-Te has ganado un lugar entre los mejores comentaristas del fútbol uruguayo.
-Creo que eso lo da la gente. Uno no se da cuenta, y lo mejor que me está pasando ahora es que me pidan que no me retire. El otro día paró el auto un señor y me dijo: “Maestro, no se vaya”. Esas cosas te sacuden, te emocionan. Pero la del retiro es una decisión muy pensada; hace un año lo decidí. Empecé a tomar la decisión cuando cayó el Consejo Ejecutivo de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) que encabezaba Sebastián Bauzá. A mí no me gusta cómo se maneja el fútbol, y por eso es la batalla que tenemos algunos periodistas en contra del sistema. Yo creo que hay un gobierno y un gobierno paralelo que funciona de hecho; además, cuando vi que esto se ha profundizado a partir de la caída del Ejecutivo anterior, me di cuenta de que no hay posibilidades de seguir con esto. También me voy por razones de edad, porque a mi edad hay un hilo muy fino entre el “quedate” y “andate”. Uno tiene que ser coherente en la vida. Yo no puedo ser crítico de la situación política, de los derechos de televisión, y tener en mi casa VTV. No es nada contra Tenfield; en el aspecto político también soy bastante sesgado: cuando veo que hay algo que no me gusta no lo miro más.
-Tu relación conflictiva con la empresa comenzó hace mucho tiempo.
-Creo que arrancó cuando di una opinión en contra de Tenfield. No lo relaciono con aquella bajada del avión. Esa situación, si lo pensás bien, capaz que hasta nos favoreció. Fue un error enorme: impidieron que dos periodistas viajáramos en un avión y, en definitiva, ellos quedaron muy expuestos.
-Algunos periodistas deportivos colaboraron con ese golpe de Estado en la AUF.
-Algunos tienen relación directa con la AUF y trabajan en Tenfield. Si unís las partes, te da el resultado. Pero yo cuando decidí dejar el fútbol me desconecté de todas las transmisiones deportivas. Escucho música; por mi ventana entra [Alfredo] Zitarrosa, [Ruben] Rada. Y escucho La oral deportiva porque son mis compañeros. En mi computadora no tengo la página de Tenfield, pero si estás ahí debe de ser muy difícil no estar de acuerdo con la caída de Sebastián Bauzá. Pero hay otros periodistas, como [Federico] Buysan, a quien yo he visto ser crítico en temas menores, como los horarios, y mayores, como el calendario. Alberto Kesman ha discrepado también. No en temas profundos. Pero me atengo a las consecuencias: para mí fue un golpe de Estado que dieron [Fredy] Varela y compañía.
-Por lo general, la mayoría de las críticas apunta desde la opinión. ¿No hace falta una investigación más concreta, más fuerte?
-Hay gente que ha investigado mucho. [Ricardo] Gabito Acevedo investigó con documentos. [Mario] Bardanca investiga y es mucho más profundo que yo. Lo mío es más de micrófono, del momento. Hay algunas cosas en Caras y Caretas. Quizá sea un debe, sí. A veces es difícil llegar al hueso, pero, de todas maneras, aunque se investigue, hay un contrato hasta 2025; eso te muestra dónde estamos parados. El futuro no va a ser muy distinto.
-¿Al gobierno le faltó ese empujón para terminar de mover la estantería?
-Hay un tema clave que fue la participación de José Mujica cuando a [Francisco] Casal le perdonaron la deuda con la DGI [Dirección General Impositiva]; hay un antes y un después. ¿Qué le pasó a [Héctor] Lescano? ¿Qué le pasó a [Nelson] Hernández? Como frenteamplista digo que no me pareció acertado ese manejo.
-¿Soñaste en algún momento con un tercer gobierno del Frente Amplio (FA)?
-No. Yo la primera elección que voté fue en 1971, por una tía mía. Todo tiene una raíz. Yo iba a escuchar a [Enrique] Erro, de Unión Popular. Sinceramente, cuando vino la democracia uno vislumbraba que el FA podía ser gobierno. Pero nunca pensamos en lo que es hoy, prácticamente un partido tradicional, ya con historia.
-¿Los dos gobiernos que pasaron te gustaron? ¿Qué balance hacés?
