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Alejandro Moreno, de Venezuela, y Nelson Haedo Valdez, de Paraguay, anoche, durante la semifinal disputada en el estadio Malvinas Argentinas de Mendoza.

Foto: EFE, Iván Franco

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Con cinco empates, Paraguay llegó a la final de la Copa.

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Récord Guinness: Paraguay no ganó un solo partido de los cinco que jugó en la Copa, pero jugará la final de América el domingo ante Uruguay. Como en los cuatro encuentros anteriores, ayer volvió a empatar. Fue a cero, ante una Venezuela superior que pegó tres pelotas en los palos. Pero hizo los cinco penales, contra tres de un rival que no pudo aprovechar la inferioridad numérica con la que los guaraníes cerraron el juego. Attenti, maestro: el volante Santana no estará por suspensión y el delantero Roque Santa Cruz salió sentido.

El alargue se fue 0-0, pero evidenció desgastes y fortalezas. Paraguay lo terminó corriendo con los codos, con diez jugadores desde la expulsión del volante Santana y, otra vez, subido a los hombros del enorme arquero Villar. Venezuela, de tibio primer tiempo, cálido segundo y mejor prórroga, tirada arriba y exigiendo. Jugando mejor. Ganándoles a los prejuicios, torciéndole el brazo a una selección con más nombres que fútbol.

Casi desde el comienzo, el partido se radicó en la mitad de la cancha. Y, de ahí, lo movieron muy poco. Paraguay y Venezuela, con sus dos líneas de cuatro y cierta preocupación por no desfigurarse, prácticamente nunca se sacaron grandes diferencias.

Hubo matices estilísticos. Tras un mejor primer tiempo paraguayo, Venezuela asomó cerca del entretiempo e hizo las cosas algo mejor en el segundo. Ahí se vio a los caribeños más conectados que los guaraníes, que en cierto momento empezaron a matar el ritmo del partido, como si el cansancio acumulado tras el alargue ante Brasil en los cuartos, hubiera empezado a pesar.

En los 90 minutos, el ataque más riesgoso fue venezolano: un cabezazo de Moreno dio en el poste horizontal y el rebote parió un remate de Rondón que exigió al gran arquero Villar. Durante el alargue ocurrió lo mismo. De entrada, Fédor y Arango tuvieron dos remates casi consecutivos que dieron en el mismo palo. A esa altura, la tendencia hacia la supremacía futbolística venezolana se hacía realmente notoria. El alargue lo confirmó, pero en los penales, se sabe, es a suerte y verdad.

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