Ingresá

Rincón de Dios

2 minutos de lectura
Contenido exclusivo con tu suscripción de pago
Contenido no disponible con tu suscripción actual
Exclusivo para suscripción digital de pago
Actualizá tu suscripción para tener acceso ilimitado a todos los contenidos del sitio
Para acceder a todos los contenidos de manera ilimitada
Exclusivo para suscripción digital de pago
Para acceder a todos los contenidos del sitio
Si ya tenés una cuenta
Te queda 1 artículo gratuito
Este es tu último artículo gratuito
Nuestro periodismo depende de vos
Nuestro periodismo depende de vos
Si ya tenés una cuenta
Registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes
Llegaste al límite de artículos gratuitos
Nuestro periodismo depende de vos
Para seguir leyendo ingresá o suscribite
Si ya tenés una cuenta
o registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes

Editar

Alberto, de La Blanqueada. Por mi condición de sacerdote sigo con atención los asuntos del Vaticano, y ví que el papa Francisco creó (con cierto espíritu inquisidor, creo yo) un tribunal para los casos de curas que abusan sexualmente de menores de edad . Mi pregunta concreta es qué entendemos por “menores de edad”. A mí no me gustan los niños, aclaro, pero convengamos que hay algunos jovencitos y jovencitas que aparentan más edad de la que realmente tienen. ¿Cuál sería el límite?

El rey de reyes. Alberto, desde los comienzos de la civilización humana me he cruzado con millones de sujetos como tú, que me han querido tomar por gil, y no lo han logrado. No creas que vas a ser el primero. Los curas no pueden tener sexo ni con menores ni con mayores. Con este circo mediático que se ha armado a raíz de los casos de pedofilia parecería que si un cura se echa un polvo con un mayor está todo bien. Acá, entre nos: la edad de tus noviecitos o noviecitas me tiene sin cuidado. Esto de la lucha contra el abuso de menores es una cuestión de corrección política, que es una creación de mi archienemigo Satanás para hacerles probar a los mortales un poquito de lo que van a sentir en el infierno. Así que ya sabés: si estás caliente, dedicate a las manualidades. El único lugar en donde podés ponerla es en la palma de tu mano.

« »

Homero, de Durazno y Convención. Dios: te escribo porque tengo un conflicto cada vez más grande con una frase que los católicos repetimos desde nuestra más tierna infancia: “Amarás al prójimo como a ti mismo”. El caso es que yo no me amo para nada. De hecho, tengo unos problemas de autoestima tan grandes que voy al psicólogo seis veces por semana. Y no es que vaya los sábados, lo que pasa es que los lunes, como voy a visitar a mi madre, que es una persona muy pragmática y me aterriza a la realidad cada vez que empiezo a sentirme mejor conmigo mismo, los problemas de autoestima se multiplican, así que necesito otra sesión. Me considero una persona débil, insegura, desagradable, mezquina y, ante todo, terriblemente fea. ¿Tengo que sentir hacia el resto del mundo el mismo odio que siento hacia mí? Saludos.

El rey de reyes. Homero, no sos tan feo. Entre los humanos sí, quizás, pero en el fondo del mar habitan algunos peces que son más feos. Por lo de amar al resto de los humanos, te diría que trates de amarlos un poquito más que a ti mismo. Yo creo que mucho trabajo no tendría que darte, porque la verdad es que en todos los terrenos sos de lo peorcito que hay sobre la faz de la Tierra. Y mirá que yo conozco a todo el mundo. Mientras no pierdas de vista de que no sos una porquería humana, sino la peor porquería humana, te vas a dar cuenta de que todos tienen un motivo para ser amados, menos vos.

¿Tenés algún aporte para hacer?

Valoramos cualquier aporte aclaratorio que quieras realizar sobre el artículo que acabás de leer, podés hacerlo completando este formulario.

Este artículo está guardado para leer después en tu lista de lectura
¿Terminaste de leerlo?
Guardaste este artículo como favorito en tu lista de lectura