-El balance es positivo, porque hicieron cosas que no había vivido nunca en mi vida. La vivienda, que haya barrios enteros con viviendas populares, la salud. Acá hay gente que se enoja porque todos tienen derecho a la salud. Van a una sociedad médica y dicen: “Pero ¡cuánta gente hay!”. ¿Qué quieren? ¿Que la gente esté dónde? Sí, por supuesto que tenemos otros problemas, como la seguridad. Pero, me pregunto, ¿la inseguridad es culpa de este gobierno? ¿Cuándo nace, en estos dos gobiernos del FA? Creo que el FA ha querido enfrentar la inseguridad con métodos que no son meter gente en las cárceles, y eso es difícil. Hay gente que pide pena de muerte, que vayan a la cárcel, que vuelvan los militares a la calle. ¿Saben lo que es que vuelvan los militares a la calle? ¿Tienen una idea? ¿Alguna vez vivieron que los militares le entraran a la calle, le patearan la puerta, le dieran vuelta el colchón, le anduvieran arriba de la azotea? Creo que el FA ha hecho cosas muy buenas y tiene un montón de defectos; tiene y va a tener más.
-Si tuvieras que mencionar algunos referentes de la política que te impresionaron, ¿a quiénes nombrarías?
-Un ejemplo de alguien que no era izquierdista pero se hizo fue Alba Roballo. Alba fue una dirigente impresionante. Hugo Batalla fue otro, y aunque después terminó siendo vicepresidente de [Julio María] Sanguinetti, en la época de la dictadura fue un león. Cuando varios estábamos escondidos debajo de la cama, Hugo Batalla andaba en los juzgados militares defendiendo a presos indefendibles, porque no había posibilidades de defensa. La gente no tiene memoria. Quienes conocimos al Hugo le podemos perdonar el desliz por todo lo que hizo antes. En épocas en que la gente no se animaba a pasar ni por la puerta de un cuartel, ¿saben lo que era ir al Hospital Militar, como iba el Hugo, y ponerse al lado de la cama de [Raúl] Sendic, con el rostro desfigurado, antes de que se lo llevaran y lo metieran en una catacumba? ¡El tipo estaba al lado, defendiéndolo! ¿A quién le iba a cobrar los haberes? ¿Quién iba a pagar por Sendic, por [Julio] Marenales, por [José] Mujica o por todos los que defendió, si no había ni un peso? Lo que pasa es que después hubo situaciones incontrolables para Batalla y tuvo un desliz, pero yo se lo perdono. No sólo eso: con alguien que se portó así en esa época me saco el sombrero.
-¿Cómo fue, siendo frenteamplista, trabajar en el periodismo deportivo, que siempre estuvo más próximo a gente de derecha?
-No tuve problemas en ninguno de los lugares donde estuve. Ni acá en Universal ni con [Julio César] Sánchez Padilla. Kesman es el tipo más amplio que hay, y no lo digo ahora que me voy. Kesman tenía una delantera que era: [Adolfo] Latorre, frenteamplista, [Ariel] Delbono, socialista, el poeta [Julio] Toyos y yo: el barco se caía para la izquierda. Alberto siempre decía: “Yo soy colorado” y yo le respondía: “Decilo despacito, por favor”. Donde sí tuve problemas fue en el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, donde también trabajo desde hace muchos años. Ahí me dieron la [fe democrática] B, casi la C.
-¿Vas a extrañar el fútbol?
-No voy a extrañar el fútbol, te lo digo ya. He visto tanto... no podés extrañar. Además, hay una cosa clara: si yo mañana extraño y quiero ir a una cancha, iré. El laburo sí lo voy a extrañar; la radio, eso sí. Pero ya te digo, tomé la decisión de ir alejándome de a poco. Me fui alejando, le avisé a Kesman con tiempo para que él tomara su decisión de rearmar el equipo.
-¿Qué balance hacés de tu carrera? ¿Cuántos Quique Yanuzzi fuiste?
-Para mí hubo uno solo. Tuve la suerte de formarme con grandes comunicadores, sobre todo para la técnica de la radio. No sé por qué surgió en mí el tema de la opinión; con el correr del tiempo, cada vez me sentí más cómodo opinando, y creo que me fue bastante bien. No hubo un Yanuzzi que comenzó en 1976 y otro que terminó o va a terminar ahora, pero sí mejoré un montón de cosas.
-En eso de aprender de otras personas, ¿qué te dio el haber escuchado a Germán Araujo en la 30?
