Bruno Silva jugó más de cinco años en Europa y siete en el combinado celeste, al que extraña aunque sabe que pasó su hora. En enero de 2011 estuvo a un paso de la muerte por una infección generalizada luego de una operación sencilla en el hombro, en Holanda. Pensó en dejar de jugar y se resignó a recuperarse en una clínica en Estados Unidos, para vivir sin dolor.
Diego Ruso Pérez, uno de sus amigos del fútbol, le recomendó un médico en Bologna, Italia. Se ilusionó. Pasó días enteros, durante meses, haciendo trabajos de recuperación y entrenamiento en esa ciudad italiana, con el objetivo de volver a jugar. A mediados del año pasado la esperanza de Bruno, el esfuerzo y su categoría rindieron fruto: debutó con Cerro Largo FC contra Nacional en Melo y fue uno de los mejores de la cancha. “Jugué los 90 minutos y dije: ‘Ta, volví’”, confía a la diaria.
El recorrido
A los diez años el arachán dejó su pago y se fue a seguir el baby fútbol en Melo Wanderers, uno de los decanos del fútbol del interior. Luego vinieron las selecciones juveniles departamentales, hasta que en una final del Este sub 18, en Pando y contra Canelones del Este, a Bruno le dio por recoger el balón saliendo de su área y recorrer por la banda derecha toda la cancha con una potencia brutal, que no dio lugar al descanso hasta después de sacar terrible zapatazo cuando entraba al área rival, para que el golero viera pasar la redonda dentro de los 7,32 metros. Cerro Largo salió campeón del Este y Bruno fue a Peñarol. Los seguidores de talentos del interior ya lo estaban orejeando.
Estuvo un año en el carbonero y no le fue bien, no se adaptó. Volvió a Melo Wanderers para jugar la Copa de Clubes Campeones del Interior con el plantel mayor, y participó en las selecciones juveniles.
En noviembre de 1998 llegó para probarse en Danubio, donde, apenas iniciado 1999, lo ficharon. Permaneció en el equipo franjeado hasta 2004, buena parte del periplo como lateral; esto les resultaba raro a los hinchas cerrolarguenses, que se habían cansado de verlo dejar el zurco por la banda derecha, pero sobre todo por el interior de la cancha, y siempre con llegada al área rival y con definición. “Yo juego de lateral porque en la pretemporada en Danubio en 2002 Daniel Martínez me dijo que no quería traer a nadie, pero que precisaba un lateral. Me preguntó si yo me animaba y le dije que sí”, explica.
En 2004 el jugador criado en la ruta de los quileros se fue a Rusia, a jugar en FC Rostov, pero su pasaje por allí duró mucho menos de lo pactado. “Jugué unos meses y pedí la rescisión de contrato. No era lo que esperaba, no había buen cumplimiento del arreglo y perdías un partido y te amenazaban”, cuenta. “El fútbol no es guerra, yo había ido a jugar al fútbol”, dice, a modo de resumen de su filosofía del deporte. Habló con el entonces presidente de Danubio, Arturo del Campo, y ese mismo año volvió al franjeado y pudo jugar el segundo semestre. El equipo de la Curva de Maroñas ganó el Clausura y salió campeón uruguayo tras vencer a Nacional en Jardines del Hipódromo, con gol de Diego Perrone en la hora.
Al año siguiente empezaría la larga trayectoria de Bruno en Holanda. Se fue al FC Groningen, de la ciudad de idéntico nombre. Ahí estuvo dos años y medio y conoció a Luis Suárez. “Hacía como 30 años que el club no clasificaba a nada y nos metimos a UEFA los dos años seguidos”, recuerda.
Caminos convergentes
En 2006 en Groningen le preguntaron por Suárez antes de concretar la compra del entonces jovensísimo delantero tricolor. “Yo no lo conocía, sinceramente nunca lo había visto jugar”, reconoce, pero, “desesperado” por tener un compañero uruguayo, le aseguró al presidente del club que era “terrible jugador”. “Traelo, le dije”, relata.
la diaria le preguntó a Bruno en qué momento se percató del potencial que Suárez luego desarrolló con el tiempo. “Cuando llegó ya me di cuenta; era un gurí, creo que tenía 18 años [...]. ¡Pero se tenía una confianza!”, explica.
