Se terminó un nuevo torneo corto y la temporada regular del Campeonato Uruguayo 2014-2015. El domingo que viene a las 16.00 Peñarol, que ayer se coronó campeón del Torneo Clausura al empatar con Racing, deberá enfrentar a Nacional nuevamente en el estadio Centenario, en lo que será una semifinal para los carboneros y una final para los tricolores en el caso de que la ganen. Si el triunfo es de los peñarolenses se deberán jugar dos finales por el Uruguayo, en los dos fines de semana entrantes. Si Nacional el domingo logra la victoria será el campeón. El empate lleva el encuentro a alargue y si las tablas persisten habrá definición por penales. Centrándonos en lo que pasó ayer, el equipo de Pablo Javier Bengoechea consiguió el primer objetivo: ser campeón del Clausura y poder llegar a la definición del Campeonato Uruguayo. Los aurinegros sumaron con el de ayer su séptimo Clausura. Los anteriores fueron en 1994, 1999, 2000, 2003, 2008 y 2010. El Profesor riverense, que llegó en enero a Los Aromos, pero para ponerse el buzo de entrenador, vino con el mismo objetivo que en 1993 cuando apareció por Camino Maldonado, con sus zapatos de fútbol y un pasado que lo vio debutar en Oriental de Rivera, la selección riverense, Wanderers en Montevideo, jugar en Sevilla y pasar por Gimnasia y Esgrima La Plata. Seguramente aquella vez que lo trajo Gregorio Pérez soñó con ser campeón. De chiquito, en Parada Barón, a 19 kilómetros de Rivera, no se imaginaba lo que le esperaba en su carrera ni el cariño que recibiría de por vida. Es que sus hinchas, otra vez, como cuando se paraba detrás de un balón, se derriten ante su pose y brazos en jarra. Ahora es el director técnico de Peñarol, y el ídolo volvió para seguir dando clases. Como le gusta al Profesor. En esas circunstancias tomó la manija de un club que no anduvo nada en el Apertura y estaba lejísimos en la tabla Anual, que terminó, como se esperaba, perdiendo ante Nacional. No pidió muchos jugadores, se puso el traje gasolero y se reforzó con Jonathan Urretavizcaya, Gianni Rodríguez y Luis Aguiar, que volvió después de un semestre en el exterior. Se la jugó por un defensa del club, Emilio Mac Eachen, y le dio la confianza a Jonathan Sandoval, que era muy resistido. Los “viejitos” como Antonio Pacheco y Marcelo Zalayeta lo conocen y fueron de los que más minutos vieron en la cancha. Así se fue cimentando la base del campeón que ahora va por las finales del Uruguayo y que además, como dato no menor, se clasificó a la próxima edición de la Copa Libertadores de América.
Como un rayo
La diferencia en el ataque carbonero la aportó Marcelo Zalayeta, pero la velocidad y el estado físico de Urreta fueron un plus. Ayer jugó un gran partido el ex jugador de River. Abrió el score con un golazo: Zala la recibió de espaldas y con ojos en la nuca la pasó a Luis Aguiar, que asistió de manera espectacular al 32, que metió cuarta y quinta y llegó para definir sobre el área grande ante la salida de Nicolás Gentilio: terrible golazo. Los nervios en la gente se calmaron, pero la intensidad del ataque cervecero no mermó. Diego Zabala y Juan Pablo, el capitán, comandaron el ataque de Racing, que jugaba por clasificarse a la Copa Sudamericana. La escuelita, que no bajó los brazos en ningún momento, tendría su merecido sobre el final del encuentro. Antes, ya con el 1-0 a favor, Peñarol encontró un dudoso penal que ejecutó Pacheco y cambió por gol. El Tony se crio como futbolista jugando al lado de su actual entrenador: qué le van a hablar de amor. El 2-0, en ese momento específico del partido, era mucha diferencia, y teniendo en cuenta que en Jardines del Hipódromo Danubio derrotaba a River, la vuelta no se haría esperar. Los jugadores y la gente ya pensaban en levantar la copa e irse a sus casas, y de hecho eso pasó, porque casi no hubo festejos. Pero estaba Racing en la cancha, de gran campaña en esta temporada, fundamentalmente en el Apertura, y verdugo aurinegro. Descontó el melense Mauricio Affonso sobre el final y Jesús Trindade, ya en minutos de adición, puso el empate con un gran cabezazo. 2-2, campeonato para Peñarol y manos vacías, a pesar del esfuerzo, para los de Santiago Ostolaza, que no pudieron entrar en una copa internacional, de la que quedaron fuera solamente por peor diferencia de goles que Juventud.
Peñarol cumplió un objetivo y se aseguró lo que hace unos meses parecía ajeno y lejano: definir el título de campeón uruguayo, y volver a la Libertadores, directamente a la fase de grupos.