-Fui fanático de Germán. Para mí fue un ídolo como comunicador, pero también porque hablaba en una época en la que no se podía hablar, y eso lo hizo mucho más grande. Todos sabíamos lo que estaba diciendo. El día en que caminamos por la vereda izquierda de 18 de Julio, que fue el día de la segunda vez que cayó Liber Seregni, el mensaje hablando de las flores, de las rosas, de las enredaderas, de todo lo que era una casa, del camino, fue espectacular, fuera de serie. Los militares ni cuenta se dieron de que nos estaba convocando a esa marcha. Te hablaba de cine o de lo que fuera, pero para hablar del momento. Germán marcó un antes y un después.
-Para vos, que tuviste una formación si se quiere autodidacta, o aprendiendo de otras personas, ¿Germán fue de ese tipo de personas que te dan la pauta de que hay conocimientos que no están sólo en la academia?
-Sin duda. Hay conocimientos que están en otro lado.
-¿Cuáles son?
-Por sobre todas las cosas, ser cristalino. Hay que estar informado, ser una persona instruida, y teniendo eso no se necesita levantar la voz. Germán era todo eso y más. En la época de la dictadura, yo creo, los militares le tenía miedo a Germán. No te lo iban a decir, claro. La de veces que lo deben de haber ido a buscar a la radio... Le cerraron el programa, le cerraron la radio; siempre volvió. Creo que a Araújo habría que homenajearlo como se merece. Lamentablemente, murió muy joven por una enfermedad, pero fue la resistencia. En Uruguay, Germán fue la resistencia.
-Cuentan los buenos viejos que la última etapa es la más dura. ¿Cómo la definirías vos?
-Esta última etapa es la mejor. Creo que me voy en un buen momento; no digo el mejor, pero sí el más disfrutable. Me siento pleno, me siento bien, creo ver mucho mejor el fútbol que antes, me gusta lo que hago. Ahí está un poco la decisión, porque a mi edad, del buen momento al mal momento hay un pasito. No quiero que digan: “¿Cuándo se va este viejo de mierda, si ya no da más?”. Prefiero que me pidan que me quede. Pero no lo hago por eso, lo hago por lo primero que dije: no me siento atraído por lo que pasa en el fútbol y no creo tener posibilidades de cambiarlo.
-¿Cuál fue la época más jodida que te tocó vivir?
-La dictadura. No se podía hablar de nada, hacíamos unos programas chauchas. Me acuerdo de una anécdota: yo trabajaba con Héctor Morás y la gente llamaba por teléfono. A veces, yo atendía. Habían matado a un taximetrista, por La Cruz de Carrasco, y llama alguien y me dice: “Hay paro del taxi”. Eso estaba prohibido: no se podía ir a la huelga en Uruguay. Le digo a Morás: “Héctor, me dicen que hay paro de taxis”. Cuando lo confirmamos, Héctor, que ya venía alto del piso con el muerto, argumentando “no puede ser que maten un trabajador”, lo largó: “Hay paro. Está bien el paro, porque mataron a un taximetrista”. A los dos minutos teníamos a los verdes en la puerta de la radio.
-Atravesaste todas las épocas de la comunicación, desde cuando todo era muy básico hasta hoy, desde cuando no se podía hablar hasta el presente, que se dice cualquier cosa. ¿Creés que evolucionó la práctica del periodismo?
-No. Evolucionó la tecnología, pero no el periodismo. No avanzó a la par. No es una crítica que les hago a los periodistas nuevos, pero lo que veo es que en Uruguay falta gente de editorial. Me parece que el periodista de antes tenía más trabajo, buscaba más la información, se tomaba su tiempo. Hoy eso pasa poco. Hay una ventaja ahora: el periodista se forma más. Y estudia, y sabe que tiene que estar informado. Hay que volver a priorizar la noticia. La noticia es más importante que la opinión. Me refiero a la noticia, no la primicia. La primicia la da cualquiera, el más rápido, pero la noticia es informar, y eso no lo hace cualquiera. Específicamente en el fútbol, porque nos pasa mucho, hay que formarse para opinar. Hay mucha gente que no está preparada o informada, pero opina. No me refiero al juego sino a la estructura, a lo que hoy es el fútbol, que va mucho más por fuera que por dentro. Creo en formarse y en informarse. Tuve la suerte de formarme con Leonel Tuana y con Luciano Mosteiro, periodistas del diario Acción. Estudié dos años y después tuve la suerte enorme de encontrarme con Ariel Delbono. Ariel un día me dijo: “Se terminó el bolazo, vamos a informarnos. ¿Vos vas a ser comentarista? Tenés que estar informado de todo, absolutamente de todo”.
