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Joel Burgueño, de El Tanque Sisley, festeja al primer gol a Atenas, ayer, en el estadio Domingo Burgueño, en Maldonado. Foto: Iván Franco

Corazón de hierro

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El Tanque Sisley venció 4-2 a Atenas de San Carlos y se salvó del descenso.

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Las finales no son sólo esos partidos en los que se juega por una copa. Es cierto que este fin de semana nos acostumbró a eso, pero no necesariamente va por ahí. Atenas de San Carlos y El Tanque Sisley tenían un partido mata-mata. El destino quiso que los dos llegaran con chances de no descender hasta la última fecha, y que se enfrentaran.

La bala era una. La consigna, ganar. Aunque los escritorios dijeran que un empate daba la posibilidad de un posible desempate, por el fallo pendiente, jugar por el todo o nada era olvidarse del asunto.

Los dos salieron con energía. La cancha, rápida por la lluvia, hacía un juego dinámico pero no del todo claro en los primeros minutos. Por eso, la primera vino del cielo: Leandro Sosa, de gran campeonato, le puso una bocha preciosa a Gerson Fraga, que cabeceó solo para poner el primero.

Con el gol a cuestas, el Tola Antúnez mandó rápido a Facundo Barcelo y a Franco López, para dar vuelta el negocio antes de ir al sufrimiento, cerca del primer tiempo. Se fue cerca la que tuvo Burgueño de tiro libre, pero Barlocco la contuvo, aunque la atajada no trajo buenas noticias: cuando el golero se estiró, su mano derecha pegó contra el palo, por lo que tuvo que ser sustituido.

En el complemento, la mesa estaba servida. Los dos tenían su argumento y el resultado, a favor o en contra, iba a marcar el trámite. De arranque la tuvo Sosa para el carolino, pero pegó en el palo. En ese momento se produjo un quiebre, y el fusionado sacó la chapa que guarda desde el ascenso de 2009.

Yoel Burgueño, de lo mejor del torneo, encontró el empate con un cabezazo certero tras centro de Joaquín Aguirre. Enseguida, como un misil, el que Antúnez mandó en el final del primer tiempo, Franco López, se mandó la patriada hacia el área. En el camino tiró un caño y enseguida definió como los dioses para poner el 2-1.

Ese resultado le caía perfecto al verdinegro, que hizo lo que más sabe hacer: esperar. Se paró con carpeta en el fondo y no dejó pasar a nadie. Atenas se puso nervioso, mucho, y nada le salió. Para peor, Burgueño se volvió a elevar y con el coco sentenció el 3-1.

En las últimas, Barcelo clavó el cuarto, que sirvió para cerrar el partido, y enseguida Santiago Charamoni descontó para el carolino, que sueña con volver pronto y sabe que estuvo a la altura de las circunstancias.

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