Cosa jodida el periodismo deportivo, por lo menos por estos tiempos, por lo menos por estos lares. Uno podría concebir ese estamento, esas unidades de trabajo en tanto especializadas, orientadas hacia el beneficio común de la comunicación y el conocimiento, como usinas creativas de discusión, aportes y, claro está, información pura y dura; sin embargo, en su todo el periodismo deportivo termina siendo un oráculo ególatra interesado y absolutamente enfermo e infestado de falacias, equívocos y falsos conocimientos que se derraman permanentemente sobre nosotros, su público foco y también el tangencial, aleatorio o zafral de la celeste.
El sistema funciona más o menos igual en todas partes, donde el quinto poder ha tomado por asalto con sus impolutas camisas blancas y corbatas ajustadas la dirección de la aldea global, armando y desarmando nuestras realidades virtuales de acuerdo a sus antojos para que finalmente seamos nosotros y no ellos los que cambiemos gobiernos, hagamos del director técnico el fusible, o concluyamos en nuestro simposio de tres millones y medio de técnicos que Fulanito no puede jugar.
El periodista, y más el especializado en tal o cual materia, debería ser un individuo que enriqueciera nuestro conocimiento, que nos propusiera ideas e hipótesis con fundamento para que nosotros, sus receptores, pero más que nada sus consumidores, rumiáramos, masticáramos, sostuviéramos y/o diéramos vuelta como una media esa materia prima o procesada para elevar nuestro nivel de masa crítica.
Pero eso no pasa, no nos pasa. Ni en el fútbol, ni en la vida; entonces, los maracanaces que vienen del pueblo son tan válidos para denunciar las hordas que bajan del Cerro, para interceder de manera capciosa por aquel zaguero derecho que hace años que está jugando en Europa y parece que los técnicos no se han enterado de que es uruguayo, para vincular la aparición de un arsenal con la fuerza política que una semana después se sabe que ganará una elección nacional, o hasta para descalificar a un presidente de un país hermano porque no dejaron subir a un par de uruguayos en el ascensor en el que él subía: “Che, Evo, vamos hasta cerca de la casa de gobierno, ¿no nos arrimarías hasta ahí, porque somos del llano y nos cuesta respirar acá?”.
Ideas, trabajo, acción y poder
Después de diez años de trabajo ininterrumpidos, con una idea meta, un montón de logros por el camino y otras tantas recompensas invisibles e intangibles, “la selección de Tabárez” ya es una entidad por sí misma, un modelo, una cuña en la historia que amenaza con transformarse en viga fundacional; sin embargo, el sistema que es y no es parte del fútbol, de la vida, el brazo del poder, travestido en inocentes o banales líneas de opinión, no deja de bombardear todas y cada una de las acciones de la selección.
Cuando las hojas A4 del carpetín que llevaba como carátula “Institucionalización de los procesos de las selecciones nacionales y de la formación de sus futbolistas” todavía estaban blanquitas y olían a resma recién envasada, ya lo estaban bombardeando, y unos meses después, tras el primer partido de competición oficial contra Perú en la Copa América de Venezuela 2007, ya estuvieron a punto de voltearlo.
Hoy, después de más 100 partidos, dos Mundiales, tres Copas América y decenas de futbolistas promovidos y absolutamente comprometidos y consustanciados con el proceso de selección y su propia formación con la celeste, los dueños de la opinión pública, mediante sus cámaras, micrófonos, suplementos y citas en las redes sociales, siguen con sus lenguas viperinas y sus serruchos mal afilados, cuestionando y desestabilizando una línea de trabajo y acción que no tiene antecedentes en nuestra historia, ni siquiera en las páginas escritas por nuestros más grandes héroes futbolísticos, que son muchas y repetidas.
Pasando que hay lugar
Hoy las hienas de ayer, rodeando y desgastando a quienes han elegido como víctima para despedazar, con el cambio de escenario son unos gatitos. Apenas dos partidos después de su repetida cantinela para hacerle el plan de trabajo a Tabárez, citarle los jugadores, elegirle la forma de jugar y hasta de viajar, porque así actúa esta gente, con total impunidad verbal, ya son tan inclusivos que se involucran -como corresponde- con la celeste, con sus triunfos, y saludan la estrategia, el juego, la oportunidad y la elección de los deportistas.
Son los mismos que, obcecadamente y totalmente fuera de lugar, exigían y planificaban desde hace meses y hasta no hace más de una semana que a La Paz fuera otro equipo, y que los titulares se prepararan exclusivamente para el juego con Colombia en Montevideo. Son los mismos que equivocadamente asumen el rol de seleccionadores y por repetición nos hacen notar la ausencia de Iván Alonso, Gonzalo Porras, Miguel Britos, como antes la de Pacheco, Zalayeta, el Chino Recoba. Son los mismos que no entienden cómo el Maestro puede citar y poner al Tata Álvaro González -que, como tantos otros, ya va goleando a la falsa opinión pública- o cómo va a poner a Cristhian Stuani y la Joya Abel Hernández como delanteros. Son los mismos que nunca ven un todo en las selecciones nacionales, y que cuando hay triunfos irrebatibles como los de esta semana, se lo atribuyen a los jugadores, o a la debilidad de los rivales, o hasta a los hinchas, pero nunca a la sistematización del trabajo, a la permanente búsqueda del conocimiento en la materia que se está tratando, al desarrollo de las estrategias pensadas y discutidas para tratar de optimizar las prestaciones de un colectivo.
Hombre, venga que le hacemos un lugar en el carro del éxito perecedero, trepe nomás, pero mire que éste es el carro del trabajo, de la honestidad intelectual y, por qué no, el de los sueños, que no sabíamos que estaban en aquel carpetín.
Vamo arriba, bo.