiere decir que en cinco o seis años, donde no había nada, hay 20 km2 de industrias. Las transformaciones son de ese tipo”, graficó.
Otro elemento analizado en el estudio es cómo compiten las exportaciones chinas en los mercados a los que tienen acceso los países latinoamericanos. Aquí no toman en cuenta el mercado europeo porque la competencia allí no es fuerte, y los más disputados son el mercado norteamericano y con los países de Aladi.
Las exportaciones crecen a tasas elevadas a 40.000 millones de dólares y las importaciones generan un saldo comercial con tendencia negativa creciente. Para explicar estos fenómenos el estudio refiere a una asimetría entre exportaciones e importaciones en los vínculos comerciales entre China y América Latina (AL). Por una parte, América Latina exporta cinco productos primarios a China, mientras que China vende una amplia gama de bienes manufacturados, destacándose los sectores de alta tecnología como la electrónica y la industria química fina, especialmente fármacos, y sectores de tecnología media, como la automotriz. Otro punto es la asimetría entre países latinoamericanos. América de Sur se beneficia por la ampliación de demanda externa más que México y América Central. Y México, que tiene una especialización más primarizada, cambió su estructura exportadora, ahora más madura e industrial, lo que se refleja en que la mitad de la exportación manufacturera en AL la realiza México y hacia EEUU.
Esta estructura más industrializada conduce a México a competir directamente con China, tanto en el destino -EEUU- como en el tipo de productos, en los rubros automotriz, vestimenta y electrónica.
México se insertó en cadenas globales de valor, en circuitos de organización, para colocar productos en el mercado estadounidense, pero a su vez China, con movimientos de reorganización y productos más complejos, marca su presencia en los mercados mundiales redefiniendo la inserción de los países latinoamericanos. Por ello México es afectado y ve obstaculizada la obtención de efectos positivos por la ampliación de la demanda. El estudio analiza si es necesario diseñar una agenda defensiva a partir de la emergencia China. “En el caso de México sería más claro”, afirmó Bittencourt. Respecto de la competencia con China, “México, en el mercado norteamericano, ya tiene todas las posibilidades de ingreso, no puede activar más preferencias de las que tiene, salvo que EEUU ponga tabas a China, pero eso no es muy esperable”, resaltó. En América del Sur, la necesidad de una agenda defensiva es una idea débil. Lo que aparece como una oportunidad abierta partiendo del rol de China en el sistema económico, es utilizar las exportaciones para mejorar los mecanismos de integración regional y hacer sostenibles los procesos de compensación de la primarización, a través de las dinámicas de mercado interno y de exportación a vecinos.
Primer tiempo
Haciendo una comparación comercial entre AL y China se observa una evolución que se intensifica. Hasta los años '90 China no tenía importancia en el comercio exterior latinoamericano, pero en los últimos años no sólo se acentuó sino que también lo hizo el intercambio al interior de AL, así como una reducción de la presencia de EEUU y Europa. Ahora, China es el segundo socio de la región después de EEUU. Resulta relevante considerar la magnitud y dirección de los impactos. Bittencourt refirió a conceptualizaciones de entidades multilaterales como el BID, señalando que cuando la primarización no es considerada como un problema para el proceso de desarrollo de un país, la relación con China es bienvenida. Con un aumento del ingreso global y la posibilidad de tener macroeconomías sanas y crecientes, “que es lo que viene sucediendo desde 2003, desde esta mirada el efecto de China no tendría mayores problemas”, proyectó.
Desde otra posición y entre otros estudios, trabajos de la Cepal señalan, en primer lugar, que el rol de las importaciones, el tipo de especialización productiva que se incentiva, y se acelera en función de los nuevos términos de intercambio, concentrados en materias primas y alimentos, están asociados a la emergencia de China como comprador en el mundo, no sólo en AL. En segundo lugar, como comprador directo de las exportaciones provenientes de AL, China tiene una importancia indudable en el crecimiento del ingreso global y por habitante. Pero en términos de especialización productiva, los riesgos de desindustrialización pronunciada son claros.
El estudio reflexiona sobre la velocidad y la magnitud de los efectos, describiéndolos como recientes, por lo que aún no se podría sacar conclusiones definitivas. Por un lado, la mayor potencia asiática tiene una agenda de negociación concreta respecto de AL. “Si pudiera, firmaría tratados de libre comercio con todos los países” del subcontinente, indicó Bittencourt. Pero AL no tiene una respuesta clara, y sus agendas no toman en cuenta los posibles efectos en el desarrollo a partir de la profundización de las relaciones con China.
Con relación a la inversión, China es el segundo receptor mundial de IED en sectores estratégicos. Más de la mitad se origina en Hong Kong, pero, a la vez, más de la mitad de la inversión china en el exterior la radica también en Hong Kong, además de Singapur. Son regiones cuyo desarrollo capitalista está íntimamente ligado al desarrollo chino. “No se puede entender el desarrollo de Hong Kong y Singapur sin entender que son el refugio del capitalismo excluido de China, y son el vínculo de China con el mundo capitalista”, ilustró.
AL ocupa el segundo lugar de destino de las inversiones chinas, aunque la mayor parte de éstas se concreta en paraísos financieros. Estadísticas oficiales sobre balanza de pagos de los países latinoamericanos indican que China no es un inversor relevante en la región. Otro tipo de datos, por ejemplo sobre compras de empresas, fusiones y adquisiciones a nivel privado, señalan que en 2010 China fue el primer inversor en Brasil. Se observa una aceleración creciente de grandes empresas chinas adquiriendo compañías mineras y energéticas en AL. Un elemento favorable para China es que AL, además de proveer materias primas, no presenta dificultades políticas para la compra de activos, siendo que empresas chinas han querido comprar otras en EEUU y Europa, pero encontraron trabas.