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Wanderers de Artigas y San Carlos empataron 1-1 en la primera final de OFI.

La primera final del campeonato más uruguayo de Uruguay, el que hace a los ómnibus, micros y camiones ir de este a oeste, de sur a norte, terminó en agónico empate allá donde Uruguay está a pasos de dejar de serlo y unos pasos más se transforman en otra patria, em outro futebol, en otra plata. En el Matías González, estadio que homenajea al León de Maracaná, San Carlos, con un futbolista menos buena parte de la segunda parte, rescató un agónico empate que, en teoría, es un buen resultado para rematar la copa en casa o cerca. El domingo, en Maldonado y no en San Carlos, se sabrá quién es el campeón.

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A las espaldas, el pueblo. Una puerta de ingreso decorada con un retrato enorme de Matías González y dentro, ante los ojos, la cancha. A la izquierda, en la tribuna que da al Puente Internacional de la Concordia, sobre el río Cuareim, cuelgan banderas de la hinchada visitante. Son vigiladas celosamente por dos o tres que pasarían todo el partido parados. No hay tribuna en esa parte del estadio, y el fútbol se vibra de pie. Están acostumbrados. Lo mismo hacen a lo largo de la tribuna que está enfrentada con la platea. Aunque haya cinco o seis bancos de hormigón para sentarse, prefieren quedarse parados.

Los locales llenaron la platea principal para alentar a su equipo, el bohemio. Las anticipadas se compraban sí o sí a dos por 200 pesos. Los más cómodos se colocaron detrás del otro arco. Fue el lugar destinado a quienes ingresaron con sus autos. Sí, en autos a la cancha: partido calentito desde adentro de las cuatro puertas, el mate cebado por el acompañante, y la bocina o los cambios de luces cuando hay goles o discusiones. Cars, pero en el fútbol fronterizo, entonces Carros, con Rayo Mc Queen en este caso hinchando por Wanderers y tomando cimarrão con Tow Mate en el viejo estadio de Radiador Springs Artigas. La tribuna gratuita, la que sólo se vacía cuando la milicada te hace circular, la del Puente de la Concordia, la que da al arco de la Ámsterdam si un paquete capitalino muito chic hubiese venido a relatar, taba cheia. Bendita organización del fútbol del interior.

Los gritos de gol se hicieron desear, pero al final llegaron. El partido fue mucho más intenso que lo que puede arrojar el 1-1 con el que terminaron. La propuesta, por lo general, siempre fue de Wanderers, por aquello de que localía obliga. Pero San Carlos nunca desesperó, aun con un hombre menos en casi todo el segundo tiempo, y le sacó jugo a la penúltima pelota.

El primer gol lo hizo Horacio Chino Peralta. Hace rato que anda por los pagos artiguenses, luego de su pasaje por Cerrito. Ingresó en el segundo tiempo e inquietó como siempre. A los 80, el arquero Fabiano Mazzini sacó rápido y en largo, no pudo restar la bola la última línea de los carolinos y se la llevó Rodrigo Álvez de taquito. La acomodó en el aire, enfiló la carrera y tiró el centro para la entrada de Peralta. Cabezazo y gol para el estallido del público bohemio (y bocinas, muchas bocinas). Poco duró la alegría: dos minutos más tarde hubo penal para San Carlos. Pablo Suárez la apretó fuerte y al medio; nada que hacer para el arquero, que se la jugó a un palo. El 1-1 deja abierta la llave final. Para la revancha, lo único asegurado que se tiene es la verdad máxima de las finales: el que gane será el campeón.

Acciones

Se sabe que el fuerte de Wanderers son sus delanteros; por algo son los atacantes más goleadores de la copa. Ayer el trío de puntas formado por Ramón Souza Paz, Luis Martínez y Cristian Fagúndez jugó un partido intenso. No le quedó más remedio a Nicolás Alonso, arquero de los carolinos, que ir transformándose en figura de su equipo para salvar las papas del fuego. En ambos tiempos tapó varias y, cuando no pudo, encontró a los palos como cómplices. Bastante más ardua fue su tarea después de la expulsión de Emiliano Bernales por doble amonestación. Fue a los 52 minutos. Si sus delanteros hubieran estado más afinados de puntería, Wanderers podría haber hecho más goles y haberse llevado los tres puntos. Pero no fue la tarde de las certezas.

San Carlos administró sus fuerzas con diez jugadores. Se cerró en el fondo y buscó salidas rápidas de contragolpe. Aunque apretado en defensa, se las ingenió para llegar y darle trabajo al arquero artiguense. No sabemos cuánto valdrá esa bocha larga que corrió Duarte y terminó en penal. De momento, ayer, valió el gol del 1-1. Tiene oficio San Carlos. También posee un equipo compacto, muy parecido al que salió campeón hace dos años.

La revancha será en el Campus Municipal de Maldonado e invita. Allí, inexorablemente, se alzará la orejona. No hay goles de visitante, no habrá diferencia de goles, y si vuelven a empatar habrá alargue, y si siguen empatando habrá penales, hasta que por fin uno salga corriendo como despavorido a abrazarse con ellos, los campeones, con ella, la gloria, enorme y efímera. El campeonato uruguayo que involucra más clubes, jugadores, idiosincrasias y pasiones está a un partido de conocer al mejor de 2015.

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