Hay una anécdota que parece pintar de cuerpo entero al centrodelantero uruguayo. “El técnico del Groningen, Ron Jans, me llamó un día para traducirle algunas cosas a Luis, decirle que no se tirara, que aguantara, que en Europa era diferente. Le expliqué eso y Luis me dijo: ‘Decile que me ponga; si me pone y no ando, ta, pero que me ponga’. El técnico se reía”. El entrenador aceptó el desafío y cerca del fin de semana le hizo saber a Suárez, por intermedio de Bruno, que lo iba a poner. “Entró de titular y perdíamos 2-1 de locales. En el último minuto Luis agarró una pelota y le salieron dos. Amagó, enganchó y metió el 2-2. Ya había hecho un buen partido”, empieza relatando Bruno. “Mueven del medio y se nos vienen arriba porque necesitaban ganar. Le tiro una pelota, la lleva así como la lleva él -el propio Luis dice: ‘No sé cómo la llevo pero la llevo’-. La cuestión es que siguió hasta la línea de fondo y quedó medio esquinado, con el arquero y un zaguero. Hizo que le iba a pegar y, los dos al suelo, enganchó y la empujó”, termina el cuento. “Y de ahí hasta el día de hoy no paró más. Se fue al Ajax y siguió haciendo goles. Y ha mejorado muchas cosas, hoy ya remata tiros libres, y ¡tiene una fuerza...!”.
A pesar de que Bruno no tuvo una salida tranquila de Groningen, al igual que Suárez, porque el presidente del club faltó a su palabra, según explica el entrevistado, con el tiempo los hinchas del equipo de la ciudad y la dirigencia le devolvieron su calidad de ídolo. En su momento, unos hinchas veteranos habían armado hasta una comisión para intentar que no se fuera. “Hace poco fui a Groningen a ver un partido y todo estuvo espectacular. Es lo más lindo que hay: entrás al estadio y hay fotos enormes de Luis y mías”, relata.
Seis meses después que Suárez, Bruno siguió el mismo camino, y en enero de 2008 recaló en Ajax. Ahora sí, ya se trataba de un cuadro grande de Europa. “Grande de verdad, tan grande que se vuelve frío, el vestuario es frío: ‘Buenos días, buenas tardes’ entre los jugadores, cada uno muy profesional”.
En Ajax le fue muy bien el primer semestre, hasta que llegó a la dirección técnica Marco van Basten, gran ídolo del club y del fútbol holandés. “Llegó y dijo que a Luis y a mí no nos quería. Lo que pasa es que Luis era imposible: estaba en el banco, lo ponía 15 minutos y el loco hacía goles y goles, hasta que lo tuvo que meter de titular”.
En mayo de 2009, Van Basten renunció luego de una seguidilla de malos resultados del Ajax, y el pasaje de Bruno por el club se reencaminó. Ya en 2010 pasó a Inter de Porto Alegre, pedido por Jorge Fossati. Quería ganar minutos de juego y estar más cerca de la selección, previo a la definición de la lista de jugadores que irían al Mundial de Sudáfrica 2010. En enero de 2011 volvió a Ajax, porque el técnico Frank de Boer lo quería en el club, y ahí empezó el suplicio del hombro.
El pecho inflado de celeste
Bruno debutó con la selección nacional en febrero de 2003, en Hong Kong, contra la selección de ese país. El partido terminó empatado y Uruguay ganó por penales. El arachán convirtió el suyo. “Me citó Gustavo Ferrín. Era una sub 23 a la que llevaban tres mayores y yo me metí entre ellos porque estaba pasado de edad”. Después, en marzo, el lateral jugó contra Japón en Tokio, ya con la selección mayor. Fue otra vez Ferrín quien lo citó. Posteriormente fue convocado por Juan Ramón Carrasco, Fossati y Óscar Tabárez, con quien tuvo más continuidad con la camiseta más linda del mundo.
