Arrancó con todo. El reloj no había dado ni una vuelta cuando Maxi Moreira ya estaba pisando el área rival y mandando un tiro cruzado que pasó besando el palo. ¡Uh! Mirá si de entrada nos poníamos 1-0 en el clásico. Buen comienzo con los pibes manejando el partido a través del circuito del mediocampo: Elbio Álvarez, Maxi Moreira, Gianni Rodríguez, Heber Ratti. Siempre están bien juntitos y cuando tienen que mandarse se mandan, sin descuidar la chacrita.
Igual te digo, no se puede estar enchufado y con un nivel máximo los noventa minutos, son pibes. Y viste que Brasil, sean pibes, grandes, veteranos o de fútbol playa, son buenos, tienen clase. ¿Y no te digo? Sacaron la pizarra y su lindo repertorio de chiches y lujitos, y casi casi Marlon Bica nos hace un gol hermoso: además de tirar un taquito que hizo que la bola fuera por encima de un defensor, trató de mandarla por encima de Cubero. Uf, por suerte cayó en el techo del arco.
Es fóbal esto, siempre te lo digo. Y tiene sus caprichos, también. Cuando mejor pintaba para los brasucas llega el gol nuestro. Tras una pelota larga que fue a pelear Maxi Moreira en el área, el golero norteño le cometió una dura falta que derivó en un penal. Lo pateó Elbio Álvarez fuerte y al medio. 1-0 y tranquilidad. A manejar el partido, pero ahora con la ventaja que se necesitaba. El 1-0 no sólo importaba por el resultado, sino también por el hecho de convertir: en el Sudamericano habíamos sido superiores y el partido terminó sin goles. Vamo arriba.
¿Jogo bonito?
La segunda etapa se sabía que iba a estar jodida. Más porque son ellos, los del jogo bonito, los que te pasan por arriba como una tromba cuando quieren. Pero no, bancaron los chiquilines con mucha fuerza y con juego también. En un momento se nos venían, era un monólogo verdeamarelo, Uruguay se había retrasado, los esperaba y salía de contra cuando lo dejaban. Y así vino el segundo, y el tercero.
El segundo fue a consecuencia de un remate de Guille Méndez -que había ingresado en el complemento- que la pelota rebotó en el golero Charles y le quedó ahí, boyando, a Juan San Martín, que definió cruzado: 2-0. Tremendo. ¡No sabés lo que metió esta muchachada! Mordían todas las bochas, porque Brasil se nos vino a pura rebeldía, pero trancaron con todo, defendieron con uñas y dientes el pasaje a la final. Qué alegría la de esos muchachos, la de Fabián Coito y su cuerpo técnico, qué bárbaro.
Brasil estaba tan mandado al ataque que en la zona defensiva quedaba regaladinho, y qué mejor que aprovechar eso. En una contra furiosa, bien uruguaya pero con un toque de jogo bonito, vino el tercero: golazo de Guillermo Méndez y a revolear la camiseta celeste por los aires. Locura total de los pibes que gritaban frente a la cámara como dedicándole el triunfo a la familia y también, por qué no, al Maestro y a los jugadores que están en la Copa América. ¡Felicitaciones chicos! Ya cumplieron.