Ingresá

El que abandona no tiene premio

1 minuto de lectura
Contenido exclusivo con tu suscripción de pago

Columna de opinión.

Contenido no disponible con tu suscripción actual
Exclusivo para suscripción digital de pago
Actualizá tu suscripción para tener acceso ilimitado a todos los contenidos del sitio
Para acceder a todos los contenidos de manera ilimitada
Exclusivo para suscripción digital de pago
Para acceder a todos los contenidos del sitio
Si ya tenés una cuenta
Te queda 1 artículo gratuito
Este es tu último artículo gratuito
Nuestro periodismo depende de vos
Nuestro periodismo depende de vos
Si ya tenés una cuenta
Registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes
Llegaste al límite de artículos gratuitos
Nuestro periodismo depende de vos
Para seguir leyendo ingresá o suscribite
Si ya tenés una cuenta
o registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes

Editar

Transcurre la noche. A medida que pasa el tiempo, uno va cayendo en que su cuadro realmente salió campeón. Hace unas pocas fechas, varios estaban convencidos de que Danubio había dejado ir este campeonato contra Wanderers. La confirmación se daba contra River Plate, nuevamente en Jardines del Hipódromo, donde la punta se fue a manos de otros. Se nos fue. En la última fecha ya nadie imaginaba este final. ¿Qué hincha podía imaginar que Nacional, en el Parque Central, con todo a favor, podría perder el campeonato? Muy pocas personas lo creyeron, pero las que lo hicieron se fueron a sufrir el calor cuasi veraniego a San José. Y como reza una canción, “el que abandona no tiene premio”.

El premio llegó cuando faltaban pocos minutos para finalizar los 90: tiro libre danubiano a metros del área rival. ¿Quién le podía pegar a esa bola? Pablo Lima. Uno de los jugadores más ganadores de la historia franjeada, junto a Jadson Viera, con nueve títulos cada uno entre Campeonatos Uruguayos, Aperturas, Clausuras y Clasificatorios. Le pegó con potencia y precisión. Cuando el arquero voló y no llegó, los hinchas danubianos dejamos brotar las lágrimas de emoción. Era el gol del campeonato. Con ese golazo se cerró el partido, y tan sólo quedaba esperar.

Esos diez minutos de espera, entre la finalización de uno y otros, fueron los diez minutos más largos que pasó cualquier hincha danubiano. Ateos, agnósticos o creyentes, todos miraron al cielo y pidieron que pasara el tiempo. Y pasó. Los rivales no ganaron y Danubio se sacó, nuevamente, esa espina. Danubio es campeón. La casualidad o causalidad hizo que este campeonato llegara un 15 de diciembre, igual que aquel de taquito y en la hora. Se rumorea por la Curva de Maroñas que los 15 de diciembre están hechos para festejar. Cuando pocos confiaban en este milagro, como en aquel diciembre de 2004, cuando fue una cuestión de milésimas de segundos, Danubio, una vez más, le arrebató el título a un “grande” y dio vuelta la tortilla.

Este artículo está guardado para leer después en tu lista de lectura
¿Terminaste de leerlo?
Guardaste este artículo como favorito en tu lista de lectura