Bruno recuerda la Clasificatoria para la Copa del Mundo de Sudáfrica como “terrible”. “El partido contra Colombia en el Centenario fue el que más marcó”, dice el lateral. Se jugó el 9 de setiembre de 2009 y Uruguay ganó 3-1, con anotaciones de Suárez, Andrés Scotti y Sebastián Eguren (otro de los grandes amigos del fútbol de Bruno). “Nosotros no podíamos ni empatar, y desde que salimos del Complejo Celeste hasta que llegamos al estadio había gente insultándonos”, cuenta, aunque de todas maneras cataloga ese comportamiento del hincha como “normal”, “porque veníamos haciendo una Clasificatoria desastrosa”.
“Te soy sincero: en ese partido contra Colombia me pesó 20 kilos cada pata, así nomás. Entramos al vestuario y llorábamos como si hubiésemos ganado la Copa del Mundo, teníamos una presión...”. Recordó especialmente el triunfo ante Ecuador de visitantes, con el gol de penal de Diego Forlán en la hora.
De acuerdo al jugador arachán, la gran virtud de Tabárez ha sido la de mantener un grupo. “Él aguantó un grupo. Muchas veces fue muy criticado por no citar a Fulano o a Mengano, pero así formó un grupo. Y dentro de ese grupo se formaron grupos de amigos”, asegura Bruno. Resalta además la capacidad del Maestro para elegir los jugadores y plantear los partidos. “Pero no era una selección, era un equipo [...], y aquel al que no le tocaba jugar entendía y respetaba las decisiones”, dice, en un tiempo pasado que hace referencia al proceso pre Sudáfrica, pero que bien puede extenderse al presente.
Por supuesto que a Bruno le dolió quedar fuera del grupo mundialista luego de haber hecho toda la Clasificatoria. “Pero después, analizando fríamente y teniendo sentido común, estuvo bien que quedara afuera: había otros jugadores en mi posición que estaban mejor que yo, es simple. [Jorge] Fucile y el Mono [Maximiliano Pereira] estaban jugando los dos, con ritmo”. “Terminados los partidos en Sudáfrica nos llamaban al Cebolla [Cristian Rodríguez] y a mí; eso es lo que refleja que era un grupo de amigos”, destaca.
Evalúa que la Clasificatoria que se está disputando ahora es aun más complicada que las anteriores, porque otras selecciones mejoraron mucho y quieren ganarle especialmente a Uruguay. “Igual tenemos un potencial con el que le podés ganar en cualquier lado a cualquiera. Hoy el mundo se pelea por dos delanteros nuestros”, dice, antes de añadir que además la selección tiene buen recambio generacional.
El ex lateral celeste extraña las citaciones y jugar con la camiseta de su país. Lo reconoce con cierto dejo de nostalgia. “Pero ya pasó, ahora hay que quedarse con lo que viví ahí adentro, ir de vez en cuando a saludar y estar con los amigos”, expresa.
Duro de matar
En enero de 2011 se le salió el hombro derecho de lugar, haciendo la pretemporada con el Ajax y luego de haber sido titular en algunos amistosos bajo la conducción del técnico De Boer. Ya se le había salido el mismo hombro al menos tres veces. La zona se fue fragilizando y la lesión se podía repetir con más facilidad; en cada ocasión implicaba 20 días de recuperación.
Bruno conversó con De Boer y con el doctor del Ajax, Edwin Goedhart, con la idea de operarse y curarse del todo para volver diez puntos. Contó con su apoyo y resolvió hacerse la cirugía en Holanda, para recuperarse con el club. “Pero era una cosa simple, me operé y me fui el mismo día a mi casa”, cuenta.
Al entonces lateral del Ajax le colocaron cuatro tornillos que le fijaron el hombro. Al segundo día “el dolor era insoportable”, y un día después se empezó a sentir mal, hizo fiebre y el brazo se le inflamó. Bruno llamó a Goedhart. Tenía una infección intrahospitalaria que se le extendió por vía sanguínea; le esperaba el CTI. Hubo una nueva operación urgente y le sacaron uno de los tornillos, porque los médicos creían que la infección estaba ahí.
