Entre el Bengoechea de la paz y el Bengoechea de la locura hubo un error defensivo y un gol de Wanderers. El primero se fue con el 2-0 parcial y los contragolpes desaprovechados. El otro se instaló en el banco locatario tras el descuento de un rival que no pudo impedir que Peñarol ganara 2-1. Esta vez, la procesión no fue por dentro del cuerpo del riverense, que terminó pisando la línea lateral de la cancha. Así de raro fue el reencuentro de su equipo con la victoria y la ilusión de liderar la tabla. Con la letra del tango que dice que primero hay que saber sufrir marcada a fuego.
Al final del primer tiempo el Japo Jorge Rodríguez marcó el segundo gol, y el balance carbonero fue perfecto. Máximo aprovechamiento de la guiñada que la tarde del sábado hizo tempranito, cuando Wanderers amputó sus posibilidades tras una expulsión discutida pero merecida de Gastón Bueno. El zaguero manoteó a Marcelo Zalayeta cuando éste se iba rumbo al arco tras el cabezazo habilitador de un Pacheco recuperado. Una posterior zambullida del delantero lo entreveró todo. Sólo el árbitro Leodán González sabe si echó al zaguero por la infracción o si, en cambio, compró la caída. Discusión aparte, el oportunismo de Peñarol quedó de manifiesto: luego del rebote en el horizontal del tiro libre ejecutado por Antonio Pacheco, anotó Emilio Mac Eachen. Pareció hacerlo en off side, detalle que no vio el asistente Espinosa. Todo vino a pasar justo al cabo de varios días de disconformidades aurinegras con los arbitrajes. Fue el comienzo de un largo coro de reclamos a cargo de los hinchas de Wanderers.
Su equipo, al que mientras le duraron los 11 se vio respondón y peligroso gracias a los muy buenos inicios de Nicolás Albarracín y Joaquín Verges, perdió la efervescencia. Alfredo Arias bajó a Matías Quagliotti del medio a la defensa, pero Peñarol siguió mandando gracias a una presión alta echa a la medida del rival, valiéndose de la actitud de volantes y delanteros, y a una ubicación particularmente adelantada de Pacheco. Empujó a Wanderers contra sus redes y, justo cuando parecía padecer un bajón peligroso, el Japo inició y culminó la contra brillante que desembocó en el segundo tanto.
Jonathan Urretaviscaya no estuvo igual de fino y Leonardo Burián fue figura pese a los dos tantos recibidos. Motivos para que los apetecibles contragolpes con los que Peñarol abrió el complemento se fueran por el caño. En eso, el partido se hizo bostezo entre cambios que no generaron más que variantes tácticas. La excepción fue la pelota que el ingresado Leandro Reymúndez encontró en el área tras un córner que repitió desajustes defensivos aurinegros. A falta de siete minutos, un Wanderers que podría haber estado tres goles abajo se colocó a sólo uno. Aunque su adversario ya no tenía más nafta, Peñarol le sirvió un tazón de café bien negro a unos 20.000 hinchas que cerraron la tarde con los pelos parados y el pulso alterado. Llegó el pitazo y, con un partido más, el equipo respiró aliviado y se encontró primero en la tabla: es que Danubio y River Plate recién jugaron ayer. Faltaba conocer esa parte de la historia para saber si el saldo final serían los nervios o la punta.