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Paulo Pezzolano, ayer, tras convertir el gol de Liverpool ante Cerro, en Belvedere.

Foto: Pedro Rincón

Pienso, luego existo

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La claridad de Pezzolano y una exigua diferencia: Liverpool 1-0 Cerro.

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Liverpool debutó en el Apertura con un 1-0 ante Cerro, que no sale de perdedor. Reiteró lo que ya le vimos en el Clausura y la Sudamericana. Volvió a apreciarse esa capacidad de despachar rivales con eficiencia. Sin que sobre mucho pero haciendo lo necesario para que alcance. Pezzolano fue un oficinista de lujo. Estampó el sello contra el expediente en el mostrador de Belvedere, mientras se desperezaba un segundo tiempo clave para entender la tarde: empezó con una mejoría ofensiva negriazul y se cerró con una efectiva estrategia defensiva que nubló las tibias ideas albicelestes.

El Papa merecía embocar la pelota del partido. Fue uno de los pocos que le aportaron pausas a un trámite intenso. De ésos que atrapan por el ritmo, más que por gestos técnicos. El Siento Fútbol Club le ganó cómodamente al Club Social y Deportivo Pienso, que apenas si contó con la adhesión del anotador. En cambio, las filas del pundonor exhibieron un cúmulo de volantes, laterales y delanteros de ambos equipos munidos de corridas y trancadas.

Hasta el nacimiento de la diferencia, Cerro tendió a tener algo menos el balón y a atacar con mayor velocidad. Hizo algo bien: cortar la circulación negriazul y volver esporádicos los aportes de Núñez y Ferreira. Pellejero fue clave, porque marcó mucho pero también se ganó un lugar en el escueto padrón social de los pensadores. El fútbol albiceleste se fue recostando a la derecha, por donde Alonso complicó con corridas apoyadas por Raveca y Caballero. Matías Castro no trabajó mucho, pero con una tapada a los 18 minutos y otra a los 41 se ganó otro jornal con toda justicia.

Quizá haya sido la verborragia del Tola. Imposible saberlo. Pero la mejora del Liverpool del comienzo del segundo tiempo lució a cuestión de actitud, más que a motivos tácticos. Se reforzó con el gol, coyuntura ideal para pensar el partido de atrás para adelante. Cerro no soportó la lupa que se le posó desde entonces. Ya no corrió. Se lo vio entre liviano y atrapado. Tato Ortiz mantuvo el dibujo original, con dos volantes ofensivos y abiertos. Pero éstos ya no pesaron, por más que batió el récord en variantes por las bandas. Tras los originales Caballero y Faletti, pasaron el ingresado Montes y los titulares Dorado y Alonso, que inicialmente jugaron en el ataque. Pero a los también ingresados Pintos y Valencio, que conformaron la última dupla ofensiva, la pelota casi no les llegó. Antúnez incidió cuando se mató de risa del qué dirán y sacó a Núñez para poner a Maxi Arias como doble cinco. Cerró el domingo con un 4-4-1-1 que tuvo como puntales a Macchi y Tamareo.

Resuelto lo de pensar, era tiempo de sentir.

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