-Hace un campeonato y tres partidos atrás te daban la dirección técnica de Nacional y comenzaba una nueva realidad en tu vida.
-Sí, fue una situación de cambio de técnico: faltaban pocas fechas y no querían tomar una decisión apresurada, y surgió la posibilidad de estar como técnico interino por tres partidos. Sabía que era una parada difícil porque yo había llegado ahí por los malos resultados. Casi sin ningún tipo de opciones, me estaba jugando la parada importante de dirigir Nacional. No lo dudé. Ganamos esos partidos, que fueron fundamentales, y terminamos segundos en la tabla anual por diferencia de goles.
-¿Te imaginabas todo lo que sucedió?
-No. Por supuesto que soñás con que te vaya bien, con ser campeón. Pero por cómo se dieron las cosas, todavía no tengo la dimensión. Siempre nos fijamos objetivos cortos, como que el próximo entrenamiento tiene que ser muy bueno, el próximo pique corto, y después, partido tras partido. Ahora que uno empieza a ver los números, la cantidad de victorias que obtuvimos, la cantidad de triunfos consecutivos... Realmente, va a ser difícil que yo repita una campaña así. Todos los partidos complicados los terminamos, de una manera u otra, abriéndolos y llevándonos los tres puntos. Recuerdo cuatro partidos cerrados: si los empataba tenía ocho puntos menos; ganarlos es lo que marca la diferencia.
-De chico se sueña con ser muchas cosas, con ser todos los ídolos juntos. Pero ¿se sueña con ser entrenador, o es una elección sobre el camino trazado?
-Cuando sos chico soñás con jugar al fútbol. De repente, al final de tu carrera pensás qué hacer para tratar de estar en lo que te gusta. Tuve una actividad muy rica, en el sentido de las cosas en las que competí, de dónde competí; tuve grandes técnicos y grandes jugadores al lado. Y realmente te das cuenta de que, si sabés por dónde viene la mano, es el fútbol.
Su camino
Como futbolista se puso las camisetas de Bella Vista, Peñarol, Nacional, Valladolid y Rayo Vallecano, estos dos últimos de España, pegó la vuelta a Bella Vista, pasó por Liverpool y terminó en Sporting de Gijón. Con la camiseta de la selección uruguaya de fútbol disputó las copas América de 1991 en Chile, 1993 en Ecuador y 1995 en Uruguay, edición en la que se consagró campeón.
La trayectoria de Álvaro Gutiérrez Felscher como entrenador comenzó en la Primera División de Atenas, luego pasó a Rampla Juniors, Rentistas, fue asistente técnico de Raúl Möller en Cerrito y pasó a formar parte de las divisiones formativas del Club Nacional de Football hasta el 28 de abril de 2014. El día antes, Guti había ganado el clásico de Tercera División ante Peñarol, pero a segunda hora la victoria de los carboneros sobre Nacional hizo que Gerardo Pelusso dejara de ser el entrenador tricolor. De este modo llegaría el turno de Álvaro, que comenzó su interinato y dirigió las tres últimas fechas del Torneo Clausura 2014. Luego sería campeón del Torneo Apertura, y al pasar raya, sus números oficiales al frente del primer equipo de Nacional serían impresionantes: 18 partidos dirigidos, 17 triunfos y una sola derrota.
-Hablaste de los entrenadores. ¿Qué significó Héctor Pichón Núñez para ese grupo de jugadores campeones de América?
-Fue tremendamente positivo. Un jugador debe sentirse con confianza, y Pichón me daba mucha. Con él te sentís bien -porque lo decía públicamente- y también te sentís con la obligación de responderle. Gracias a Dios, se lo pude retribuir con una gran Copa América, coronándola con un penal.
-¿Cómo fue tu niñez, acá en el Prado, con tanto verde y espacio para estar al aire libre?
-Vivía enfrente al Capitol, en la calle Hermanos Gil. Se podía jugar tranquilo, no había tanta inseguridad en la calle. Jugábamos contra gente de otras cuadras, en el campito de Juan Carlos Blanco. Después empecé a estudiar en el Maturana, donde el patio era muy grande: tenía tres canchas de fútbol y una de básquetbol. Entonces era fútbol y fútbol, y fútbol; íbamos una hora antes de empezar la clase para jugar al fútbol. En el recreo, fútbol, y no nos quedábamos después de clases porque nos echaban, directamente. Los sábados estaba el sabatino, que arrancaba a las 13.00, se hacían los cuadros con los que estuvieran y terminaba como a las 18.00. Fue así hasta mi adolescencia, cuando alternaba las clases con jugar en Bella Vista.
