Entrevistado por la diaria, Burone aportó, además, matices a la posición oficial de la Iglesia Católica respecto del aborto voluntario y el matrimonio igualitario, y manifestó su confianza en que los “gestos” y “símbolos” del papa Francisco al iniciar su apostolado “se transformen en ministerio”.
-¿Tu familia es religiosa?
-No… relativamente. Religiosa a la uruguaya.
-Naciste y te criaste en un reducto “rojo”. ¿No te miraban raro?
-Soy hijo de Juan Lacaze y medio camisetero, ¿eh? La fraternidad, la lucha, la militancia y la participación las viví y las mamé ahí. Mi acercamiento a la parroquia salesiana de Juan Lacaze a los 14 años no fue por inquietud religiosa sino por la movida social, las actividades solidarias, merenderos…
-Pero buscabas novia también…
-¡Por supuesto! Y amigos, y joda…
-Habrás tomado vino de misa a escondidas.
-¡Claro! Tengo cada anécdota que precisás tres diarios… Hubo, sí, una experiencia religiosa, pero siempre vinculada con lo social.
-¿Cómo te nació la vocación?
-Me vive naciendo todos los días. En la parroquia de Juan Lacaze éramos un grupo grande que… éramos felices. Yo tenía una vida normal. Era horrible para el estudio. De ese grupo, tres o cuatro terminamos en el seminario. Dos somos hoy curas. El otro había empezado un año antes, me decía que estaba bueno… y me largué. Necesitaba un cambio. Había una felicidad de fondo pero no me estaba yendo bien en el liceo, en algún noviazgo… Andaba en una búsqueda de sentido, muy motivado y removido por el trabajo con niños en el oratorio de Villa Pancha. Estuve como 14 años en el seminario de Millán…
-Repetías…
-Al seminario entrábamos al terminar el liceo y el primer año lo repetí. Acababa de morir mi padre en un accidente, además. Pero seguí.
-¿Tuviste dudas?
-¡Puffff! No sé si dudas, sí momentos de incertidumbre. Siempre elegí por la positiva, por encontrarme con la gente. Como cuando Dios le dice a Moisés “descalzate que estás pisando tierra sagrada”. En estas comunidades y cada vez en más lugares descubro a Dios, como si dijera “descalzate, arriesgate, sacate tus seguridades, tus fundamentalismos, tus dogmas personales, porque te voy a hablar y si te agarrás de tus seguridades no vas a escuchar”.
-Te acercaste al satanismo.
-¡Pah! ¿Cómo te enteraste? Hubo situaciones que nunca llegué a descubrir bien cómo aparecieron ni con qué profundidad. Yo tenía 18 años. Estaba en el seminario y veía a amigos que tenían una especie de culto. Tuve bastantes discusiones con ellos. Uno sufrió trastornos, por suerte momentáneos. Algunos estaban “poseídos”, decían ellos. Después, gracias a Dios, me los volví a encontrar, pero bien.
-¿Cuándo diste tu misa más reciente?
-Esta mañana. Entre nosotros, en comunidad. No tengo un ámbito de misa pública. Vibro cuando celebramos lo que estamos viviendo, no porque tengamos que cumplir con algo. Lo que me llena no es eso. Me llena una misa participativa, donde no hay “el cura y la gente” sino una asamblea. A veces, cuando pasa algo en Tacurú, nos juntamos a reflexionarlo, a darle la vuelta. El año pasado, cuando saltó toda aquella violencia en el Marconi, nos reunimos y terminamos celebrando nuestra vida en el barrio, sin un cartel que dice “el domingo hay misa”.
¿Lástima o miedo?
-¿Cómo ves los resultados de las políticas oficiales contra la pobreza?
-El desarrollo humano está compuesto por indicadores medibles sobre salud, vivienda, educación, etcétera, y en ese sentido hay una profundización positiva. La clave es qué enfocamos. Desde ciertos sectores se entiende que los valores de cada uno son los que valen. Entonces, busco para vos un desarrollo como el mío, como el de una clase media mostrada desde los medios de comunicación. Terminamos definiendo a los pobres como carenciados, o peor, como vinculados con la delincuencia y con la droga. ¿Tengo que tenerte lástima o miedo? Pero la carencia no te define, y estamos definiendo y relacionándonos con la gente desde la carencia. No vemos todo lo otro que sólo podés ver si estás dispuesto a encontrarte…
-…en un trato de pares…
-…en un trato de pares. Ahí empezás a ver solidaridad, capacidad de lucha, resistencia, valores y gestos que no ves en otros lugares. Frente a las carencias materiales hay que intervenir, pero en un encuentro en el que crecemos los dos: yo te ayudo con la certeza de que vos me ayudás a crecer.
