El fútbol es un deporte con paradojas. Como en todas las actividades, los inconvenientes molestos están a la orden del día desde el mismo momento en que la labor empieza. Ayer en el estadio Centenario el trauma de los gajes del oficio lo pagaron los dos equipos: a los 43 minutos del primer tiempo, cuando jugaba mejor Peñarol, Santiago Romero metió un zapatazo tremendo e hizo flor de gol para abrir el marcador; a los 77 minutos, con Nacional mejor parado y bloqueando toda iniciativa de su rival, Matías Aguirregaray se transformó en el cazador del área chica y puso el 1-1 definitivo con un cabezazo casi a ras del piso. Peñarol lo festejó como una victoria y el bolso lo sufrió como una derrota. La igualdad le da al conjunto de Pablo Bengoechea la posibilidad de seguir como puntero en solitario y con dos puntos de ventaja sobre Nacional cuando faltan tres fechas. Se aproxima un final del Apertura sin renuncias ni reposo.
El partido fue discreto. La semana previa ambos entrenadores ya habían anunciado mucho recelo táctico, y el juego de ayer fue la comprobación. El mediocampo fue una zona trancada de circulación; los laterales se preocuparon más por defender que por subir -cosa que le salió bien a Emilio Mac Eachen, zaguero de profesión al que ayer Bengoechea decidió poner como lateral izquierdo- y los atacantes tuvieron participaciones esporádicas, porque la pelota nunca llegaba redonda. No se pateó al arco prácticamente en los 20 minutos iniciales de ambas mitades del partido. De hecho en el primer tramo del clásico la incidencia que más ruido generó fue una plancha de Forlán sobre Gonzalo Porras, que para el árbitro Andrés Cunha sólo mereció una amonestación. En cuanto a los acercamientos al arco rival, si bien el primero en hacerlo fue Nacional, con un tiro de Mathías Abero como a los 20 y pocos minutos, las más claras de los primeros 45 fueron para Peñarol. Fueron tres chances que como respuesta tuvieron tres intervenciones soberbias de Esteban Conde: en la primera ahogó en el mano a mano a Diego Ifrán, luego atenazó un cabezazo con pique incluido de Diego Forlán, y la última se la sacó con el cuerpo al 10 cuando parecía gol cantado. Pero cuando aparentaba estar más cerca el gol aurinegro que el tricolor, Marcelo Zalayeta se entreveró, Sebastián Píriz perdió en el mano a mano en velocidad con Sebastián Fernández, éste se escapó, la tocó atrás y el Colo Romero se vistió de crack para colgarla al ángulo. Y casi se pusieron 2-0 antes del final del primer tiempo, pero el cabezazo de Iván Alonso pegó en la base del palo.
Con el gol como la herida necesaria para salir a buscar el empate, Peñarol lo intentó sin éxito durante buena parte del partido. Nacional, preparado para minimizar a su rival desde el minuto uno, se compactó en defensa, y el carbonero no podía entrarle. Tal vez el ingreso del argentino Carlos Luque por Zalayeta haya sido el cuentagotas de lo que pasó luego: sin complicidad de los demás, comenzó a darle mucho trabajo a Jorge Fucile. Uno de los pocos ataques por ese sector fue falta de Fucile. El envío al área fue peinado por el Colorado Romero, pero, en el intento de sacarla, la pelota derivó pasada al segundo palo y el Vasquito Aguirregaray no perdonó. Dice Juan Villoro que “los genios de la tragedia y la ironía sobreviven en fuera de lugar”. Ahí estaba Aguirregaray, habilitado por una desgracia ajena. Poco tiempo hubo, en adelante, para que uno de los dos volviera a quebrar el partido, y con el resultado de ayer el carbonero, si continúa ganando, tendrá la seguridad del que no puede ser detenido.
Dos puntos de ventaja son renta suficiente para quedarse con el Apertura, que se reanudará dentro de un par de semanas tras el receso de las Eliminatorias. Cuando se reinicie el Apertura, Peñarol jugará con Wanderers y Nacional será visitante en Jardines ante Danubio. Ahí se empezará a escribir el primero de los últimos tres párrafos finales de esta historia.