-¿Te comiste la pastilla alguna vez?
-Sí, muchas veces. Le he errado pila de veces. Pero en cosas importantes creo que no; por ejemplo, en esta lucha desigual que tenemos en torno a lo que es la política económica de la AUF.
-¿Y si tenés que traer a un olvidado para que diga presente?
-Traigo siempre a Dalton Rosas Riolfo. Dalton no fue frentista, pero tenía que serlo; estaba del lado de los pobres. Toda la imagen de jodedor que tenía era mentira. Yo viví con él, era todo mentira. Nunca dejaba a nadie a pie, siempre estaba; con su filosofía de vida, fue un fuera de serie. Es lo más parecido a Mujica que conocí; pudiendo haber sido multimillonario, nunca lo fue. Intuía todo. Es un referente. De la misma manera que Germán, que era otra cosa, que Juan Ángel Miraglia y que Ariel [Delbono]. Para mí Ariel fue un maestro, me enseñó desde todo punto de vista.
-¿Vos naciste en el barrio Bella Vista?
-Nací en la esquina de General Farías y Ricaurte, barrio Bella Vista. La sede de Bella Vista está cruzando la calle San Martín, a tres cuadras; ese el verdadero Barrio Vista, desde Agraciada y Tapes hasta Agraciada y Hermanos Gil. Ahí viví 37 años.
-¿Cómo fueron tu infancia y tu adolescencia en el barrio?
-Espectaculares. Fui a la escuela N° 24, que está frente a la sede de Bella Vista. Andaba mucho en la calle, en las casas de mis amigos; yo entraba en la casa del Flaco Sergio a las cinco de la tarde, porque la madre le daba marsellés con manteca y yo garroneaba. Y el Flaco entraba en mi casa, en la casa de Gerardo; en todos lados, la infancia era a puertas abiertas. Al lado de mi casa, en Paraíso 2825, vivía mi tía Elbia y tenía la casa abierta todos los días del año hasta las once de la noche. Sin perro, ¿eh? Y mi madre tenía el portón y la puerta de casa abiertos. Era una vida muy sana: bolita, trompo, quiquirillá, pelota, soñar que iba a jugar en el estadio, como todos los gurises.
-¿Siempre fuiste hincha fanático de Auriblanco?
-Toda la vida. Era imposible no ser de Auriblanco. Pero, ojo, en el barrio Bella Vista la mayoría son de Aguada; estamos muy cerca. Yo no soy contra Aguada ni nada, soy de Auriblanco. En aquella época éramos 30 locos, ahora habría que hacerles un homenaje a los actuales dirigentes de Auriblanco; yo fui dirigente durante 18 años. Nosotros decíamos que éramos hinchas de Auriblanco y la pregunta venía enseguida: “¿Y después, de Aguada, de Goes?”. No; después, de la reserva de Auriblanco, de los menores, de los cadetes. Yo diría que Auriblanco y Bella Vista tienen muchísima relación para los que somos de ahí. Y no somos muchos, porque al barrio lo apretaron Capurro y Arroyo Seco. Incluso, a mi amigo Raúl Castro -que jugó en Auriblanco- siempre le digo que a [José] Morgade hay que decirle que nombra a todos los barrios pero no nombra al barrio Bella Vista. Es espectacular la canción, ¡pero no la puedo escuchar!
-¿También sos hincha de Bella Vista?