-¿Cuál sería la respuesta ideal de una persona del centro o la costa de Montevideo a la que un pobre le pide plata en la calle?
-Con apertura al otro. Te puedo dar la moneda o no, o darte la mano, abierto a vos. Te puedo dar 1.000 pesos por el medio centímetro que abro de la ventanilla del auto y seguir en la misma. Te puedo decir: “Hola, che, ¿en qué andás, cómo la vas llevando?”. Puede haber 1.000 respuestas, 1.000 situaciones de encuentro. También desde el que va a pedir: ¿cómo voy a vos, por qué, qué es lo que busco? Si te prepoteo tampoco está bien. La violencia se genera cuando no te doy lugar, cuando el otro pasa a no ser.
-¿Qué proporción de la población pobre busca en el delito un sustento?
-Te respondo por la positiva: la gran mayoría de esta población es gente de trabajo, no sólo en el sentido de las ocho horas, formal o informal: es gente que labura su vida, que busca desarrollarla con su estilo, con ansias de construir una vida digna y feliz. Hay una minoría que ha caído en el delito, y por supuesto que eso no se justifica. Hablemos, mejor que de delito, de violencia. ¿Cuánta gente de otros lugares cae en la discriminación, en el desconocimiento del otro, que son formas de violencia?
-¿Cómo ves a las familias que venden pasta base para mantenerse?
-Tenemos que preguntarnos qué me ha dado la sociedad, cómo me ha tratado, qué violencia recibí para que tenga que recurrir a eso. La segunda pregunta: ¿de dónde viene la droga que va también a otros sectores? La cadena es mucho más grande, ¿no? En el trato con jóvenes que han pasado por esta experiencia e incluso por la cárcel ves personas con profundidad y valores… Me van a decir que vivo en las nubes, pero no: yo vivo acá, en el barrio. Si yo me relaciono definiéndote por tus fragilidades, a vos no te va a gustar. Vas a decir: “Yo no soy eso”. Si te muestro tus potencialidades, descubrís que la vida te ofrece caminos y que la construcción de tu destino está en tus manos.
-¿A qué aspira para su vida la gente más pobre?
-Creo que la aspiración más profunda es poder ser reconocido como persona. Hay gente que logra ingresos como para irse del barrio, y opta por quedarse, por una forma de vida.
El mayor beneficiario de Tacurú
-¿Hay brechas entre la acción de la sociedad civil y las políticas de gobierno contra la pobreza?
-Al 90 y pico por ciento de las acciones de Tacurú las logramos gracias a acuerdos con los gobiernos de los últimos años, incluso antes de los frenteamplistas. El INAU, el Mides, los municipios abrieron las puertas a la sociedad civil. Somos socios, digamos. En la concreta, hay miradas desde algunos sectores del gobierno con las que tenemos desa- cuerdos. Los programas son definidos por el Estado y la sociedad civil ejecuta. Nosotros estamos cara a cara con la gente todos los días y tenemos mucho más para aportar en el diseño de políticas, para que su impacto sea más profundo. También se precisa la participación de toda la comunidad. Porque yo quiero ser protagonista de mi vida, no quiero que me la ordenen.
-A algunos programas de los partidos políticos se los califica de “asistencialistas” o “paternalistas” en tono crítico. ¿Qué te parece eso?
-Cuando estás marcado por la pobreza y la enfermedad hay que asistir. Pero el “asistencialismo” como práctica permanente es así: yo te doy, vos recibís, y me coloco en un lugar de poder y a vos en un lugar de necesidad. Te juzgo y te digo qué tenés que hacer. Cuántas veces escuchamos eso de “ah, te dan plata y comprás no sé qué”.
-Se critica mucho lo que se ha denominado “consumismo pobre” al que se considera ilegítimo, representado en la compra de celulares o televisores.
-Si pensás así terminás siendo víctima de una sociedad fragmentada, fracturada entre “nosotros” y “ellos”. Nadie te dio ese lugar. ¿Quién te dio derecho a juzgar la vida del otro? Lo que se les achaca a los pobres también lo hacen los no pobres, que compran un celular mejor del que necesitan aunque no lo sepan usar. Esto tiene que ver con la proyección del viejo modelo de clase media, el de la propaganda de televisión, que parece el modelo al que todos tenemos que aspirar. Me saco la gorra ante la gente que no tiene comodidades pero le da un plato de comida y lugar para dormir al vecino que se quedó sin casa. Otra gente de eso que llamamos “clase media” seguramente llama al refugio, pero ¿lo invitan a la casa? Esos valores no aparecen en ningún indicador. Un botija que trabaja en el barrido de Pocitos había faltado un montón de días por problemas de adicción. Cuando fue a cobrar fueron chirolas. A media mañana llegó al cantón con pan, fiambre, un refresco. La educadora se lo reprochó y él le contó que estaba esperando cobrar para hacerle las compras a una señora viejita que vivía en la calle. Acá, si un temporal le vuela el techo a alguien, vamos todos a arreglárselo. A un vecino lo robaron y ya sale la colecta. No estamos santificando la pobreza ni nada de eso: son cosas reales.