-¿Cómo se fue dando lo de ir a pescar a Santa Lucía?
-Mi papá tenía un auto muy grande, un DeSoto, que ahora sería de colección y valdría una fortuna, pero antes era un coche viejo. Metíamos todos los chiquilines que querían ir con cañas de pescar y pelotas de fútbol y nos íbamos hasta ahí. Y en la barra de Santa Lucía hacíamos lo que teníamos ganas.
-¿Seguís yendo?
-Ahora no, porque cuando tengo libre tengo el compromiso de mis hijos. Vas a ver a jugar al fútbol a uno o a otro, o la convivencia. En vacaciones, ahora, tal vez se dé para salir a pescar.
-Después del Maturana, ¿dónde estudiaste? ¿Cómo decidiste estudiar análisis en programación y edición de sonido?
-Cuando terminé el Maturana empecé a estudiar en la ORT todo el tema de computación, en 1989; todavía estaba en Bella Vista. Era el tema: recién estaba empezando, pero todo el mundo decía: “Esto va a ser el futuro”. Hice dos semestres de Analista programador, y ya cuando empecé a jugar en la selección y en Nacional me fue imposible terminar, entre tantas concentraciones y viajes. Después, cuando me fui a España, como también me gustaba la música, empecé a estudiar lo que ahora se llama “secuenciadores”, y ya te enseñaban a transferir el sonido digital a la computadora.
-¿Te gustan los autos?
-Soy fierrero, sí. Me encantan, me lo contagió Mario Picún. Pero si yo supiera algo tendría alguno terminado. Lamentablemente, no tengo idea de chapa, ni de mecánica, ni de nada. Comúnmente tengo que pagar para que me lo hagan. Ahora me queda solamente una Chevrolet Apache a la que le están haciendo el motor.
-Tu carrera transcurrió entre Bella Vista, Peñarol, Nacional, Valladolid, Rayo Vallecano, Bella Vista, Liverpool y Sporting de Gijón. ¿Cuándo viste o sentiste que el camino sería jugar al fútbol?
-Se fue dando. Llegue a Bella Vista porque un amigo me dijo: “Álvaro, están probando jugadores, ¿vamos juntos, por lo menos?”, y fuimos. Al final quedé yo. Jugaba porque me gustaba, nada más. Estuve como dos años en los que me decían “no vengas más” y yo iba porque me gustaba; no era que quisiera una carrera con el fútbol. Cuando estaba en cuarta tuve un salto de calidad; empecé a notar que marcaba la diferencia, me subieron a primera y entonces, si bien siempre fui muy competitivo y entrenaba bien, empecé a considerar más otro tipo de cosas que tenés que cumplir: no salir, comer bien, entrenar a muerte. Eso se fue afianzando. Empecé a ser más profesional y, a su vez, se dieron más cosas: salí campeón con Bella Vista, jugué en la selección. Entonces me dije “¡Pah!, mirá, esto da resultados”. Así seguí.
-¿Cómo viviste el hecho de salir campeón con Bella Vista, el equipo del barrio?
-Fue uno de los logros más importantes de mi carrera. Los títulos con Nacional los disfruto a muerte, pero Nacional sale muchas veces campeón; Uruguay salió muchas veces campeón de América. Pero fue la única vez que Bella Vista salió campeón uruguayo en la vida. Es algo que va a ser difícil de repetir.
-¿Cómo fue la experiencia europea siendo un muchacho joven?
-Era como estar viviendo un sueño. Cambia drásticamente todo: las ciudades, el poder adquisitivo, en el club tenías todo y, aparte, cada vez que ibas a jugar contra un equipo era un importante. Me costó mucho al principio porque era un fútbol diferente, nutrido con los mejores jugadores del mundo. Eso eleva el nivel y se juega más rápido, con otra metodología. Me costó por lo menos un mes y medio, hasta que le encontré la vuelta para ir adaptándome hasta terminar jugando bien.
-¿Te tomaste tiempo para hacer turismo?
-Cuando teníamos tiempo libre largo venía a Uruguay. Recorrí toda España; cuando teníamos un día libre me iba 200 kilómetros para el norte, para el sur, para el este, para el oeste, desde Valladolid. Después tuve la suerte de que por el fútbol fui a jugar a todas las ciudades de España. Dentro de España jugué en Madrid, en Valladolid y en Gijón, entonces también tuve esas posibilidades de conocer lugares. Pasé alguna Navidad en Andorra, otra en París y en Bélgica. La verdad, recorrí.
