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Foto: Iván Franco

Facebook pide documentos

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No me habría asombrado si Facebook me hubiera cerrado la cuenta. Fotos reportadas, estados con groserías; gente que se ofende y policías que hacen su trabajo. Abro el navegador y me pide el correo, la contraseña. Algo anda mal.

◆ ◆ ◆

Pero no se trata de una censura. Es que mi nombre no le gusta, no está en la lista de los posibles. Tengo que cambiar. Si no, no me deja entrar. Y yo que me llamo Hoski, que todo el mundo me conoce como El Hoski. No puedo poner José Luis Gadea, me encontrarían mis alumnos... Uso esta mierda para difundir lo que hago; si dejo de ser El Hoski ya no me sirve para nada. Invento combinaciones, vanos intentos de hacerle trampa. No sirve. ¿Y si me cierran la cuenta? Dejo de hacerme el loco y le tiro una de mientras. “Martín Uruguay Martínez”, como el poeta que investigo, el vanguardista olvidado a quien recito en pelotas. Sesenta días. Sesenta días de plazo y me vuelvo a llamar El Hoski.

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“Si es su nombre real y no se encuentra en la lista, contáctese con nosotros”. Había seguido el link y me leí un montón de instructivos. Por fin encontré la opción y pude mandarles mensaje. “Soy artista”, les dije, “yo no me llamo así pero es la forma en que me conocen”. ¡Me están perjudicando!, quise gritarles; sólo mi madre me llama José. Nada. Soy Uruguay Martínez y espero alguna respuesta. Si no, los 60 días. El tiempo pasa, no hay por qué angustiarse.

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Es enero y estoy operado. Vuelvo a casa. Tres días para estar habilitado. Dos. Es mañana. Pongo “Configuración” y busco la opción indicada. “Usted ha cambiado demasiadas veces su nombre”. Miro el Panel de Ayuda y me encuentro con un mensaje. Firma una tal Antonia, del equipazo de Facebook. ¡Las normas me manda, las normas respecto del nombre! Si usás apodo, seudónimo, si sos artista, hacete una fan page o poné un alias al lado. ¡Nombre real, papá, con el que te bautizaron! Me bloquearon la opción de cambio y estoy atrapado en una identidad que no es la mía.

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“Caso cerrado”, dice el Panel de Ayuda. Lo miro un rato y hay un “volver a abrir”. Le doy. “Buenas, me llamo Hoski. Hubo un error y soy el perjudicado”. Les miento. Me contradigo. Tengo fe en lo que no conozco. ¿Una máquina? ¿Una Antonia que ni lee y contesta arbitrariamente? Trato de transmitir el drama, de creerme la injusticia. “Tener nombre es un derecho”, largo al final del mensaje. Tan testarudo siempre, creo que los conmuevo...

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“Facebook es un lugar donde las personas usan su identidad real y queremos asegurarnos de que puedas utilizar la tuya. Si éste es el nombre que usas habitualmente, ayúdanos a verificarlo. Para ello, adjunta en la respuesta a este mensaje una copia de tu documento de identidad que muestre tu nombre, foto y fecha de nacimiento”. Sé de casos en que te hace cambiar el nombre y te pide documentación de una. Obligatorio. Nos cerraron el perfil de la Nelson Olveira y les mandamos un Power Ranger. Cinco días y el coso estaba de vuelta. ¿Hago lo mismo? Voy al escritorio y lo más bizarro que tengo es una foto de Benedetti. Envío. Ni en pedo doy documento, y menos si soy El Hoski.

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“Recibimos tu documento de identidad, pero no pudimos usarlo para verificar tu identidad. Responde a este correo electrónico y adjunta una copia de otro documento de identidad”, etcétera. ¡Putos! La gente empieza a creer que yo me llamo Martín. Voy a una lectura y me saludan, se sienten como en confianza. ¿No dudan de la musicalidad del nombre, de la ironía incrustada? Si no me saco este mote se me van a armar quilombos. No queda opción. Voy a Paint y modifico mi cédula escaneada. Cambio número de cédula, yo me llamo Hoski Louis. Como en la adolescencia, cuando firmaba mis primeros poemas. Nada, es que preciso apellido. Voy a Paint y hago un trabajo desastroso. Cuidado. Pero desastroso. Se me cae un huevo el Photoshop. Al fin y al cabo es embocar el día en que Antonia haya cogido, el día en que Facebook cambie sus políticas o la programación de sus robots. Insisto. Espero la vez que pase.

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Claro que tuve algo de miedo. Pero no me quedaba otra: quería volver a ser yo mismo. Y no pasó nada. Antonia diciéndome la misma bobada de que no pudieron verificar el documento, Antonia cerrándome el caso. Y mandé otra vez, otra vez, ocho veces. Llegaría el día en que me dieran bola. Si no logro ser una persona para esta gente, al menos voy a abusar de sus inconsistencias...

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Hoy está raro. Cambió el diseño del Panel, modificaron los botones. Abrime el caso que te la encajo. “Voy a cerrar la cuenta”, amenazo, “estoy cansado de esta injuria”. Converso por chat con alguien y se me tranca unos dos segundos. ¡Es mi nombre! En el Panel de Ayuda hay un mensaje y no sólo me habilita: me agradecen, me saludan. Voy al final de todo y está firmado por Wanda. ¡Hola, les habla Hoski! ¡Wanda, besame el culo!

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