La preciosa cancha del Parque Artigas de la ciudad de Las Piedras se iluminaba. El sol, potente, caía con fuerza sobre los que recién se acomodaban en las tribunas. Y la chispa se encendió. El Yesquero Cristian Palacios madrugó a todos: se mandó al área con una potencia bárbara y castigó contra el palo. Pasaron más minutos, y Juventud estiró la diferencia con un golazo de Christian Latorre. El floridense Jorge Giordano alineó un esquema 4-4-2 con estilo rápido, centrado en la misma función para todos. Cuando la tiene el rival, todos presionan; cuando la tenemos nosotros, somos opción de pase. Ése fue el argumento -perfecto- que utilizó el pedrense.
Si había algo que debía hacer Defensor Sporting era no perder la cordura. Intentó tener la pelota y distribuirla. Era casi una obligación que todas pasaran por Nicolás Olivera, pero anduvo peleado con aquélla. El local salió muy tranquilo a jugar el complemento. Tenía margen, había hecho mejor las cosas y no había motivo para que se pusiera nervioso. Mauricio Larriera eligió a Matías Alonso y a Felipe Rodríguez para cambiar la pisada. Planificó una cosa, pero le salió otra. Al salir tan pancho, el escuadrón de Giordano no tardó en ampliar diferencias. Ésa fue su mayor virtud, claro, junto con la perfección y el orden táctico. Rodrigo Viega tiró el centro y Matías Pérez, cual delantero de los de tiempos inmemoriales, la empujó solo en el área chica. Con ese tercer tanto el juego se cerró, definitivamente, pero nadie esperaba que incluso llegaran más. Palacios, que estaba picante, se metió otra vez al área para aniquilar, de nuevo contra el palo. Para mejor, Matías Pérez le ganó de mano un precioso tiro libre a su compañero Alejandro Reyes y la pudrió en el ángulo. Un atrevido, el lateral, que la colgó en la escuadra y le sacó el tiro libre al capitán de su equipo.
El violeta padeció los minutos finales. Intentó abrir la cancha, pasársela más a Olivera, pero no pudo generar chances y se fue con un resultado que lo complica, lo hunde y caldea el clima en el Parque Rodó.
Juventud se entusiasma y piensa en grande: en irse de copas, en olvidar la tabla de abajo y en no tener que sufrir más la fatídica. Tiene un estilo propio, único, que lo invita a soñar con ganar su batalla.