-Dentro de Madrid, Vallecas es bastante particular: su gente, la hinchada de Rayo Vallecano. ¿Cómo eran ellos?
-Un barrio bárbaro. Era un barrio más parecido a los uruguayos, había un contacto, una actividad social importante, es de los barrios que no son poderosos dentro de Madrid. No es Las Rosas, no es Majadahonda, no es Pozuelos, no es un barrio con un gran poder adquisitivo. Vallecas es como si fuera la Unión, la verdad que es muy lindo. Toda la gente del barrio alienta al equipo; Ska-P es de ahí. En el Rayo estuve seis meses, casi dos lesionado, y cuando me recuperé me volví a lesionar; me siento un poco en deuda, porque no pude dar todo lo que podía.
-Llegaste a jugar con Álvaro Recoba y en contra de Iván Alonso.
-[Recoba] debutó en la selección mayor conmigo contra España en La Coruña. Debutó con una jopeadita a Fernando Hierro, con 18 años. “Es un fenómeno”, dijeron los españoles. Él estaba en una juvenil para Panamericanos [N. de R.: la generación de Recoba no pudo jugar campeonatos sub 20 por causa de una suspensión de la FIFA por el Mundial de Australia 1993], y vino a practicar con nosotros y anduvo tan bien que el Pichón dijo: “Yo me lo llevo”, y se lo llevó. La clase la mantiene intacta, y ahora tiene más experiencia. El talento y la calidad de los jugadores definen. Una de las cosas que yo remarcaba en el plantel era que nosotros teníamos jugadores con talento, con calidad, la única manera de que nos emparejaran era por actitud, por distracciones, por voluntad. Si igualamos el correr, el meter, la atención, tarde o temprano, con la calidad desnivelás.
-¿La música y la guitarra te gustan desde chico?
-No de tan chico. Mi hermano más chico era el que tocaba; él me enseñó, porque nunca fui a aprender. De terco, fui agarrando un poquito y ahora tocamos juntos.
-¿Te grabás?
-Sí. Cuando veo una canción que me gusta o para no olvidarme, hago una pequeña demo. O cuando tenemos ganas de hacer algún cover con mi mujer nos grabamos con “nuestro sello”. Canta muy bien y yo toco la guitarra, el bajo y algunos arreglos sencillos de piano. La batería la programo y queda como si fuera un batero profesional.
-¿Qué música escuchás?
-Escuchamos de todo. Los Beatles, cuando estoy con ella ponemos Cold-play, Pink Floyd, Macy Gray, Morcheeba. Yo soy un poco más de rock pesado.
-¿Eras un bicho raro en el fútbol? Me refiero a que ibas a los vestuarios con walkman para poder escuchar tu propia música.
-No, porque bicho raro sería si agarrara y dijera: “Muchachos, ahora me toca a mí” y pusiera AC/DC. Yo lo ponía para mí, tranquilo y sin problemas. Y cuando había que cantar murga se hacía. Un día vinimos de Artigas los 600 kilómetros cantando murgas con el Martillo [José] Aguiar y el Beto [Alberto] Acosta. Imaginate. Y cumbia de la de antes: Karibe, Casino, sin problemas.
-¿Leés? ¿Escribís?
-Me gusta leer. Cuentos cortos o artículos de misterio, tecnología; compraba la Muy Interesante, porque tenía un poco de todo. Y de cuentos cortos, Edgar Allan Poe es mi favorito. Tiene relatos de todo tipo y color y me colgué mucho con él.
-¿Y diarios leés?
-Poco; la verdad es que miro las tapas y si veo que hay alguna noticia que me interese lo hojeo. Dentro de lo deportivo leo un poquito para informarme, saber quién entra, quién se va, cuáles son los lesionados o los suspendidos. Trato de no poner eso como “ésta es la realidad”, porque sabemos que, justamente, son cosas parecidas pero no iguales a lo que puede suceder.
-Describinos qué se siente al ponerse la camiseta de Uruguay y además salir campeón.
-Yo lo hablaba con Eber Moas en ese momento. Para quedar en la historia de Uruguay tenés que ganar algo internacional con la selección. Pueden pasar muchos jugadores, pero a veces se dice: “No anduvo en la selección”. Realmente se dio todo, y representó algo importantísimo para nosotros, sabiendo que teníamos una carga importante porque se jugaba en Uruguay y nunca se había perdido un partido por Copa América de local. Por suerte, pudimos mantener ese invicto y ganarle la final a Brasil.
-Fuiste técnico en la Liga Universitaria. ¿Qué visión tenés respecto de una organización que es amateur y mueve tanta gente en Uruguay?
