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Ismael Benegas y Leandro Barcia, de Nacional. / Foto: Pedro Rrincón (archivo, mayo de 2014)

Manos a las sobras

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Nacional ganó de mañana y clasificó a la Libertadores de tarde.

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El plan de emergencia tricolor funcionó: con la batuta interina de Álvaro Gutiérrez, el equipo enterró su fracaso en el intento de conseguir el título, ganó los tres últimos partidos y se metió en la próxima Libertadores. Sufrió más con River Plate que con Fénix, pese a que éste fue su rival de ayer.

Goleó 4-1 a los capurrenses, pero como los darseneros ganaron en simultáneo y lo igualaron en puntaje, desempató una diferencia de goles que durante el transcurso de la mañana llegó a ser perjudicial para los tricolores. Por motivos que únicamente Einstein podría explicar en pocas líneas, el festejo recién se completó a las 17.00, cuando la consagración de Wanderers en el Clausura bajó a Peñarol de la definición y confirmó la clasificación de Nacional.

Parece que desde que debutó el Guti, los juveniles rindieron. Leandro Barcia, la principal apuesta del DT, hizo el primero bien temprano. El ingresado Juan Cruz Mascia anotó el cuarto, ya sobre el final. Pero esta vez hubo más. En el medio, el mejor Ismael Benegas que se recuerde en mucho tiempo embocó de cabeza ni bien arrancaba el complemento. Fue un gol de quiebre, porque Fénix se fue al descanso con un parcial empate a uno. El pesado tercer tanto, ése que llegó cuando aún acechaba el fantasma del saldo de goles, fue de Andrés Scotti. Una vez más, el planteo tricolor apuntó a la prolijidad con la pelota. Lo mejor estuvo en la conexión central entre Nacho González y Gastón Pereiro. Alfonso Espino ratificó sus condiciones por la zurda, pese a que esta vez Carlos de Pena no lo acompañó bien. Benegas fue una grata sorpresa por la derecha, demostrando una adaptación a su nuevo rol nunca vista hasta ayer.

Pese al tanteador, Nacional fue más contundente que arrollador. Fénix sufrió a las espaldas de Andrés Schettino y Agustín Olivera y también en el descontrol de Fernando Machado. Su mejor carta fue Martín Ligüera, que profundizó cada vez que tuvo espacio. El ejemplo por excelencia es el pase que le metió a Cecilio Waterman para habilitar a Maxi Callorda en la jugada del empate parcial. Pero en el segundo tiempo, un enorme bache se tragó sus esperanzas. Nacional ya redactaba una noticia que se difundiría con delay, como demorada por el satélite de Fox Sports.

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