Los hinchas de Peñarol se dieron todos los lujos que se dan los hinchas cuando su equipo golea. Aplaudieron tiros que terminaron en el talud y centros pifiados. Pero antes gritaron cuatro goles. Azúcar suficiente para edulcorar cualquier final. O para empalagar, si se trata de una serie a dos partidos, en la que el derrotado Caracas deberá remontar un 4-0 para cambiar lo que ya no cambiará.
Peñarol compró un seguro para seguir en la Libertadores. La semana que viene tendrá que cumplir con la burocracia deportiva y visitar la capital venezolana, pero lo hará con plata suficiente en la billetera. Con una renta envidiable e impensada durante buena parte de una noche que, antes de la catarata de goles, tuvo a Carini como protagonista. Promediaba el primer tiempo y el Caracas crecía: primero, el Facha se puso el antibalas en un mano a mano y, de inmediato, tapó un penal bien sancionado y bien pateado por el volante Jiménez.
Fue el empujón que los de Gregorio precisaban para volver a flechar la cancha. El carbonero se reactivó entre interesantes chispazos ofensivos y bastante clara y yema. El Caracas se entregó con dos errores defensivos gruesos. A los 36 minutos, el arquero Vega salió mal tras un córner y Freitas marcó el 1-0. A los 39, Jiménez le tiró una bomba a su compañero Machado, que encendió la mecha en la puerta de su área tras una maniobra absurda: Zalayeta lo apretó, encaró y anotó.
Hubo que esperar casi media hora para que la visita inquietara a los casi 50.000 carboneros que reeditaron la actitud copera del año pasado. Pero antes del tiro libre que casi marca el descuento, Pedro aprovechó un error de Reny Vega grande como el más generoso pozo petrolero del Orinoco. El cuarto fue del Lolo. El quinto pudo ser de Silva. El triunfo fue del equipo y de su técnico. Los derrotados: Caracas y la histeria periodística.