-Es espectacular. Por supuesto que hay equipos que se lo toman de una manera un poco más profesional que otros: algunos entrenan muchas veces, no faltan, se cuidan, mientras que hay otros para los que solamente se trata de ir a divertirse un rato, van sin dormir. Pero creo que es bárbaro. Es un lugar donde estás haciendo deporte, estás compitiendo, es algo lindo, a todos nos gusta, participás contra tus pares, es un lugar donde sociabilizás junto a tus amigos. Una vez que estuve suspendido en Bella Vista jugué tres partidos en el Círculo de Tenis de Montevideo, el técnico era Julio Ribas.
-Dirigiste planteles juveniles. ¿Cómo lográs que los chiquilines no se distraigan con todo lo que tienen a su alcance?
-Es un tema, pero no sólo por las distracciones que hay ahora: antes no entrabas a las juveniles para que te saliera un pase a Europa, mientras que ahora, muchas veces, hay padres que focalizan el potencial de su hijo como forma de que se salve toda la familia. Eso es lo peor que puede pasar. El fútbol, por definición, es un juego. Es un juego de equipo en el que cada uno tiene que poner lo mejor de sí en pos del grupo. Estaría bueno no perder esa perspectiva: primero vamos a jugar, a divertirnos, a aprender, a hacer lo mejor posible. Después se ve, a medida que vaya pasando el tiempo, qué posibilidades puede tener uno. Pero no es bueno pensar que lo tuyo es el fútbol y nada más, la realidad es que no todos llegan, y el palo puede ser muy fuerte, y después, si perdiste tres o cuatro años de estudio, te quedaste. Y te quedás sin nada. En el fútbol lo que más impera es la cabeza, y si vos no la trabajás no vas a tomar buenas decisiones y no vas a llegar a jugar en la elite.
-¿Cómo analizás el logro del Torneo Apertura?
-Cuando asumimos, de todos los jugadores que tenían contrato con Nacional no descartamos a ninguno. Fuimos todos a la concentración, todos tuvieron la misma cantidad de minutos. Creo que eso fortaleció al grupo, porque todos sabían que el que anduviera mejor y aprovechara la oportunidad iba a jugar. Evidentemente, hubo algunos que tuvieron muchos más minutos que otros; es lógico, porque juegan 11. La verdad es que todos dieron lo máximo. Teníamos un plantel muy homogéneo, no había uno despegado del resto, porque el que venía atrás estaba cerca y cuando sufrimos las suspensiones o las lesiones, el jugador que tuvo la oportunidad estaba preparado porque había trabajado para eso. Entre los resultados y los buenos desempeños se me hizo difícil mover el equipo. Generalmente, después de tantos años uno ve un jugador, ve las características y sabe, de repente, en qué otro puesto puede defenderse bien. El Mama [Diego Arismendi], por ejemplo, yo estoy seguro que es un excelente zaguero. [Santiago] Romero, por sus características de buen marcador y siempre estar atento, sabíamos que por el lateral podía andar y por su dinámica sabemos que va y viene sin ningún tipo de problema. Después es cuestión de que se vayan adaptando un poco, marcando lo que preferís de él y lo que no. También contamos con su buena disposición; sin eso, no hay entrenador que valga. La convicción que tuvieron fue fundamental para lograr estos buenos rendimientos.
-Se viene la Copa Libertadores.
-Sí. Por ahora estamos en la fase previa. Esperemos que estos dos partidos sean buenos para nosotros, para asegurarnos seis partidos más. Seguimos la postemporada chilena, gente del cuerpo técnico estuvo allá y vamos a tener todos los videos para analizarla. El tema de los contratos se viene hablando. Por ejemplo, Alejandro Lembo y Cacho Blanco hace seis meses, desde que empezó el campeonato, están planificando lo que se viene. Ellos se fijan, tienen una serie de jugadores de los que han hecho un seguimiento, entonces a la hora de conformar el plantel ya se sabe. Tenemos que esperar qué ofertas hay y, en consecuencia, qué jugadores nuestros que puedan emigrar, y ver en qué parte quedamos debilitados o qué parte nos parece que tenemos que reforzar. Teniendo en cuenta todo eso, de acuerdo con el presupuesto se va viendo. Hay que analizar: ¿qué prefiero, reforzar la zona de zagueros, la zona de los puntas, el medio o el golero? Es el malabarismo que tenemos que hacer para lograr un grupo competitivo. La situación ideal sería tratar de retener a todos los que nosotros queremos y después conseguir algún refuerzo, no voy a decir en qué puesto, pero se trataría de mejorar el nivel.