Nada mejor que un buen River-Cerro para postre de ese asado o de ese plato de ravioles domingueros. Como el de ayer, que con marcador casi tenístico llenó hasta las panzas más grandes. Hubo emociones, golazos y rendimientos altísimos entre polémicas decisiones del árbitro Ferreyra, que pitó dos penales que algunos no vimos y echó a dos jugadores. Quedó claro que es difícil bancarle el ritmo a River, el mejor equipo local del momento. El Cerro de Baltierra fue un rival dignísimo, pero sucumbió en un segundo tiempo que marcó diferencias de efectos importantes pero invisibles: cuando lea la tabla, tenga en cuenta que River lidera en potencia, porque tiene tres puntos menos que Nacional y El Tanque pero debe un partido ante Cerro Largo que jugará este domingo.
Te mata corriendo. Cuatro de sus cinco goles tuvieron la raíz en una velocidad que continuamente forzó el mano a mano. Imparable en el face to face, Techera brilló a la altura de la vecina fortaleza. Hizo el primero, generó el penal discutible pero clave que pateó Taborda para el 3-2 que quebró la tarde, transportó y habilitó de continuo y hasta se mandó un cierre metálico en su área cuando sólo faltaban cinco minutos y Cerro intentaba un nuevo descuento para echar el resto. Pero para neutralizar a River no alcanza con la dura misión de marcarle a la figura. Abundan los volantes abiertos con llegada y los delanteros rápidos y habilidosos. Ayer, más que Janderson Pereira y Lea Rodríguez, el complemento ideal fue de Santos. Cuidado por Almada tras el esfuerzo copero del miércoles, entró para un segundo tiempo en el que dejó huellas. Marcó el parcial 4-2 que forzó la primera gran ventaja y metió la corrida con habilitación para el definitivo y tranquilizador 5-3.
Cerro jugó muy bien durante el primer medio partido. Pero el fútbol y el físico no le dieron para sostener tamaño ritmo durante el complemento, en el que las ganas y los ataques espasmódicos resultaron ser eficaces para pelear hasta el final, pero no para evitar la derrota. Su mejor versión fue la de las finas combinaciones entre Romário y el grandote Silveira, que obliga por arriba y la deja chiquita por abajo. Se habilitaron mutuamente en las jugadas de los dos primeros goles, que dieron vuelta por un rato el resultado. Aprovecharon una estancia llamativa en un equipo de Almada, jugando sueltos entre volantes y defensas rivales y comiendo del gran partido de De Oliveira y del buen pie de Dadomo. Pero el DT darsenero consiguió que su equipo se compactara mejor para el segundo tiempo, en el que la puntería de Taborda lo llevó a pegar con mano de piedra para volver a pasar al frente con dos tantos en 9 minutos. Un cabezazo al palo de Acuña fue lo más cercano a ese empate cerrense que murió a dos goles de la orilla. Ésa que River pisará al final del torneo. Habrá que ver si para quedarse ahí o para dejarla atrás rumbo a un título histórico.