-Soy socio. No me importa si me creen o no. ¿Vos te creés que Bella Vista iba a poner una cabina con mi nombre si yo no fuera hincha del club? Primero que nada, nací en 1950, cuando Bella Vista descendió por un sorteo. La primera vez que vi a Bella Vista en el estadio Centenario fue el día de la final, porque desde 1950 hasta 1968 jugó en la B y en Intermedia; no tenía identidad. Entonces, ¿qué pasa? Te llevaban a ver a Peñarol, a Nacional, pero en el fondo de todos nosotros estaba Bella Vista, porque además nacíamos y vivíamos ahí. Ahora es imposible eso, por eso está destruida la posibilidad de que los niños se hagan hinchas de cuadros chicos. Yo quise hacer hincha de Bella Vista a mi hijo y un día vino y me dijo: “Papá: no soy más de Bella Vista. En la clase empezaron a preguntar y eran todos de Peñarol y Nacional; cuando dije que era de Bella Vista se rieron todos”. Y se hizo de Nacional. Entonces, un día yo andaba con mi hijo y un hombre se acercó y me dijo de forma imperativa: “Cállese la boca”. Y le preguntó a mi hijo: “Nene, ¿de qué cuadro sos hincha?” “De Nacional”, dijo mi hijo. “Yo sabía”, dijo el hombre. Yo no puedo estar explicándole a cada uno todo. Los dirigentes de Bella Vista me conocen de toda la vida, de las asambleas: no he faltado a ninguna desde que Bella Vista no juega. Me parece que está claro. La gente tiene derecho a decir que soy manya o que soy bolso; me da lo mismo.
-¿Qué te llevó a involucrarte en la dirigencia de ambos clubes?
-En Auriblanco, que era horrible jugando al básquetbol. Entonces tenía dos posibilidades: o irme y no volver más o hacerme dirigente. Además faltaban dirigentes; hoy Auriblanco tiene la mejor camada de dirigentes, o una de las mejores del básquetbol uruguayo. Lo que han hecho ahí es impresionante. Y en Bella Vista siempre estuve involucrado. Ahora que me voy, les voy a contar que a Manuel Keosseian en 1990 se lo recomendé yo a Arsen Avcharian. Manolo, que es amigo mío, vino hasta la puerta de radio Universal a decirme: “¿Qué pasa, que Bella Vista no me llama?”. Y Avcharian me dijo: “Si traigo un armenio me matan”. Yo le dije: “Contratalo, es el mejor”. Y salió campeón. A [Egidio] Arévalo Ríos -te lo puede decir [Sebastián] Bauzá- lo llamé 450 veces porque [Carlos] Manta me dijo que era el 5 del fútbol uruguayo del futuro, y vino a Bella Vista.
-¿Cómo viviste el Campeonato Uruguayo de 1990?
-Ese partido lo hice con Walter Miranda, un relator sanducero espectacular, que ya falleció. Relataba en radio Sarandí y después en Universal. Comenté todo el partido, pero tuvo que cerrarlo Walter porque yo me fui, ni cuenta me di. Estaban mis amigos abajo, me fui. Cuando me di cuenta, estaba en el vestuario y cuando volví no quedaba ni el operador. Bella Vista campeón uruguayo, ¿qué puedo decir? Ahí perdí la brújula.
-¿Qué te pasó el día que te homenajearon con el nombre en la cabina del Nasazzi?
-Me mató eso. Lo que me llamó la atención es que estaba mi familia y yo no sabía nada. A mí me habían llamado para que hablara de Carlos Solé, porqué él vivía a dos casas de la mía, por General Farías. Pero nunca hablé con él. No lo conocí, yo nací en 1950 y él se mudó a la calle Cuaró -ahora se llama Carlos Solé- en 1952 o 1953. Cuando Bella Vista me llamó, les dije que no conocía a Solé, pero que podía hablar de su carrera. Hablé del vecino Solé, más que del relator, por lo que me contaba mi viejo. Fue una sorpresa enorme lo que me pasó ese día. Lo único que puedo decir es mil veces gracias; mi familia está muy emocionada.
-De aquel barrio Bella Vista viajemos al este. ¿Qué te da Piriápolis?
-Un montón de cosas. La tranquilidad, la vida que me gusta hacer, sin reloj, sin estrés. Me gusta mucho el jardín que tengo, me fascina, y un montón de amigos nuevos, de hace 15 o 20 años. Me hace recordar a Bella Vista: puerta abierta y que entre quien quiera. Me ha pasado que entren amigos con un pedazo de asado a las cuatro de la tarde y prender el fuego. Son cosas que parecen una pavada, pero a mi edad son disfrutables.
-Asado y whisky.
-Sí, por supuesto. Tomo whisky sólo los fines de semana y cuando estoy en Piriápolis. Lo que pasa es que ahora estoy todos los días en Piriápolis [risas]. Me gusta. No soy de tomarme un litro ni nada que se le parezca; eso no me gusta, pero me tomo los míos. Cuando termine todo el tema de la jubilación me voy a instalar en Piriápolis.