El cierre de la primera fecha del Torneo Apertura tuvo el partido con más goles de la etapa. Los tricolores ganaron de forma categórica, golpeando en los momentos justos, con un goleador implacable como Iván Alonso, que no quiso ser menos que Agustín Gutiérrez y metió cuatro, al que se sumó el oportunismo de Sebastián Fernández, que convirtió el restante gol albo. Nacional ganó también por la contundencia en el juego, dominando el control de la pelota con posesión y no dejando jugar al rival. Por otra parte, bien plantado atrás, cuando necesitó de la defensa apareció Gustavo Munúa para contener una pelota que era golazo de taco de Ignacio Risso. Defensor Sporting, desconcertado, apenas esbozó un amague de individualidades en Giorgian de Arrascaeta y Nicolás Olivera, autores de los goles y conductores de las pocas chances violetas.
Lo de Alonso fue exuberante. Definió cada pelota que envió a la red tal como mandan todos los manuales del centrodelantero. En el primero se tomó el tiempo necesario para hacer un control más dentro del área y tirar cruzado, inalcanzable para Martín Campaña. Luego del empate, un golazo de De Arrascaeta, que apuntó sutilmente al contrapié de Munúa, Alonso acompañó la jugada unos metros por detrás de Juan Manuel Díaz y cuando éste se la pasó, le pegó a la carrera de zurda. Para el 3-1, justo en el arranque del segundo tiempo, esperó paciente que el caos se desatara por la izquierda, centro que todos vieron pasar al ras del suelo -Papelito le tiró un taco y era golazo- para que, a lo pescador, en el segundo palo, Iván le tirara a quemarropa a Campaña. El último de su factura personal -Papelito puso el 4-1- fue el quinto de Nacional, desde el punto penal. El juezo cobró una falta a Santiago Romero que el delantero ejecutó arriba, a media altura, sobre el palo derecho del guardameta violeta. Una tarde redonda como la pelota, que Alonso se llevó a su casa.
Ensamble nacional
Tácticamente fue superior el tricolor, y eso explica en buena medida el resultado. Fue mérito del entrenador Álvaro Gutiérrez, que debió encastrar varias piezas nuevas en el engranaje de siempre. La defensa se mostró segura y los laterales fueron los mejores en ese sector: tanto Jorge Fucile como Díaz dieron salida permanente desde el fondo y hasta el fondo, generando muchos ataques en forma de desborde o centro. Incluso, cuando el bolso perdía la pelota, ambos carrileros se quedaban arriba para apretar al violeta. De hecho, los dos primeros goles de Nacional surgieron tras balones recuperados de la mitad de la cancha hacia adelante. Gonzalo Porras y Romero se dividieron el mediocampo y las bandas tuvieron a Gastón Pereiro por la izquierda y Leandro Barcia por la derecha -improvisado pero muy efectivo-, que se juntaron permanentemente con los delanteros. Ahogado, Defensor no encontró su mejor versión dentro del estilo 4-2-3-1. Ramón Arias fue sobrepasado casi siempre, Juan Carlos Amado no armó y dejó muy solo al capitán Andrés Fleurquin en esa tarea, y todo quedó supeditado a los chispazos individuales de los tres de arriba. La estrategia explica la otra parte del 5-2. Nacional fue siempre arriba, presionando -Alonso era el primer hombre que defendía-, bloqueando la salida por las bandas y encimando a Giorgian, Nico y Felipe Gedoz. Los tricolores obligaron desde el inicio de cada jugada, sin pelota, lo que determinó que Defensor jugara al pelotazo largo a la cabeza de Risso. Con la pelota, el conjunto del Parque Central puso la dinámica por propuestas y por definición: el violeta decidió esperar en su cancha como primera medida de marca, una actitud muy similar a la que asumió en la Copa Libertadores cada vez que jugó como visitante. Si bien Defensor mostró buenas señales al comienzo -incluso consiguió empatar rápidamente-, sus luces se fueron apagando con el correr de los minutos. Con el último aliento, Olivera la clavó de tiro libre y decoró el resultado final.