Abandono y desamparo
-Hay mucha atención a la “situación de calle”. Vos has hablado también de “abandono” y de “desamparo”.
-Tacurú nació atendiendo a niños y niñas en situación de calle. A los 30 años quisimos volver a las raíces. Pero vimos que esas situaciones ya estaban abordadas por otras organizaciones o que esos niños y niñas que cuidaban autos o limpiaban vidrios habían sido desplazados por adultos. Como en la calle no estaban, pensamos “pah, nos quedamos sin laburo”. Pero encontramos niños, y personas, en situación de abandono. Que ni siquiera tenían los recursos para acceder a la calle, que no la pueden aguantar. Porque para eso tenés que ser pícaro, saberte cuidar y relacionarte. Son tan rápidos que a veces te sentís un gil. De repente no saben leer, pero tratá de “pasarlos” con plata, a ver si no saben matemáticas…
-¿Cuántos hay en situación de abandono? ¿Dónde están?
-Creo que son pocos… Vivimos en un país de lujo y debería ser de relujo. Estas cosas no deberían pasar. Pero hay, sigue habiendo, botijas cascoteados por la vida, que no tienen circulación social más allá de un par o poquitas cuadras de donde viven, sin acceso a la escuela, chicos grandes sin cédula... Cuando nos acercamos tenían miedo y reserva, que se fueron al ver en qué onda veníamos. Hicimos paseos al Parque Rodó, a la playa… no estamos hablando de ir a las termas. Había que verles el asombro frente a experiencias tan al alcance de la mano pero para ellos tan lejanas.
-¿Tacurú tiene una intención evangelizadora?
-¡Claro que queremos evangelizar! Lo que no hacemos es proselitismo. Jesús no estaba buscando adeptos. Nadie deja de entrar en Tacurú por judío, evangélico, ateo o lo que sea. Queremos sembrar en nuestra vida y en nuestro entorno el corazón del evangelio, que es común al de otras experiencias religiosas, y también filosóficas y políticas. Tiramos semillas y recibimos semillas. A veces ni hay que sembrarlas: hay que descubrirlas. El gurí que le llevó pan y fiambre a la señora en la calle, por ejemplo, me evangelizó. El lema de un encuentro que hicimos hace poco no lo sacamos del evangelio, sino de lo que decía el mono sabio de El rey león: “Mira más allá de lo que ves”. Eso es la espiritualidad: darle un significado a la vida que va más allá de lo aparente. Llevo varios años de cura y nunca se me apareció Dios en una experiencia mística, extraordinaria. Los lugares donde encuentro a Dios son acá abajo y adentro, no arriba y afuera.
-¿Cómo te cayó la aprobación del matrimonio igualitario?
-A veces nos apuramos a ponernos a favor o en contra. La sociedad va dando pasos de integración. Venimos de mucho tiempo de modelos únicos. Hace unos días, estábamos siete u ocho cargando un camión para limpiar un basural, y estoy seguro de que gran parte de ellos aceptan la propuesta de matrimonio o unión. Pero pasó por la vereda de enfrente una pareja de novias, y las reacciones, los comentarios, el mirar para otro lado… Esto impactó. No nos mintamos: en este proceso vamos de a poco. Y estamos hablando de orientación sexual, de las razas, de las religiones, y de aceptar lo diverso no como frontera sino como complementariedad. Desde una mirada personal, lo que hace bien a la persona es lo que la ayuda a humanizarse, a crecer. Puede haber matrimonios heterosexuales que no te ayudan a desarrollarte. Ésa es la clave, más allá de hablar del matrimonio o de la unión: qué nos ayuda a humanizarnos.
-¿Y la despenalización del aborto?
-En el aborto está en juego una vida que es de otro. Todos fuimos ese óvulo fecundado. La despenalización transa, por así decirlo, con una realidad que avala la interrupción de una vida. El problema, me parece, no es la despenalización. ¿Estaba penalizado, realmente? ¿Había causas abiertas, gente en la cárcel por todos los abortos que se hacían? La despenalización es una respuesta a una penalización que no sé si era tal. Frente al aborto, me parece que hay que buscar otras formas de darle viabilidad a una vida.