“Tenía una bacteria multirresistente y empezaron a buscar los antibióticos para combatirla. La primera semana los medicamentos no hacían efecto. Estuve tres días en los que me iba. Después escuchaba todo lo que hablaban, no me movía, no hacía nada, pero escuchaba. Sentía a los médicos de mañana cuando llegaban y daban el parte médico, que cada vez era peor. Lo escuchaba y pensaba: ‘Me pelo’. Cuando podía me miraba y estaba todo hinchado”, dice.
Los riñones le dejaron de funcionar totalmente. Lo operaron cinco veces en 20 días. Le fueron sacando los tornillos de a uno, lo que el jugador no se explica. Finalmente, los doctores encontraron los antibióticos para combatir la bacteria y en el momento en que hizo efecto, Bruno empezó a mejorar. Estuvo un mes internado.
“El médico fue clarito: si no te hubiésemos agarrado en pretemporada, bien alimentado, un tipo joven, deportista, te pelabas, no había chance”, cuenta el arachán, con expresiones propias de un uruguayo y no de un médico holandés. Bruno no deja de agradecer a Goedhart, que lo acompañó en todo el proceso previo, durante su internación y en las recuperaciones posteriores que intentó. El club, lo mismo, “diez puntos”, dice.
Luego de un intento de recuperación en Porto Alegre que agregó una cirugía y restó buenos resultados, ya entrado 2012 resolvió ir a visitar a algunos amigos a Italia, entre ellos el Ruso Pérez, para después viajar a Estados Unidos y hacer allí un tratamiento de recuperación que le permitiera quedar relativamente bien, al menos, y sin dolor. El de Isidoro Noblía casi no podía mover el brazo.
Sin embargo, el Ruso le pidió de antemano que se reservara un día más en Bologna para ir a una clínica que él conocía. Goedhart viajó con el lateral y llevó toda su historia médica. El cirujano aseguró: “Yo lo recupero; no sé si vuelve a jugar, pero la calidad de vida la va a tener, eso lo aseguro”, relata Bruno. “Marcá fecha que me vengo”, respondió. Al momento del viaje a Bologna, Bruno ya no tenía contrato con Ajax, pero el médico del club holandés quiso viajar con él y la institución se hizo cargo de los gastos, incluso de la posterior recuperación de cinco meses.
Es hora de volver
“En la clínica en Bologna entraba a las ocho de la mañana y salía a las ocho de la noche. Sabía que ésa era la única forma de volver a jugar. Desde que empecé la fisioterapia hasta el final, pensaba que iba a volver”, dice. Antes de terminar la recuperación, el jugador ya estaba haciendo fútbol en la clínica, con jugadores de diversos países.
Llegó a Cerro Largo FC y el 2 de marzo de este año Nacional tuvo que ir al Arquitecto Ubilla de Melo a jugar contra el local por el Clausura. El encuentro terminó 1-1. Fue el primer partido de Bruno después de dos años sin fútbol oficial. “No sabía ni cómo me iba a sentir, cuánto iba a aguantar”, cuenta. “Jugué los 90 minutos y dije: ‘Ta, volví’”, sentencia el capitán del equipo en el pasado torneo.
“Me recibieron diez puntos, tal vez por ser de Cerro Largo, por todo lo que me había pasado. Yo siempre doy lo que puedo, creo que no hay mucho misterio. Lo que sí creo es que por ahí se identifica mucho la gente porque digo algunas cosas que quizá otros jugadores, por diferentes circunstancias, no se animan a decir o no saben expresarse”, considera. Además, es seguro que su humildad y sencillez conquistan a la gente. A sus 33 años se parece mucho a aquel gurí de Noblía amante de su pueblo y que poco después empezó a pintar como crack.
No piensa en dejar de jugar. Se siente bien. Ha tenido ofertas de equipos importantes de Montevideo, pero está haciendo la pretemporada en Argentina con Cerro Largo FC. Por ahora parece optar por jugar por su departamento y su gente, la paz del campo y Noblía. Pero ya tiene claro cómo quiere que lo consideren cuando las canchas ya no lo tengan como protagonista. “Quiero que me recuerden como una buena persona. Como jugador de fútbol podés ser bueno, malo o regular, pero yo siempre digo que por todos los vestuarios que pasé puedo entrar con la cabeza en alto. Y eso no tiene precio”.