La victoria tricolor fue deslucida pero efectiva. Un 1-0 que no borró las dificultades futbolísticas de Nacional, pero que sirvió para que su gente se pellizque y se encuentre viva. Comprobación positiva, apenas una semana después de un clásico para el olvido. El gol que le arrancó un grito largo al Parque Central llegó cuando sólo quedaban 11 minutos. El festejo concentró la desesperación de unos hinchas que seguían a su equipo con la misma atención con la que preguntaban cómo iban River Plate y Danubio en sus partidos. Ambos tropezaban y la tarde pasaba. En eso, volvió a aparecer Iván Alonso, para que la punta ahora se reparta entre tricolores y darseneros.
El estallido se preparó mientras subía De Pena. El ingreso del juvenil fue el último intento de Arruabarrena, que decidió cerrar el partido con tres en el fondo y lo hizo jugar de carrilero zurdo. Buena lectura del Vasco: el pibe descubrió una vía de llegada inexplorada con el planteo inicial y metió el pase hiriente que habilitó a Alonso, ése que ayer peleó ante envíos generalmente malos, aun después del ingreso de un Diego Recoba que ha tenido mejores tardes. La victoria parcial fue justa con el equipo que hizo más por el triunfo. Pero no iba a ser holgada ni mucho menos. En los pocos minutos que restaban para el cierre, Cerro nos lo recordó. A los 85 minutos, el grandote Silveira quedó inexplicablemente solo, pero también cabeceó inexplicablemente mal. La pelota llegó a las manos de un Jorge Bava que ni siquiera tuvo que tirarse para contenerla. Cuatro minutos más tarde, el volante Méndez sacudió al arquero con una volea soñada, tras una serie de intentos albicelestes que empujaron la cola tricolor contra el arco de la tribuna Porte. Las penurias no fueron arbitrarias. Por el contrario, fueron el resultado de uno de los grandes problemas que Nacional arrastra por las canchas. Es un equipo prolijo, pero lento y previsible. Carece de explosión en ofensiva, le falta cambio de ritmo.
Alonso resuelve por el medio, pese a todo. Pero resolvería más y se desgastaría menos si jugara en compañía de ese delantero extremo que Nacional no tiene. Ayer de tarde, la carencia se evidenció cada vez que Porta tocó la pelota. Levantó murmullos de disconformidad de un Parque incómodo, que tampoco se tranquilizó cuando entró Renato César, que sale de una larga lesión y tiene características para aportar eso que falta. Sin embargo, no se lo vio fino. Todo eso hizo que el gol demorara 79 minutos. Y que llegara solo, como para que un discretísimo Cerro se diera el lujo de cuestionarlo y echara el resto.
El equipo de la villa ligó poquito. Quemó cambios temprano, cuando perdió al valioso De Oliveira, que marcó el ritmo como volante tapón. También se privó temprano de Grossmüller. Aunque de un Grossmüller con mucho de Grosnile, que en nada se parece al jugador que algún día se ganó el mote de Maravilla. Más tarde, perdería por lesión a Dadomo. Demasiados cambios de planes y, sin embargo, el partido estaba a la mano. Odriozola bancó en el arco. Melo y Maxi Pereira conformaron una buena pareja de zagueros. Pero faltó continuidad en el manejo de la pelota cancha arriba y fineza para conectar al rápido Mauricio Alonso, pese a los ingresos de Varela y de Montes y los casi 20 minutos durante los cuales Nacional regaló espacios con su línea de tres.