Colombia derrotó de manera inobjetable a Uruguay por 2–0 con anotaciones de James Rodríguez, una en cada tiempo, y así como se clasificó a cuartos de final, dejó, como al parecer muchos querían, a Uruguay fuera del campeonato. Ahora los colombianos de juego ágil y grácil dirigidos por el argentino José Pekerman deberán enfrentar a los brasileños, que apenas en la serie de penales pudieron doblegar a Chile después de haber empatado 1–1 en un juego que debió tener prórroga.
La victoria colombiana fue inapelable, pero el elenco oriental dio una lección de heroicidad en la segunda parte, intentando sobreponerse a un resultado muy adverso y un juego muy superior. No habría ni que recordarlo, pero la baja de Luis Suárez, su ausencia, y seguramente todos los acontecimientos posteriores a su sanción tuvieron mucha incidencia en la competencia.
La celeste arrancó con un 5-3-2 en defensa, para tratar de maniatar a los ágiles colombianos, pero a Uruguay le costaba muchísimo tener la pelota, por eso la primera jugada en la que llegó fue tras una falta apenas cinco metros en campo rival, en la que Forlán cruzó la cancha para ponerla en el área.
Los colombianos tocaban y tocaban. Seguramente la idea inicial era controlarlo, y se puede controlar sólo hasta que una bestia como James Rodríguez la mata de pecho y saca un impresionante zurdazo al ángulo. Después de ahí sacando, fuerzas y ganas ante la mucho mayor expresión técnica de los colombianos, la selección de Tabárez arrimó un par de veces y pechereó otras tantas hasta el final del primer tiempo.
La cosa se puso muy cuesta arriba cuando a los 5 de la segunda parte una vez más James Rodríguez puso el segundo, después de una muy buena jugada colectiva.
A partir de ahí, mucho tiempo, Uruguay jugó 40 minutos heroicos, buscando de manera desesperada doblegar a Ospina, que estaba en una tarde inolvidable.
Cuando terminó el partido los muchos miles de uruguayos que había en Maracanã cantaban y gritaban como si hubiesen ganado. En parte lo habían hecho, ya no en el partido de octavos de final, pero sí en otras tantas cosas que no se cuantifican en partidos, y son inapreciables para muchos.